El Bosque




IN THE FOREST -Audiovisual, 1’42’’, 2013-



¿Por qué volver a la naturaleza cuando llevamos tantos milenios huyendo de ella? Desconfío de los que, así hoy como ayer, han utilizado ese tipo de eslóganes simplones e irresponsables. De Rousseau el primero.

La historia de la humanidad es la de la creación de un entorno cultural que nos ofreciera la posibilidad de sobrevivir como especie, protegiéndonos de las implacables leyes de la naturaleza. Por eso, en última instancia, cultura y naturaleza se nos presentan como antagónicos.

El éxito de nuestra adaptación a medios hostiles y en feroz competencia con especies más especializadas, no se debe a una serie de mejoras en nuestra anatomía, que es bastante frágil –si exceptuamos el crecimiento del cerebro y la modificación de nuestras manos, imprescindible para la elaboración y uso de herramientas-, sino a la creación de un entramado civilizatorio que nos ha permitido dominar diversos ámbitos y tener el control sobre una gran cantidad de especies animales y vegetales (así como hongos y bacterias). Además, hemos desarrollado un armazón moral que nos ha posibilitado establecer sociedades ajenas al despiadado discurrir de la vida natural.

En el capítulo primero de su monumental trabajo Sexual Personae, Camille Paglia nos expone, como punto de partida de su tesis, el conflicto que hemos mantenido y mantenemos con la naturaleza:

“En el principio estaba la naturaleza. Telón de fondo en el que se basan y contra el que se han formado nuestras ideas sobre Dios, la naturaleza sigue siendo el problema moral supremo… La sociedad es una construcción artificial, una defensa contra las fuerzas de la naturaleza. Sin la sociedad estaríamos a merced de ese mar de barbarie. La sociedad es un sistema de formas heredadas que suavizan nuestra humillante pasividad frente a ella. Podemos modificar estas formas, poco a poco o de golpe, pero ningún cambio social la transformará. Somos simplemente una más entre la multitud de especies sometidas a su fuerza indiscriminada. La naturaleza tiene unos designios que nosotros apenas vislumbramos. La huida y el miedo marcan el inicio de la vida humana.”


El Columpio, proyecto en el que trabajo actualmente para una próxima exposición en otoño, tiene como uno de los principales protagonistas al bosque. El bosque posee una importante carga simbólica para nuestra relación con la naturaleza. Desde siempre y en casi todas las culturas ha representado el misterio, lo ingobernable, dominado por espíritus y poderes ocultos ajenos a la estructura social de la “ciudad”. Como tal, además de generar una potente espiritualidad religiosa, ha sido representado en todo tipo de manifestaciones artísticas teniendo una gran importancia en la cultura popular.

Incrédula e impresionada, la joven se vuelve, y despavorida, sale huyendo para adentrarse en la espesura del bosque. Cae el sol y la luz entra con dificultad en la densa foresta. Corriendo, sin mirar atrás, va abriéndose camino entre una deforme e inquietante red de retorcidas ramas y troncos. En la carrera es sorprendida por unos grandes ojos amenazantes y un posterior batir de unas enormes alas, lo que le hace girar hacia otra dirección para escapar, pero a los pocos metros y cada vez más internada en la oscuridad, una bandada de seres voladores se le abalanzan atemorizándola, haciéndole cambiar de nuevo de rumbo en su atropellada fuga, sin llegar a librarse ya que es agarrada del vestido por las garfas de unos monstruos indefinidos que intentan impedir que avance. Su nerviosismo se acrecienta debido a la cada vez mayor cantidad de amenazas, seres ocultos tras las sombras que le acechan aquí y allá y que provocan que, en su terror, se precipite por un vacío. Al descender logra agarrase a unas ramas que amortiguan su caída en una ciénaga donde se retuercen feroces seres acuáticos. Ella empapada, atemorizada y cansada, logra sacar fuerzas para salir del barrizal y continuar su huida por los siniestros senderos del bosque. Grandes monstruos se agitan violentamente creando un remolino huracanado que amenaza con derribarla. Aterrada y presa del pánico ve como estos seres horribles se le acercan y la acorralan haciéndole presagiar un terrorífico final. Impotente, espantada y ya exhausta para resistirse, cae desmayada mientras multitud de seres la observan.       

Lo que acabo de describir es una crucial escena de una de las más importantes películas de la historia de cine, Blancanieves y los siete enanitos (Snow White and the Seven Dwarfs, 1937, Walt Disney), el primer largometraje del estudio Disney en el que se utiliza el Technicolor y otras novedades en las técnicas gráficas, a un nivel nunca visto y pienso, por lo especial y singular del resultado, no superado. Disney realiza una película de animación con una calidad cinematográfica incomparable, con unas cualidades artísticas en los acabados del dibujo y del movimiento, tanto en los fondos, con métodos de rodaje en los que se utilizaron cámaras multiplano y ratoscopios, así como en el cromatismo y definición plástica de los personajes. Un trabajo realizado por artistas y no solo por técnicos de la ilustración.


Esta película refleja el paradigma simbólico del bosque, una amenaza y frontera, en el que se ocultan poderes extraños y en el que solo pueden habitar -y ser refugio de- seres marginales que suponen una amenaza al orden social. La joven, sugestionada por la situación de pánico, saca a la superficie todos los temores irracionales que están asociados al bosque. Paradójicamente, ese miedo asentado en el imaginario colectivo es el que permite que la perseguida joven pueda tener una guarida de protección junto a los enanos.

En esta tradición de relatos y cuentos populares (Hansel y Gretel, Pulgarcito…), en el que más claramente se nos presentan las intimidaciones del bosque es en Caperucita Roja. Otra joven inocente que se interna en lo desconocido y en el que las amenazas ilusorias de Blancanieves se convierten en amenazas reales. Sin entrar mucho en las distintas interpretaciones psicoanalíticas acerca de la índole sexual de la historia, en la que Caperucita sería una púber con deseos de encontrar al Lobo para perder la virginidad (por cierto rebatidas, por anacrónicas, entre otros por el historiador del color Michael Pastoreau que nos indica que el color rojo tradicionalmente nunca fue el que representó las emociones carnales y amorosas, que siempre fue el verde, y que este rojo de la caperuza estaría más cerca del rojo protector de Pentecostés que popularmente alejaba a las fuerzas del mal), me interesa más la amenaza que se trasluce de la naturaleza profunda, no domesticada, para un espíritu joven, indefenso fuera de la protección de la sociedad (las incursiones en el bosque siempre han pertenecido a la esfera de las grandes epopeyas de los héroes o a duros ritos de iniciación), en la que solo personas con gran experiencia –en este caso la abuela, que podría verse como un chamán de ritos paganos ancestrales-, pueden habitar y controlar hasta cierto punto estos espacios amenazantes.

Les Contes de Perrault, Gustave Doré, 1862

Hay muchas películas sobre el bosque como protagonista o marco necesario del drama. Por ejemplo, en El bosque (The Village, 2004, -es interesante la oposición de conceptos que se produce en la traducción del título al mercado español-) el director y guionista M. Night Shyamalan nos narra una sugerente historia, en la que el bosque representa todas las amenazas imaginables y es utilizado por esa razón como barrera de control sobre los habitantes de una aislada ciudad mediante la implantación sobre ellos desde pequeños de un miedo irracional a sus ocultos y poderosos poderes.


En la grandiosa película de Alfred Hitchcock Vértigo. De entre los muertos (Vertigo, 1958), aunque no es un protagonista principal en la narración, sí se hace fundamental, para exponer las fuerzas inconscientes y oscuras que dominan a la protagonista femenina, la fantástica escena en un bosque de secuoyas centenarias, que es el marco propicio para llevar definitivamente al engaño al avispado, pero traumatizado por miedos irracionales, inspector de policía.

Pero entre todas las películas que podríamos reseñar con el bosque como importante protagonista, me quiero detener en dos obras maestras del cine periférico de Hollywood, la japonesa Rashomon (羅生門,1950) del director Akira Kurosawa y El manantial de la doncella (Jungfrukällan, 1960) del cineasta sueco Ingmar Bergman, dos películas que tratan sobre la violencia, sus consecuencias y las derivadas éticas y morales. La violación y la muerte son los sucesos alrededor de los que giran las narraciones y en las dos, el escenario de esta violencia es el bosque. Aunque ambas producciones tienen ciertos e importantes puntos en común, hay varios aspectos que las diferencian con claridad, incluido el papel del bosque en la historia.

