cuarenta y 4 razones

1996

Colección de 40 collages y 4 esculturas de acero. Obras que relacionan la génesis creativa con las posibilidades del material.

LAS RAZONES DE JGARCÍA

“Sócrates: - No es el cuadrado, ni su diagonal como está en el papel, lo que tienen presente, sino el cuadrado cual es en sí mismo con su diagonal. Otro tanto digo de las otras figuras, sean planas o sólidas, que hacen sombras y que se retratan en las aguas. Los geómetras se aprovechan de ellas como de otras tantas imágenes, que les sirven para conocer las verdaderas figuras, que no pueden verse de otro modo que con el pensamiento.

Glaucón: - Dices verdad.”

PLATÓN, La república.

Con un mensaje arguyente implícito en el nombre de la muestra, CUARENTA Y 4 RAZONES, JGARCÍA exhiben en el Centro Cultural Manuel de Falla un conjunto de obras. Implícito porque deliberadamente todas proceden de un objetivo predeterminado, formulado como si de un teorema se tratase: poner en relación la génesis creativa con las posibilidades del material sometido a un proceso de construcción formal. Se establece todo un discurso acerca de las relaciones entre la técnica y la materia, o, en términos más cercanos, entre el soporte y la forma. (La importancia que JGARCÍA atribuyen a esta reflexión como eje de la propia práctica creativa ha llevado a completar la exposición con un conjunto de intervenciones sobre la relación entre los aspectos sociales, tecnológicos, formales y metodológicos y el diseño, el arte y la arquitectura, el día 28 de mayo, a las 19:30, en el Aula “Rosa Sabater” del propio Centro Cultural).

Las obras de JGARCÍA expuestas suministran un repertorio formal que enlaza idealmente con la tradición moderna del ideal geométrico. Entre las muchas cosas que debemos al siglo XX destaca poderosamente el interés concedido a la geometría como ideal plástico. Sin embargo, la tradición artística occidental hacía tiempo que la había incorporado como uno de sus pilares sobre los que asentar la composición figurativa. A partir del Renacimiento (por el deseo de conseguir una representación espacial no arbitraria, sino realizada en términos rigurosos de mensurabilidad), se había llegado, a través de la aplicación de las leyes de la perspectiva, a confiar la construcción e la imagen a un armazón geométrico subyacente. Pero será solamente en nuestro siglo cuando, sobre todo gracias a las vanguardias históricas, alcance su autonomía como tema artístico. En efecto, algunos de los más poderosos iconos del siglo XX no son otra cosa sino convincentes ejercicios realizados a partir de la combinación de figuras geométricas elementales: las parillas reticuladas de Mondrian, los puntos y triángulos de Kandinsky, los cuadrados de Albers y toda la producción vanguardista del constructivismo soviético. En algunos casos, participan de la misma concepción que había hecho surgir los “mandalas” extremoorientales, servir como máquinas al servicio de intereses extáticos y metafísicos (es lo que ocurre en Mondrian y en Kandinsky); en otros, como con los constructivistas, fundamentaban su esencia en la búsqueda de un alfabeto plástico, a la manera de las instrucciones visuales que inundan nuestras instalaciones colectivas. Conforme avanza el siglo se iba asistiendo a una secularización del geometrismo, en consonancia con el avance de una conciencia estética más avezada en la contemplación desinteresada del objeto artístico.

Ese ideal geométrico fundamenta la construcción de la imagen, resuelta a partir de la composición de series de cuadriláteros coloreados. No se trata de un ejercicio realizado a la sombra de lo que algún crítico ha denominado como “auras frías”. El formalismo de las obras de JGARCÍA no se resuelve exclusivamente en la definición maquinal de superficies; por el contrario, hay un intento consciente de la búsqueda de valores expresivos. Estos surgen vinculados a la formulación del plano como la entidad plástica mínima. A ello contribuye la cualificación formal del soporte: un cuidadoso y estudiado contraste de los valores tonales de las áreas coloreadas y un ingenioso y calculado sistema de aristas plegadas y troqueles dan como resultado efectos de gran plasticidad, conseguida con un acusado sentido de la economía compositiva. El mismo marco de las piezas, una caja que deja un hecho alrededor de la obra, acaba integrándose como elemento esencial en la formulación del propio objeto. En las esculturas presentadas, la espacialidad de una geometría compleja, de planos que avanzan y retroceden, sintetiza el argumento de toda la exposición.

NICOLÁS TORICES, El Expreso, Nº17, 1996.

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