Rashomon es una obra prodigiosa de una gran belleza formal. En ella Kurosawa parte de dos cuentos del escritor Ryūnosuke Akutagawa, que unifica de una manera muy orgánica en una sola historia, por un lado el que da nombre al film Rashomon (1915) y En el bosque (1922). Rashomon, -o “puerta de los demonios” en la que “habitaba un demonio que huyó por miedo a los hombres”- es la más grande puerta de acceso a la ciudad de Kioto, y donde se refugian de una intensa y pertinaz lluvia tres personajes que mantienen una conversación entre al asombro y el escepticismo sobre la conducta humana. Uno de ellos, un leñador, acaba de testificar en un juicio y aún está impactado por lo sucedido en la ronda de declaraciones. La línea principal de la película es lo que después los antropólogos y psicólogos sociales han denominado “efecto Rashomon” o como cada uno de los testigos (incluido uno que es reclamado desde el más allá por un médium) dan versiones tan dispares de un mismo hecho. No se cuestionan los crímenes sucedidos, pero las causas y la intencionalidad difieren sustancialmente según la vivencia de cada uno. En realidad no hay un propósito de engañar al tribunal, sino que las declaraciones están dirigidas por la necesidad de no traicionar la imagen que cada uno tiene de sí mismo como reacción a la mezquindad y cobardía de sus actos.

Un samurái y su bella esposa atraviesan el bosque. En el camino se cruzan con un bandido que está descansando. Los deseos por la mujer se encienden en él y los persigue con la intención, mediante engaños y estratagemas, de violarla, acabando también matando al marido. Uno de los grandes hallazgos de la película es ese de plantear varios puntos de vista de la narración al hilo de las declaraciones en el juicio, pero lo que más me interesa a mí en este caso, es la relación establecida por el director con el bosque, uno de los espacios fundamentales de la historia. Existen tres espacios reales y simbólicos en la película: el natural representado por el bosque, en el que suceden los hechos violentos, el social o civilizatorio, representado por el tribunal de la ciudad, en donde se establecen criterios éticos y de control sobre las acciones y sus consecuencias y un tercero, el representado por las ruinas del templo, un espacio fronterizo entre los otros dos, donde se interroga acerca de las incertidumbres sobre nuestra condición.

Entre otros grandes hallazgos narrativos y cinematográficos, Kurosawa se aventura a sacar las cámaras al bosque para hacernos uno de los más bellos retratos de un paisaje natural en el cine. Su director de fotografía Kazuo Miyagawa, consigue que tengamos una relación casi corporal con el ambiente, llena de sensaciones en las que los puntos de vista, los movimientos y el tratamiento de la luz nos van introduciendo en el mundo de emociones arrebatadas por el que discurren todas las escenas de la foresta. Es muy interesante como expone el director el vínculo con la naturaleza. Una tremenda lluvia hace que el leñador, un monje y un vagabundo se resguarden en unas ruinas y compartan un espacio cuando no desean hacerlo. Nos podría estar señalando como el “espacio social” lleva a formar comunidades de individuos dispares que están condenados a coexistir. Por otro lado, como parte de su carácter simbólico, sitúa el escenario del crimen en el interior de la naturaleza incontrolada. En este caso el bosque no es una amenaza en sí mismo como aparecía en Blancanieves, sino que es un entorno que despierta nuestra naturaleza animal, que predispone a que los controles morales desaparezcan y los instintos primarios salgan a la luz. El crimen, la violencia, el asesinato son más fáciles en el bosque fuera del control social (moral en definitiva), fuera de la ley y amparados por la carroñera naturaleza.

Esta historia sucede en el siglo XII de Japón y la siguiente obra que me gustaría comentar, El manantial de la doncella de Bergman, también se desarrolla en la Edad Media, en este caso de Suecia, a partir de un relato popular. La joven hija de unos nobles rurales es enviada a cambiar las velas de la Virgen a la iglesia. Recorrerá el trecho que separa la casa familiar del templo acompañada de su criada, embarazada y que en secreto adora a ídolos paganos, teniendo que atravesar un bosque. Para adentrarse en él tienen que cruzar un río donde hay un pequeño molino. Aquí está la frontera, la puerta de acceso a la oscuridad, y la criada decide no penetrar dejando sola a la muchacha. Esta, inconsciente e inocente, lo atraviesa despreocupadamente. En mitad del camino se cruza con tres hermanos pastores que deciden seguirla y engañarla para violarla. Tras el asalto sexual, y para que no los delatara, la matan, robándole su bonito vestido con el que se engalanó para ver a la Virgen, y la abandonan para que la naturaleza oculte las pruebas de sus fechorías –la naturaleza no entiende de crímenes, todo es devorado en un insensible reciclaje de la materia-. Violación y muerte también son los hechos que desarrollan esta historia, como la del artista japonés, pero la interpretación y motivaciones difieren significativamente. Aquí se nos plantea un problema moral en un contexto de un gran religiosidad y creencia en un omnipresente Dios. Una historia de una “Caperucita” que se dirige inconscientemente hacia el peligro y tras las consecuencias del engaño y ataque mortal del “Lobo”, ante la pasividad del Creador, el padre ejerce una despiadada, aunque proporcionada venganza, lo que le lleva a dudar de su religiosidad y del orden de las cosas.

En esta película el bosque sí está retratado como una siniestra amenaza y esto está representado simbólicamente en el hecho de tener que cruzar el río y traspasar un límite. La criada, conocedora de los poderes ocultos de la naturaleza no civilizada, no se atreve a cruzarlo intuyendo la amenaza y deja sola y expuesta al peligro a la inconsciente joven crecida con el amor y seguridad de sus padres y la protección de Dios. El tratamiento cinematográfico que nos lo hace ver es muy eficaz trasladándonos este desasosiego e inquietud que genera el bosque.

Es muy interesante la interpretación del bosque como símbolo de la Naturaleza profunda (no la de los prados, los jardines con animalitos y bonitos y verdes paisajes, y todo lo que los ecologistas de salón nos venden en su mercadotecnia contemporánea) y la Cultura como control y posibilidad de supervivencia, en última instancia la ciudad como defensa. Esto podemos verlo muy bien en el poema épico sumerio de Gilgamesh (2700 a.C.), rey de Uruk, que viaja al gran Bosque de Cedros a matar a Humbaba, su guardián. Este héroe tras preguntarse sobre el sentido de la vida y de la muerte, y el lugar del ser humano en la tierra, desata una lucha contra el bosque venciéndolo y talándolo, sometiendo así a la naturaleza y después realizando las colosales murallas de Uruk como defensa de la ciudad. Murallas, que según Marcos Yáñez Velasco, protegen la cultura y la memoria y abstraen al hombre de su entorno al separarlo de sus medios primarios de subsistencia. “Las murallas, no menos que la escritura, definen la civilización. Son monumentos de la resistencia al tiempo y Gilgamesh es recordado por ello” (Harrison, 1992). Fuera quedaba la guerra y el caos y dentro la seguridad de la sociedad. Un retrato simbólico del proceso de civilización en el que vemos a la naturaleza y a la cultura como opuestos.

En Anticristo (Antichrist, 2009) el realizador Lars von Trier lleva a una pareja que acaba de perder a su pequeño hijo a causa de un fatal accidente mientras ellos mantenían relaciones sexuales, a una cabaña en el interior de la espesura de un bosque llamada El Eden, para “exorcizar” el dolor y la angustia que los invade. El esposo, psiquiatra, intenta actuar con la racionalidad propia de la ciencia médica para ayudar a su esposa en ese terrible trance, pero finalmente, en un abandono cada vez mayor a las fuerzas de la naturaleza, los dos se ven atrapados por la ciénaga primigenia. Poner ese nombre simbólico a esa cabaña no es baladí, es muy importante para las intenciones del autor porque representa la mirada rousseauniana sobre la Edad de Oro o el Paraíso Original, un relato mitológico que describe un paisaje estable y continuo -que nunca existió según las pruebas de la arqueología paleontológica-, en la que el hombre estaba libre de culpa y en estrecha relación con la naturaleza originaria. Una mirada utópica que siempre ha despreciado las poderosas y bárbaras fuerzas de la naturaleza, que mediante el esfuerzo civilizatorio se han intentado aplacar.


El bosque, y lo vemos en todos estos ejemplos que perviven tanto en el arte como en tradiciones y liturgias, representa el poder de lo natural, de lo insondable, se le respeta y se le teme por igual, haciéndonos entender la fragilidad del ser humano ante la severa e implacable naturaleza.

 


 



(Por su carácter misterioso y siniestro, el bosque siempre ha sido del gusto de las sensibilidades románticas y arrebatadas. Los herederos de esa corriente cultural dentro del ámbito de la música pop y más concretamente del postpunk de los 80 lo han tenido como una de sus referencias)



La pintura, un problema de mirada

Me gustaría comenzar este escrito con una pequeña anécdota. Siendo titular de una cuenta en Instagram (que decidí cancelar por la vulgar relación que establece esta red social con el arte), frecuentaba la de un antropólogo que solía publicar cosas bastante interesantes. Ante el texto que acompañaba una de sus imágenes, en el que señalaba la foto como “analógica”, me atreví a realizar un comentario (cosa que solía hacer excepcionalmente) sobre esta establecida denominación de las fotografías tomadas antes de la implantación del código digital al mundo de la captación de imágenes. Mi comentario planteaba que quizá fuese más adecuado llamar a este tipo de imágenes “fotografía química” ya que me parece esta la característica diferenciadora del hecho de captar y reproducir imágenes con respecto al registro actual mediante sensores electrónicos que trasladan la información a una serie numérica binaria, posibilitando la visualización en una pantalla electrónica o la reproducción física en algún soporte mediante un dispositivo mecánico. La fotografía nace dada la posibilidad de captar y reproducir imágenes tras aplicar un proceso químico que hace sensible a la luz diversos materiales (metal, vidrio, acetato, papel…).

Al comentario, el autor del blog respondió mostrando un amable reconocimiento de la propuesta del uso de esta nomenclatura. En la conversación terció un -supongo- joven, apostillando que no veía en la fotografía digital nada relacionado con lo analógico y que en términos de definición esa dicotomía (analógico-digital) era correcta, insinuando como tontería lo que planteaba. Por supuesto que no lidié más y cerré la faena. Lo que este joven quizá no llegó a entender de mi planteamiento es que lo que nosotros entendemos como “fotografía” tiene dos procesos bien diferenciados: el de poder fijar una imagen para hacerla reproductible (proceso que hoy puede ser, como hemos visto, “químico” o “digital”), y el mecanismo físico que hace posible que se puedan recoger esas imágenes: la óptica. Incluso en nuestro digitalizado mundo, la gran mayoría de equipos profesionales o de cierta calidad captan las imágenes mediante un conjunto de lentes, independientemente de que el área de recepción de la luz sean unos sensores electrónicos o un film (acetato de celulosa) con una emulsión fotosensible. El encuadre, distancia focal, rectificación de la imagen mediante espejos (sistema reflex) y enfoque, se realizan por medio de un sofisticado juego de lentes. Solo los teléfonos móviles y las cámaras populares, aunque disponen de alguna lente, realizan estas funciones de una forma exclusivamente digital. Parece claro que en la “fotografía actual” pueden convivir el proceso “analógico” y el “digital”. La óptica (mecanismo exclusivamente analógico) es muy anterior a la fotografía y lo que ha cambiado radicalmente es la capacidad de registro y reproducción de imágenes de un proceso inicialmente químico a uno digital.

Esta anécdota viene al caso, ya que, entre otras cosas, quería hablar de la importancia que han tenido los dispositivos ópticos en el desarrollo de la pintura. El propósito de escribir este artículo surge a partir de la reflexión sobre las investigaciones acerca de la naturaleza de la pintura, como medio artístico a lo largo del tiempo, de dos talentosos artistas contemporáneos, el británico David Hockney y el español Julio Juste. El inglés, aunque definió su pintura en la luminosa costa oeste estadounidense de los años 60, uno de los pintores vivos más relevantes y reconocidos tanto por el mercado como por los más importantes museos del mundo, y el granadino de adopción, uno de los artistas que ayudó a configurar a partir de finales de los 70 una nueva visión sobre la pintura, las artes gráficas y los nuevos medios en la España de entre siglos.

En 2001, Hockney publicó el que creo que es uno de los libros más bonitos e interesantes sobre arte editado en los últimos tiempos. Me parece así debido a diversas razones, primera, ya que realiza una investigación sobre el progreso de la pintura desde el proto-Renacimiento, de una manera singular y ambiciosa, y la segunda y más importante, porque está enfocada desde el punto de vista de un pintor y utilizando la prueba gráfica como elemento fundamental de este estudio. El trabajo, plasmado después en un documental producido por la BBC, para mi sorpresa fue motivo de gran polémica dentro del mundo académico y criticado singularmente por algunos sectores del mundo del arte. Esto puede ser debido a varias razones, entre las que podemos considerar que es cierto que Hockney no descubre el uso de la cámara oscura, la clara o la utilización de diversos artefactos ópticos aplicados a la pintura. Es cierto, esto ya era conocido, pero la novedad es que es capaz de contextualizar y relacionar todo este conocimiento para establecer una visión general, una tesis sobre el hecho práctico de pintar, alejado del aparato teórico que siempre ha dominado los estudios del Renacimiento.

Otra razón podría ser, el odio visceral que siente la academia contemporánea (duchampniana en última instancia) hacia un artista que ejerce la pintura, la ama como medio artístico contemporáneo, que la ve como proceso histórico en occidente -cuya última gran figura fue Picasso-, y que es capaz de trabajar en los parámetros casi exclusivos de la pintura y sus grandes búsquedas, desechando las corrientes social-conceptuales tan propias de la nueva academia. No es que yo diga que la academia y las instituciones artísticas contemporáneas detesten la pintura, lo declaran sus responsables cada vez que tienen ocasión. Comenta en prensa Guillermo Pérez-Villalta -tras haber donado a la institución gran parte de su colección y ver el poco interés por hacer algo con ella- que el Director del CAAC le manifestó que no le gustaba la pintura, solo la imagen en movimiento. También nos cuenta el propio Hockney en su libro No se puede detener la primavera, que el conservador de un museo americano le trasladó su odio por Renoir, a lo que él le respondió que qué guardaba para personajes como Hitler si reservaba el odio para un pintor cuyo pecado fue el de querer representar cosas agradables. O también lo podemos ver en la más importante institución española de arte contemporáneo (el MNCARS) y su política de confusión entre arte, propaganda e ideología que desvaloriza gran parte de las pinturas de su colección.

Realizado este comentario me gustaría detenerme en los planteamientos fundamentales de sus investigaciones y la relación que he ido estableciendo con las realizadas en paralelo por el otro artista reseñado, Julio Juste.

Juste fue quien, recién salido el libro de Hockney, me lo recomendó con gran entusiasmo, reconociendo en él, lo que llevaba décadas realizando en todas sus investigaciones, un refrendo del análisis teórico con concluyentes pruebas visuales. En este caso un profundo estudio de un momento fundamental de la pintura occidental a partir del análisis formal de las obras históricas, apoyado con ejemplos realizados por el propio pintor para la ocasión. Gran ventaja la de poseer la necesaria maestría para poder confirmar con la práctica la especulación teórica.

David Hockney lo que nos plantea es que, mediante la observación de la factura de los cuadros, va llegando a la conclusión de que el avance de la pintura renacentista no es exclusivamente debido al “punto de vista único” del sistema de perspectiva -ese que termina de configurar Filippo Brunelleschi pero en el que el arte sacro europeo estuvo trabajando desde 1300 alentado por estudios de teóricos como Roger Bacon, recogiendo textos sobre geometría de la antigüedad, y sobre todo a través de la escolástica y la reaparición del pensamiento aristotélico, especialmente en ese laboratorio artístico que fue el convento franciscano de Asís, en el que se animaba a pintores como Giotto a buscar una nueva naturalidad y veracidad en la representación de la figura, dotándola de una mayor convicción y relacionándola con el espacio-. Además de esta herramienta intelectual, existen una serie de operaciones, emparejadas al ejercicio práctico, que se soportan en herramientas ópticas y que fueron fundamentales para que la pintura (primero en el norte flamenco y después trasladadas a los estados italianos) pudiera avanzar en un detalle espectacular de efecto “fotográfico”, que implicaba una visión multifocal, mediante el uso de lentes. Una especie de collage visual de puntos de vista parciales, que llagaban a conformar una visión de conjunto. Un intento de detallar una imagen, alejado del punto focal único de la perspectiva y su encaje en la residual visión periférica, siendo más como un movimiento continuo de la mirada para poder captar con detalle todas las áreas del cuadro. El mismo artista puso en marcha esta estrategia años antes con sus series de collages fotográficos. No deja de ser curioso como este sistema de representación que pone en cuestión la perspectiva teórica está muy relacionado con el cubismo (del que Hockney es un gran admirador), esa posibilidad de representar una imagen desde múltiples puntos de vista. Todos estos recursos podemos verlos en el contexto de una competición profesional para dotar a la obra de una vida extraordinaria y sorprendente que implicaría procedimientos secretos de taller.

Basílica superior de San Francisco de Asis, con frescos de las Historias del Viejo y del Nuevo Testamento en la parte superior, y en la inferior, las Historias de la vida de San Francisco.

(De Starlight - Trabajo propio, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=760283)

La Trinidad, Masaccio, Iglesia de Santa María Novella, Florencia ca.1425. Pintura mural realizada con la técnica de perspectiva definida por Brunelleschi.

(De Masaccio - Web Gallery of Art:   Imagen  Info about artwork, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=421285)

Perspectiva del pórtico del Hospital de los inocentes, Florencia 1419-27, proyectada por Filippo Brunelleschi.

(De archivo de imágenes digitales - Fadu - Uba - http://www.aidfadu.com/ver_imagen.php?id_imagen=33500&volver=/resultados.php&pagina=1, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=112291653)

Julio Juste (otro gran admirador del cubismo) en torno a 1996 realizó un ambicioso proyecto sobre la representación iconográfica del compositor Manuel de Falla, que le llevó varios años de reflexión e intensa actividad artística y que desembocó en el quincuagésimo aniversario de la muerte del músico, con un trabajo que me parece una de sus más importantes aportaciones: el establecimiento de la imagen iconográfica definitiva del músico español.

Parte de esta producción se pudo ver en un singular proyecto expositivo realizado en la “cámara acorazada” del Auditorio Manuel de Falla de Granada -diseñado por el arquitecto José María García de Paredes y hoy exposición permanente Universo Falla, concebida por el propio Julio Juste-, titulado Val de Oscuro, en la que, aprovechando las características del espacio y las intenciones de la obra, creó una cámara oscura. Un artefacto óptico conocido desde siglos atrás y que sirvió como herramienta para la práctica de la pintura. En este caso Juste lo que proponía era una reflexión, o mejor dicho, donde se quería situar era “en un punto en el que la explotación de los rasgos más impalpables de la naturaleza de la pintura aparecía como objetivo: la relación de dependencia y subordinación que guarda el color respecto a la luz.” Quería “contribuir con pruebas a la enunciada crisis de la pintura, en tanto que género expresivo vigente” y para ello, utilizando la cámara oscura no como ayuda a la representación formal, sino “adoptando una posición extrema” poniendo “a prueba la capacidad de aquellas imágenes especulares (pinturas negro esmaltado sobre tela negra) al incorporarse en un ámbito lumínico reducido”. Una verdadera experiencia sobre el ejercicio de la mirada.

-Catálogo de la exposición Val de Oscuro y fotografías de algunos detalles de la instalación (Fotografía infrarrojos ajustada, Mariano Cano)-

Es curioso que estos dos artistas, justo en plena eclosión del modelo digital de representación, se estuvieran cuestionando sobre problemas ópticos fundamentales en su relación con la pintura. Quizá una recapitulación para poder afrontar el futuro con sus nuevas herramientas.

Julio Juste, antes de adentrarse en el metaverso y la creación (producción y exhibición) artística digital (una pintura numérica para un mundo numérico) estuvo investigando sobre diferentes modelos geométricos de tradición hermética y también sobre la representación a partir de medios ópticos de captación de imágenes, en especial el cine. En este caso el super8. Mediante esta técnica produjo una serie de obras que incidían en la compleja relación entre la aprehensión de imágenes, su proyección, el tiempo de edición y la posibilidad de multiplicidad. Dentro de estas obras confeccionó un conjunto de retratos que formaban parte de una estrategia que le ayudaba a enfocar ciertos asuntos relacionados con la pintura desde otro punto de vista, ya que finalmente podemos decir que la mayor parte del trabajo de JJ concluía en una reflexión sobre la pintura.

En 1997-98 Juste realizó un retrato a JGARCÍA (grupo artístico formado por José García y el que escribe) con el propósito de desarrollar un ejercicio de captación y representación en un hecho singular. Una pintura pensada para conectar la acción y la imagen, a partir de la creación de sombras de las que surgía la posibilidad de registrar (por medio de la cámara de super8) y plasmar en el lienzo (mediante las siluetas generadas). Una acción que nos mostraba la dimensión espacio-temporal de la pintura. El ajuste final de la composición de la obra en un formato de 2x2 m en dos piezas, mediante la colocación de los personajes en el lugar adecuado para las intenciones expresivas, nos remite a la explicación que Hockney muestra en el documental sobre el encaje de las figuras de una escena, que por cuestiones operativas realiza Caravaggio en algunas de sus obras, trabajando independientemente cada uno de los personajes para situarlos en la composición general planteada.

Esquema preparatorio retrato JGARCÍA

Reconstrucción del cuadro. (No he podido conseguir para este artículo la imagen del lienzo de la izquierda)

Jugadores de cartes. Caravaggio, 1595

En este cuadro nos indica Hockney el montaje de las figuras trabajadas independientemente. En este caso para narrar una escena y Julio Juste en su retrato para subordinarlas a un esquema geométrico ideal.

Se puede ver la explicación de D. Hockney https://youtu.be/Gqs_-LJRXaE del minuto 55 a 1:05:40

La fase del retrato en el formato de película super8, una doble proyección simultánea, Julio Juste la explica en el catálogo publicado en su web de la siguiente manera: “Una confrontación entre modelo y pintor, entre pasividad y acción. En el límite de la luz y la sombra surge la acción.” Me parece que es una buena manera de poner en evidencia la artificialidad y la generación de ilusiones (visuales) que conlleva la práctica de la pintura. La sombra, como también nos comenta Hockney en el capítulo 3 del libro Una historia de las imágenes (escrito junto a Martin Gayford y que podríamos ver como la ampliación de El conocimiento secreto) es fundamental para la creación del volumen y la diferenciación de planos en el espacio, casi exclusiva del arte occidental, y según Plinio el Viejo –siglo I d.C- de donde surgió el retrato.

Es curioso como estos dos pintores coinciden en la investigación sobre una serie de aspectos fundamentales para la configuración y ejercicio de la pintura que podrían resultar tan ajenos al mundo del arte contemporáneo, cimentado sobre el ejercicio de las pseudo-ciencias sociales. En un momento de crisis de la representación y de un radical cambio de producción de imágenes estos artistas analizan los rudimentos de un medio como la pintura para poder imaginar un camino para su futuro. Nos muestran que los resultados formales y expresivos están básicamente relacionados con la manera (tanto personal como histórica) de mirar, y esta mirada se modifica a lo largo del tiempo y naturalmente está interferida por el momento tecnológico.

La pintura es un medio expresivo de representación de imágenes simbólicas milenario, que ha ido decantando sus procesos técnico-formales y que ha tenido una periódica revisión crítica de su alcance conceptual. Es cierto que la pintura perdió hace ya tiempo la exclusividad sobre la representación de imágenes y hoy convive con una serie de herramientas y procedimientos tecnológicos que fundamentalmente generan imágenes en movimiento que invaden todos los ámbitos de nuestra existencia, sean artísticos o no. También nuestra manera de mirar el mundo es muy distinta (ante el inexorable retroceso de la naturaleza y el avance de la artificialidad cultural) y aunque nos encontremos en un contexto de un altísimo nivel tecno-científico, el misterio sigue existiendo. Es posible que la pintura y sus rudimentarios procedimientos nos puedan seguir ayudando a penetrar en lo insondable. Todo dependerá de la capacidad de ejercer la mirada.



Pompeya

En el invierno de 2007 fui a Italia para concluir la preparación del proyecto Tres estancias de un apartamento burgués. Eros. El propósito de este viaje consistió en pasar unos días en Roma estudiando algunos aspectos de la escultura Barroca, y otros en Nápoles para visitar los restos de Pompeya y el Museo Nacional de Arqueología, y observar de primera mano sobre todo los importantes ejemplos de pintura conservados en el conjunto arqueológico-monumental.

Fui con unos objetivos claros ya que el proyecto estaba muy avanzado y necesitaba cerrar ciertas cuestiones para terminar de formalizar una ya programada exposición, por lo que era importarte concretar y fijar relevante iconografía clásica y barroca relacionada con Eros, que era la finalidad del proyecto: una puesta en escena de tres aspectos del erotismo, el sensual, el ideológico y el transcendente (en este caso, la primera estancia dedicada a los placeres sensuales -“Salón”, con referencias clásicas-, y la tercera estancia “Dormitorio” enfocada hacia el carácter místico, con el barroco como referencia). Como tenía un definido fin y no demasiado tiempo, dediqué este a estudiar y documentar todos los objetivos señalados con antelación, por lo que no presté atención especial a otras cuestiones que me pudiera ir encontrado.

En Pompeya pasé varios días maravillosos. Fueron soleados, con una magnífica luz de invierno, un precioso manto de hierba sobre el terreno, y la sorpresa de una muy reducida afluencia de turistas que me permitió pasear y documentar la ciudad con tranquilidad y placer. El fruto de esas jornadas fue un bloc de apuntes y varios centenares de fotografías.

Forman parte de mi anárquica y muy autodidáctica formación artística, estudios de fotografía en la Escuela de Artes y Oficios de Granada. Mi relación con este medio ha sido muy particular. Nunca me gustó llevar cámara y prefiero vivir los “sucesos” a fotografiarlos. También he pensado siempre que la fotografía tiene un condicionante tecnológico algo complejo en su relación con el arte: lentes, máquinas, películas y papeles (en la situación predigital, es decir la “era química” en la que definió el lenguaje fotográfico) determinan ciertos resultados y algunos “paradigmas” formales los constriñen, debido a una confusión entre medio y fin. (Afortunadamente esta situación se da en un particular contexto de formación exclusivamente fotográfica, ya que existe y han existido maravillosos ejemplos de artisticidad en ese medio cuando se afronta desde un punto de vista heterodoxo.) Nunca me gustó el alarde técnico ni el impecable resultado. En general, esos virtuosismos resultan especialmente estériles y poco interesantes. Creo que los avances tecnológicos actuales en la imagen captada y generada -la IA como mejor ejemplo- me reafirman en este pensamiento. El estanco “mundo de la fotografía” adolece en general de una gran falta de creatividad.

Cuando aparecieron las primeras cámaras digitales descubrí una tecnología que se adaptaba muy bien a algunos de mis intereses artísticos: fotografía con poca definición, contrastes duros, desenfoque, movimiento, inmediatez… una especie de realidad paralela al brillante mundo del Cibachrome. Esta cualidad descubierta en la soft technology de esas cámaras de resolución limitada se fue perdiendo hasta desaparecer totalmente con la HD y el software de corrección y filtros de los actuales smartphones y de los modernos equipos digitales. Creo que en un mundo hipersaturado de imágenes, en el que la fotografía se ha popularizado y estandarizado pasando a ser casi consustancial a una actividad vital, la creación de imágenes con dispositivos tecnológicos debería transitar por el camino de la “poesía” para poder revelar ciertas cualidades artísticas.

Esta pequeña digresión tecnológica viene al caso debido a que, consultando las fotografías realizadas en ese viaje a Italia con el fin de localizar algún material para mi colección de Arte y Erotismo “El Corazón Manda”, descubrí entre los cientos de fotografías pompeyanas -a las que nunca les hice mucho caso más allá de su valor documental y de consulta- una serie de imágenes que me han sorprendido pasado el tiempo, debido a su carácter misterioso y su aspecto mágico, que encaja perfectamente con la especial irrealidad que desprende ese maravilloso milagro que es Pompeya.

He reunido 35 de estas imágenes para la edición del Nº 6 de JG/Ediciones (5 carpetas numeradas y firmadas), con fotografías impresas en ploter sobre papel fotográfico 210gr, en un tamaño de 20x15 cm (o 15x20) y montadas sobre un papel de 300 gr de 42x30 cm.

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Fin de la modernidad. Decadencia y muerte del humanismo -y 3-



EL FIN DE LA MODERNIDAD,

DECADENCIA Y MUERTE DEL HUMANISMO

(Un comentario acerca del mundo en que me ha tocado vivir)

(PARTE 3ª y final)

 

Y después de lustros de bonanza económica y prosperidad, llegó la primera gran crisis del petróleo. La OPED decidió en octubre del 73 no exportar más crudo a los países que habían apoyado a Israel en la Guerra de Yom Kipur que enfrentó a ese país con Siria y Egipto –otro de los conflictos enquistados desde el final de la II Guerra Mundial–. El gran avance industrial hizo a los países desarrollados altamente dependientes del petróleo, por lo que tras las medidas del cártel petrolero se generó una reducción drástica de la actividad económica y una altísima inflación. Y esto sí que causó un gran impacto en todas las economías desarrolladas. Y lo que era una revuelta de escaparate fruto del tedio del bienestar, se convirtió en verdadera tensión social, y muchos de los de “la Paz y el Amor” y estudiantes universitarios, dieron el salto a la violencia como estrategia política. Comenzó un tiempo de terrorismo. Una nueva red internacional –que se unía a los grupos nacionalistas ya activos en los 50 y 60 como Los Hermanos Musulmanes, Fatah, el IRA y la ETA, por ejemplo–, que atacaba en todas partes, Oriente Medio: Septiembre Negro, Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP); Europa: Brigadas Rojas,  Fracción del Ejército Rojo (RAF Baader-Meinhof), Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO); Centro y Sudamérica: Sendero Luminoso, Ejército de Liberación Nacional (ELN), Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); Norteamérica: Frente de Liberación de Quebec (FLQ); Asia: Ejército Rojo Japonés (ERJ)… El coreografiado musical del pacifismo Flower Power se convirtió en una película de terror sangriento.

El punk fue el despertar nihilista de este mal sueño. Aun leo a nostálgicos de la utopía que no paran de contarnos que el punk fue un movimiento revolucionario –ni se puede clasificar como movimiento y sobre todo no pretendía ningún proceso revolucionario–, ni de difundir el mayor lugar común –gran falsedad–, que fue una respuesta a Margaret Thatcher y su política de privatizaciones. La Thatcher llegó después de que terminara la primera y genuina ola de punk antes de las crestas mohicanas, que va del 74 al 78, tras el descontento con una larga década de laborismo –también NYC, foco irradiador de esta tendencia macarra del rock, tuvo un gobierno Demócrata hasta 1977, que estuvo a punto de llevar a la ciudad a la bancarrota dejándola con la mayor crisis social de su historia–. El punk fue un momento singular de autodestrucción, una autocombustión que duró lo que dura un cigarro encendido. Ni los punks eran necesariamente de izquierda, de hecho, eran habitualmente llamados fascistas debido a su iconoclastia, ni a la izquierda intelectual les interesó hasta pasado un tiempo, ya que fueron sorprendidos por un fenómeno que iba contra todo y todos, y escapaba de su control. Por ejemplo, en España entre el 77 y el 79 se escribieron una serie de artículos en los que no se valoraba muy bien lo que llegaba de Londres: “Pim, Pam, Punk” de Carlos Tena en el Mundo Obrero, despreciándolo frente a los sufridos –y bastante coñazos– cantautores; “Revolucionarios sin revolución” en Vibraciones, de Diego A. Manrique; “La moda basura” en Triunfo, de Eduardo Haro Ibars que decía “de esto del punk no se puede hacer una ideología, ni siquiera un estilo de vida”, dejando claro que el referente era aún el 68; y por último en el número 26 de Ajoblanco, Juanjo Fernández escribe un texto furibundo titulado “Punk y fascismo: dos caras de la misma moneda”. Los órganos políticos izquierdistas –y en general la militancia– desconfían de todo lo que no pueden controlar y desprecian cualquier manifestación cultural o social que no ha sido ideada por ellos. Nuestro Joven amigo, desde dentro nos lo ha explicado muy bien.

Comencé a comentar más arriba, que la sociedad occidental ha creado una gran paradoja. Los avances que ofrece su cosmovisión, que es de naturaleza crítica y racional, han generado una serie de tensiones internas, propiciando que las mismas élites intelectuales alienten una lucha feroz contra ese “marco” que es el que les posibilita esa crítica radical y una libertad de pensamiento y acción. En ninguna otra civilización podrían haberla planteado, además con el prestigio que lo han podido hacer en Occidente. Que les pregunten a los intelectuales de los países musulmanes, aunque no solo allí, ya que gran parte del terrorismo islamista en Europa es debido a la crítica a un sistema dogmáticamente represivo. Un paradigmático ejemplo es el atentado en París en 2015 contra la publicación crítico-satírica Charlie Hebdo. 

Visto el fracaso pertinaz de las sucesivas estrategias revolucionarias planteadas por las elites universitaria y artística, y aunque en esos momentos de la historia, la izquierda ya ha traicionado multitud de veces a la clase obrera, aún no para de hablar en su nombre. La “Nueva Izquierda” dejó de ser obrera y los obreros dejaron de ser de izquierda, debido, sobre todo, pero no solo, al fracaso en el terreno económico y sobre el bienestar de las personas, constatando que toda aplicación de un programa social-revolucionario ha llevado a las sociedades afectadas a la miseria y al sufrimiento. Por eso, las élites izquierdistas, apoyadas en las nuevas herramientas de las llamadas “ciencias sociales” de cuño posmoderno, han planteado como objetivo un programa social, una ortodoxia de control del pensamiento, que se manifiesta en una ingeniería identitaria que desprecia el conocimiento, la historia, el arte y la biología, en una suerte de adanismo de destrucción de las “construcciones sociales” que configuran al capitalismo burgués: el etnocentrismo, el heteropatriarcado, el colonialismo, el machismo, el racismo, el lenguaje...

El cambio diferencial que planteó esta izquierda hace ya unas décadas, es que no iban a trabajar por la revolución clásica, sino que serían parte de las élites, tanto económicas como político-sociales, para llegar a controlar los vehículos que influyen y modelan la opinión y el pensamiento: las universidades –el porcentaje en los claustros de la facultades americanas de humanidades es de 8 izquierdistas por cada conservador–, la prensa, a través de los consejos de redacción –ver, por ejemplo la “dimisión” del Jefe de Opinión del NY Times, James Bennet, ante la presión de sus compañeros, por proponer que en sus páginas hubiera una visión crítica alternativa del Black Live Matter–, incluso en las Bolsas –ver los programas de Responsabilidad Social Corporativa de grandes empresas como bancos y energéticas, y la aplicación de los estándares radicales DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión) en sus plantillas–, aliándose con un puritanismo transversal y feroz, instaurando lo que se ha llegado a denominar “pensamiento único”, con el que se está ejerciendo un control efectivo sobre toda la esfera social, imponiendo esta agenda mediante legislaciones, que nada tienen que ver con las clases populares, y sí más bien con la verborrea de las élites de la burguesía urbana, “perspectiva de género”, “teoría queer”, “memoria histórica”, “interseccionalidad” y leyes educativas cada vez más sectarias y adoctrinadoras, y todo esto apoyado en aparatos tan potentes como Facebook y Twitter y su nueva censura, añadiendo además, en el plano económico, la aplicación de una política fiscal asociada a la marca dogmática “Cambio Climático” –al final la carne y los coches volverán a ser unos productos solo al alcance de esta élite, la que nos impele a usar el coche de San Fernando, ya saben, “un ratito a pie y otro andando”, y comer pienso de perros, la próxima carne de los pobres, con leche de soja–. Un programa que realmente desprecia a las clases populares, al librepensamiento, y a cualquier tipo de heterodoxia. En realidad, no existe el tan cacareado neoliberalismo, ni tan siquiera un liberalismo real y clásico, existe una relación estado-corporación que necesita de un férreo control del pensamiento, las ideas y la libertad. Al final volvemos a confluir con el modelo chino.

El espíritu romántico de las revoluciones siempre ha tenido buena reputación entre ciertas capas de la sociedad que podríamos denominar “ociosas”: jóvenes, periodistas, artistas, intelectuales variados y aspirantes a líderes políticos. La clase trabajadora en general suele ser bastante moderada. Incluso los grandes sindicatos como los alemanes han sido reformistas y pragmáticos habitualmente. Siempre me sorprende cuando grupúsculos de izquierda hablan en nombre de la clase trabajadora en general, cuando representan, en el mejor de los casos a una pequeña burguesía pijo-universitaria, si no, a una facción de una escisión de un grupo. Voy a poner un ejemplo muy interesante, el caso del Situacionismo, ya que es el movimiento que más se ha relacionado con el nacimiento del punk, debido a que Malcom McLaren, manager de los Sex Pistols –que junto a Vivienne Westwood fueron los que forjaron la estética y la actitud del fenómeno en Londres–, tuvo contacto con algún situacionista y participó en un par de “acciones” en la universidad. El Situacionismo fue una práctica artístico-política que nació a finales de los 50 como heredera del Dadá y otros movimientos de entre guerras, que mezclaba el pensamiento marxista con planteamientos de la vanguardia revolucionaria. Se concretó en 1957 en la Internacional Situacionista a partir de los restos de la Internacional Letrista y del Movimiento Internacional para un Bauhaus Imaginista, entre otros. Su figura principal fue Guy Debord. A estos grupos les ponían el adjetivo de Internacional porque solían reunir a colegas de varios países –más o menos como el chiste: “Érase un francés, un inglés, un alemán y un español…”–. Pueden encontrar en internet fotos de las reuniones de la IS en la que se ven sentados en torno a una mesa a 10/12 personas tomando cervezas. Eran tan críticos y exigentes intelectualmente que cada cierto tiempo sufrían una escisión, como la de 1962, de 7 de sus miembros, que ante la radicalización política y el rechazo a todo tipo de arte por parte de la organización, crearon la Segunda Internacional Situacionista para poder seguir siendo artistas –seguro que les gustaba más mancharse las manos de látex, acrílico y otros materiales diversos, que pegarse con la policía–. A otros 2 los echó Debord por pillarlos un día viendo un partido de futbol y mostrar falta de rigor en su militancia –deberían haber intentado explicarle que el futbol podía entenderse como una metáfora de la sociedad, pero creo que el gran líder ya había perdido cualquier noción de la forma poética–.

El propósito de estos grupos era crear “situaciones”, es decir hacer algún “happening” llamativo, pintar grafitis, repartir octavillas, realizar protestas en la universidad y en los museos, y escribir artículos para “acabar con la sociedad de clases y combatir el sistema ideológico de la civilización occidental y la dictadura capitalista de la mercancía”. Aún en artículos, exposiciones en importantes centros de arte –que están quedando como centros de adoctrinamiento ideológico–, monografías y demás publicaciones, da la impresión de que ellos solos agitaron y convulsionaron el mundo poniendo al capitalismo de rodillas. Pequeña mitología de la aristocracia académica.

Tengo la sensación de que existe una melancólica nostalgia hacia los levantamientos armados revolucionarios. Pienso en concreto en tres momentos de gran prestigio, el Terror de la Revolución francesa, la II República española y el régimen castrista en Cuba. La revolución de 17 y el Socialismo Real soviético, así como el Gran Salto Adelante Cultural chino han ido perdiendo brillo, por no hablar ya de Camboya o Corea del Norte. Así como la República de Weimar casi ha desaparecido como momento histórico a reivindicar debido a que fue un periodo tan convulso, lleno de tensiones ideológicas y de graves problemas económicos, y que sin duda favoreció el ascenso del nacionalsocialismo, la II República española sigue teniendo un halo de romanticismo que se ha convertido en el faro que guía a muchos movimientos izquierdistas. Y me refiero a ciertos momentos del periodo republicano, desde luego no a los gobiernos –igual de legítimos–, de centro-derecha, llamados en los libros de texto “Bienio negro”. Más bien las jornadas de anticlericalismo del 31 con la quema masiva de conventos e iglesias, el alzamiento revolucionario del 34 con nada menos que un diputado y exministro, Indalecio Prieto, introduciendo armas ilegalmente por la costa asturiana, y sobre todo el Frente Popular, insurgencia definitiva en contra de la misma República en la guerra –esa “República sin republicanos”–, con una retaguardia llena de checas que asesinaba y torturaba a cualquier sospechoso de ser religioso, tradicionalista, conservador o simplemente no revolucionario. En fin, una época de la que no tendríamos que sentirnos muy orgullosos.

Aunque he tenido momentos personales de gran ardor contestatario, he intentado ser crítico con todas las situaciones sociales y nunca me he casado con ninguna idea dogmática sobre la realidad. Siempre he tenido bajo sospecha todas las posiciones políticas y he sido bastante como el “Anarca” de Ernt Jünger, alguien que aspira a la soberanía individual. Por más que observo, he llegado a la conclusión de que las teorías marxistas, en las que, en su redacción, se han gastado ríos y ríos de tinta, no se ajustan a la realidad, ni desde el punto de vista económico –todos los países que han aplicado recetas más o menos liberales y sobre todo un sistema de mercado, han tenido y tienen un nivel de prosperidad y desarrollo social mucho mayor que los que han aplicado programas económicos marxistas–, y sobre todo desde el punto de vista social y cultural; las recetas marxistas y sus excrecencias posmodernas, guiadas por un enfermizo sentimentalismo infantil y victimista, y un ataque feroz a todas las instituciones sociales y culturales, como la familia, la propiedad, la religión, han terminado por eliminar andamiajes que ejercían de puntales civilizatorios. Mi admirado Nietzsche mató a Dios, pero a cambio propuso superarlo haciendo al hombre más fuerte, uno que no tuviera necesidad de Él, y no un nihilista agraviado por todas las circunstancias sociales. Sigo sin entender por qué a muchos de estos posestructuralistas se les siguen denominando “nietzscheanos”. Aún no se han dado cuenta de que era un “aristócrata poeta”.

Creo que el desprecio, desde los distintos sectores de la izquierda –incluyéndome–, durante muchísimo tiempo a los puntos de vista conservadores, intentando quitarles cualquier tipo de legitimidad, está llegando a ser letal para el concepto de civilización. El relativismo imperante nos deja perdidos, nos aleja de la cultura, del legado artístico e intelectual y resquebraja la civilización. Creo que estamos llegando a una “educada” barbarie.

Me gustan las sociedades libres, que aceptan las diferencias de todo tipo y que son capaces de pactar sus relaciones, que valoran al individuo, su esfuerzo, su talento y su legado. Creo que 2.700 años de acumulación de pensamiento no pueden ser destruidos por 100 años de finos intelectuales de salón.

Creo en el concepto de civilización, y aunque entiendo cierto relativismo cultural relacionado con la riqueza y singularidad inherente a todas las civilizaciones, estoy convencido de que hay algunos valores absolutos y algunos hallazgos son más importantes que otros: la Constitución americana y lo que representa está muy por encima de la Sharía, o la Novena Sinfonía de Beethoven tiene más valor que el interesante bikutsi camerunés. Reconozco la imperfección de las sociedades, la imperfección en general. Reconozco que hay personas que sufren más que otras y que se ven afectadas por las circunstancias de diferente manera, y es necesario intentar establecer ciertos equilibrios y compensaciones –como soy de clase obrera sé muy bien de lo que hablo–. Aunque también creo en la posibilidad de escapar a nuestro destino. Me gusta la heterodoxia y las diferentes maneras de estar en el mundo. Creo que es estimulante, que distintos grupos de personas, se organicen en libertad de una manera alternativa si lo desean –me gustan los moteros, los flamencos, los trancers, los sadomasoquistas, los pornógrafos, los toreros, los skaters, entre otros, incluso las hermandades secretas, siempre que no sean conspirativas ni delictuosas–, pero también comprendo que las sociedades tiendan a tener estructuras conservadoras que posibiliten cierta necesaria estabilidad. Pero sobre todo creo en el individuo, en su intimidad con respecto a la sociedad y en la realidad singular de cada uno de nosotros.

(Fin)



Fin de la modernidad. Decadencia y muerte del humanismo -2-


EL FIN DE LA MODERNIDAD,

DECADENCIA Y MUERTE DEL HUMANISMO

(Un comentario acerca del mundo en que me ha tocado vivir)

(PARTE 2ª)

 

Creo que aquí comienza nuestra historia, la de este libro. Una crónica de odio y resentimiento a Occidente por una gran parte de nuestras élites. El relato de este Joven inglés en los últimos años de los 70 y el del Viejo español entre siglos, está marcado por este terrible periodo. Los padres del Joven, posiblemente nacieran en el tiempo de la II Guerra en una ciudad inglesa asediada por los bombardeos alemanes, y es muy probable que sus abuelos fueran combatientes, y sus abuelas trabajaran en una estatalizada fábrica de coches construyendo armamento. El Viejo español nacería en alguna pequeña población de Andalucía en la Guerra Civil y seguro que sufrió la hambruna y la miseria hasta que pudo ganarse la vida en la construcción. Los años 50 en España tuvieron singularidad con respecto a los demás países occidentales europeos, –vencedores o vencidos–, ya que la dictadura de Franco estableció un periodo de autarquía y en Europa se avanzaba hacia la democratización y la cooperación. Me voy a centrar ahora en el mundo anglosajón donde nació nuestro joven.

Tras la guerra, la reconstrucción y las grandes inversiones públicas del esfuerzo militar norteamericano generaron un potente crecimiento económico. La economía de Europa y Japón estimulada por enormes programas de ayuda de los organismos internacionales –fundamentalmente Estados Unidos– creció rápidamente con subidas del PIB entorno al 5% en Europa (como en EEUU), el 9% en Japón y un 4% mundial. La producción creció a una mayor velocidad que la población, con el consiguiente bienestar general.

La democracia liberal, tras la derrota del fascismo, se afianzó, aunque el resultado final de la guerra nos dejó un mundo de antagonismos, por un lado, burgués-liberal-demócrata, y por el otro, anticapitalista-revolucionario-comunista, y esta situación va a determinar el escenario geopolítico en todo el mundo. La última descolonización fue un proceso muy complicado, en el que actuaron fuerzas legítimas de liberación y fuerzas de ocupación revolucionaria, por lo que las nuevas instituciones supranacionales tuvieron que mantener equilibrios complejos, dado que en este tablero de juego, las distintas potencias en disputa se estaban armando con poderosos arsenales nucleares como estrategia de disuasión. Todo un escenario de guerra psicológica en la que los conflictos de intereses se resolvían en el patio trasero, países en vías de desarrollo casi siempre: Corea, Vietnam, El Salvador, Afganistán. Estaba en juego qué modelo se hacía con el control. Uno de los grandes errores de las potencias democráticas en esta lucha contra el comunismo fue apoyar a dictadores, sátrapas y criminales: Suharto en Indonesia, Mobutu en El Congo, Pinochet en Chile, Stroessner en Paraguay o Videla en Argentina, por ejemplo.

Esta guerra fría se convirtió también en guerra cultural y ahí, la creciente industria del entretenimiento tuvo mucho que decir. Incluso el arte asumió su papel de agente, por ejemplo, el exitoso expresionismo abstracto americano fue alentado por la administración estadounidense como modelo del arte libre. Pero lo más importante fue el nacimiento y desarrollo de la cultura popular juvenil como estrategia de libertad. Nació el Rock’n Roll.

Tras la Guerra el mundo del pensamiento sufrió drásticos cambios que afectaron a sus polos de influencia. Por un lado, las corrientes pragmáticas y empiristas anglosajonas fueron ganando peso y relevancia. En Europa, el centro del pensamiento se traslada a Francia y en Alemania se impone el marxismo, aunque también se “rehabilita” a Heidegger que ejerce gran influencia en el posterior “nihilismo” francés. Francia es creadora de superestrellas intelectuales, primero los existencialistas, la pareja Sartre-Beauvoir y su enemigo íntimo Camus, y luego los estructuralistas y sus críticos con M. Foucault a la cabeza.

Por otro lado, la influencia de los EEUU cada vez es mayor en Occidente. No sólo está haciendo posible la reconstrucción de las devastadas naciones europeas, sino que su economía se dispara, generando una floreciente sociedad de consumo, acorde con su pensamiento liberal y pragmático, y por otro lado llevando la nueva cultura popular a cada rincón del planeta. El optimismo y la energía del vencedor, del que no ha sufrido en su territorio la destrucción de la guerra. En el mundo cultural también se imponen con claridad: museos, universidades, editoriales, etc., se convierten en líderes mundiales. Nueva York pasa a ser la nueva capital del orbe.

El mundo de la posguerra ya no volverá a ser como el de antes. Un velocísimo avance tecnológico propiciado por la brutal inversión de guerra, hace posible que la ya imparable industria del espectáculo haga cambiar la imagen del mundo. Aparece la juventud como estratégico objetivo comercial con un negocio enfocado en exclusiva a ella. Retiradas de los jóvenes las cargas y responsabilidades que antes asumían, cuentan con tiempo libre para el cine, la música, la moda y algo que también aparece en ese momento, el aburrimiento –otra aportación del siglo XX, como la adolescencia, y motivo de gran parte de las incertidumbres de las nuevas generaciones–. La música juvenil aglutina todo el ocio. Nuevos géneros musicales y cantantes-fenómeno, como Elvis Presley, canalizan las ansias de diversión y rebeldía de los jóvenes americanos y poco a poco de todo el mundo.

Aunque los 50 fueron en los EEUU un tiempo de optimismo y crecimiento, el final de la guerra dejó huellas muy profundas: 15 millones de excombatientes, un gran impacto tras las bombas atómicas sobre Japón y un miedo paranoico al nuevo enemigo, el comunismo ruso. Corea fue el primer conflicto que puso esto de relieve. Fue tanto el temor de las dos superpotencias que es una guerra que formalmente aún no ha terminado –en 1957 EEUU y Corea del Norte firmaron un armisticio, no reconocido por Corea de Sur, que detenía las hostilidades hasta que se llegara a un acuerdo de paz definitivo que nunca se ha alcanzado–.

Como hemos dicho, la guerra fría no solo afectó a la geopolítica, sino que el mundo de la cultura fue uno de sus más importantes campos de batalla, en el que pensadores, escritores, artistas, cineastas tomaron claras posiciones. En Europa los intelectuales cercanos al marxismo o militantes de partidos comunistas como el estalinista PC francés, o el poderoso PC italiano, fueron mayoría y se impusieron en las universidades. En Estados Unidos también floreció un izquierdismo influyente en los estudios de cine, en la prensa y en los campus universitarios. La doctrina del demócrata Truman en el exterior, de contención al comunismo, se empieza a desarrollar en el interior también con la investigación sobre actividades comunistas. Una auténtica guerra cultural se estaba librando entre el mundo liberal y el anticapitalista. Y así llegamos a la mítica década de los 60.

En torno al 68 hay un par de acontecimientos sociales que han arrastrado un enorme prestigio en las interpretaciones históricas y de opinión posteriores. Uno es el llamado “Verano de Amor” de 1967, punto álgido del movimiento hippie. Ese año se celebró en San Francisco The Human Be In: A Gathering of The Tribes, una gran feria contracultural que reunió a decenas de miles de jóvenes en torno a los grandes gurús del momento, como Allen Ginsberg y sus mantras hindús, y Timothy Laery y sus sustancias psicodélicas; y más tarde el famoso concierto veraniego de Monterrey, en el que brilló un extraordinario Jimi Hendrix, descubierto en ese momento por el público americano. El hippie, fundamentalmente fue un movimiento contestatario hedonista con un profundo peso en la industria del espectáculo, y que proponía una serie de cambios sociales contra el capitalismo y la sociedad burguesa de sus mayores, como el amor libre, el consumo de drogas -que favorecía una relación más fluida con el Universo así como una comunión social-, y el rechazo a toda institución como la familia, la ley o el trabajo, todo esto acompañado de una nueva espiritualidad orientalista.

El otro momento fundamental y rememorado hasta la saciedad por los que fueron jóvenes en esa época, fue el Mayo del 68 en París, donde “La playa estaba debajo de los adoquines” y “Lo queremos todo y lo queremos ahora” –además de “Leer menos, vivir más”, “La escuela está en la calle” y “Asaltar los cielos”…–. Una revuelta juvenil en torno a la Universidad de La Sorbona, en la que, en un contexto de huelgas generalizadas en Francia, se puso en evidencia los conflictos de la izquierda liderada por el PCF prosoviético y las nuevas corrientes maoístas del ambiente estudiantil. Al final todo terminó con las elecciones legislativas de junio en las que la derecha gaullista republicana saldría reforzada ante un claro hundimiento de la izquierda comunista y socialista. Al tendero, a la madre de niños pequeños, al jubilado, al pequeño empresario y sus trabajadores, a los taxistas y repartidores, no les suelen gustar las barricadas ni las calles ardiendo.

Se cita también, pero siempre como algo menos importante y transcendente, la Primavera de Praga de ese mismo año, pero ante las dos mediáticas revueltas contra el capitalismo, suele quedarse bastante deslucida, –normal, uno de sus líderes fue el liberal Václav Havel, que junto a otros redactó el Manifiesto de las dos mil palabras– ya que aún era muy alta la filiación estalinista en la izquierda, e intelectuales como Bertolt Brecht, por ejemplo, vieron con mucho desdén las huelgas obreras del 57 en el Berlín Oriental, y Sartre y Beauvoir no dejaban de mostrar su apoyo a Moscú. Pero quizás lo más zafio y repugnante que produjo la izquierda europea entre los 60 y 70, fue el desprecio infinito del intelectual español Juan Benet, que se deslizó con estas palabras ante la visita a España en el 76 del autor de Archipiélago Gulag: "Yo creo firmemente que mientras existan gentes como Alexandr Solzhenitsyn perdurarán y deben perdurar los campos de concentración. Tal vez deberían estar un poco mejor custodiados a fin de que personas como Alexandr Solzhenitsyn, en tanto no adquieran un poco más de educación no puedan salir a la calle. Pero una vez cometido el error de dejarles salir, nada me parece más higiénico que las autoridades soviéticas –cuyos gustos y criterios respecto a los escritores rusos subversivos comparto con frecuencia– busquen el modo de sacudirse semejante peste." ¿Se imaginan que algún intelectual conservador hubiera dicho algo semejante de cualquier preso de un campo de concentración nazi? Existe aún ese nauseabundo doble rasero moral, consecuencia del sentimiento de superioridad ética y estética de una fantasiosa izquierda cuyo pensamiento está repleto de cursi y arrogante mitología.

Pero realmente el periodo más convulso de ingeniera social de ese momento, e inspirador del Mayo francés, fue la Revolución Cultural China de Mao-Tse Tun (1966 y cerrada oficialmente en el 76). Para los estudiantes el comunismo soviético comenzaba a perder brillo y la “Nueva Izquierda”, sobre todo europea empezó a mirar con admiración a la hermética, desconocida, y por eso atractiva, China de Mao.

Si prestamos atención, nos daremos cuenta de que muchos de los aspectos de esta revolución, llevada a cabo sobre todo por la Joven Guardia Roja –véase en la actualidad Black Live Matter o el wokeism, por ejemplo–, se están poniendo en práctica hoy con acusaciones que buscan provocar la muerte civil –el caso de Plácido Domingo–, leyes de memoria histórica con condenas retrospectivas –como sucedió en Pekín, con el “juicio” realizado a los profanados restos del emperador Wanli de la disnatía Ming y a las emperatrices, siendo condenados y quemados–, organización de confesiones públicas de prejuicios raciales –la famosa Robin DiAngelo, cuyo libro La fragilidad blanca forma parte del ideario obligatorio de muchas universidades americanas, organiza cursos y talleres para grandes empresas como Google, Amazon, Facebook, Microsoft, Netflix, American Express, Nike, Under Armour, Goldman Sachs o CVS, en los que, con la premisa de que “no existe una persona blanca que no sea racista y hay que hacérselo ver”, donde se realizan durísimos interrogatorios hasta provocar autoinculpación de actos racistas–, ataque y eliminación de los símbolos –como la Guardia Roja atacó al Cementerio de Confucio entre otros– y obras artísticas que estén fuera de la doctrina. Monumentos, canciones, cuadros, partituras, libros… nada escapa a este fundamentalismo ideológico –en importantes universidades se veta a grandes pensadores como Platón, Kant, por ser hombres, blancos y europeos; en la Universidad de Glowgow, los estudiantes de Teologia en el curso “De la creación al Apocalipsis. Introducción a la Biblia. Nivel 1” tienen que ser advertidos de que “las imágenes de la crucifixión, sean de cuadros históricos o de películas religiosas, pueden resultarles molestas” por lo que “los alumnos, por supuesto, podéis dejar la clase en cualquier momento en que lo necesitéis, pero por favor, informarnos más tarde a lo largo de ese día sobre cómo estáis”; se hace todo lo posible por no exponer y denigrar al maravilloso pintor Balthus; o una importante escuela de música de Nueva York elimina del plan de estudios la pieza para piano “Golliwogg’s Cakewalk” de la suite Children’s Corner compuesta por Claude Debussy por racista,… por citar solo algunas extravagancias, pero la lista es interminable–. Todo muy al gusto de los intelectuales posmodernos, que elaboraron los manuales de acción social revolucionaria y que con gran fervor fueron acogidos por las universidades estadounidenses primero y poco a poco va extendiéndose a gobiernos e instituciones. Hay que comentar que, como la china, esta es una “revuelta” contra Occidente. Recordar que M. Foucault vio en la Revolución Iraní de los Ayatolás (1978-79), la punta de lanza de un nuevo modelo ilusionante que acabaría imponiéndose necesariamente en los países desarrollados.

Todo ese momento de excitación utópico-juvenil de los años 60, alentada por viejos verdes y drogatas –vuelvo a citar a Houellebecq y sus Partículas elementales cuando habla de Francesco Di Meola, santón y viejo líder espiritual de una comunidad hippie al que “lo que más le gustaba era fumar cigarrillos de marihuana con chicas muy jóvenes, atraídas por el aurea espiritual del movimiento y luego tirárselas entre mandalas y aromas a incienso”. Pues eso.–, fue acompañada con la venta de millones de discos, con películas, moda y todo un merchandising revolucionario que hizo millonarios a multitud de estrellas contraculturales.

(Continúa…)



Fin de la modernidad. Decadencia y muerte del humanismo -1-

(Me ha parecido interesante publicar en este Cuaderno el texto final del libro -editado el año pasado- Cartas antes de la derrota, como un pequeño ensayo dividido en tres entregas en viernes consecutivos. Si a alguien, después de su lectura, le apetece tener el libro, durante este tiempo enviaré muy gustosamente un ejemplar a quién me lo solicite por correo electrónico -info@jaimeg-creacion.com- o desde mi cuenta de Instagram.)

 

 

“Con Cartas antes de la derrota Jaime García nos propone una mirada a la sociedad de nuestro último medio siglo a través de retazos de la vida de un joven punk y de un viejo flamenco. Un punto de vista nada condescendiente con las generaciones nacidas tras el 68, sus antecedentes y la configuración de su futuro, un porvenir construido sobre una confusa estructura de pensamiento posmoderno. Con este libro, que se mueve entre la crónica y el ensayo, JG nos enfrenta, mediante una visión iconoclasta y desprejuiciada, a los intocables mitos de la cultura contemporánea occidental. Un libro que resulta ser una estupenda lectura para espíritus poco autocomplacientes.” (BRF, Escritos del Cuervo –Nota editorial-)

 

 

EL FIN DE LA MODERNIDAD,

DECADENCIA Y MUERTE DEL HUMANISMO

(Un comentario acerca del mundo en que me ha tocado vivir)

(PARTE 1ª)

 

 

El invierno de 1978-79 fue denominado por la prensa británica como el “invierno del descontento”. Resultó ser una de las estaciones más frías de hacía varios lustros en Reino Unido, durante la cual, la población tuvo que soportar horas diarias de corte en el suministro eléctrico a lo largo de bastante tiempo. El laborista James Callaghan, capitoste de la izquierda británica desde los años 60, llegó a la jefatura del gobierno tras haber pasado por todas las “carteras” llamadas de Estado (Hacienda, Interiores y Exteriores) en los últimos gobiernos socialistas desde mitad de los 60, solamente interrumpidos por un trienio conservador del 70 al 73. En el 78, el gobierno tuvo que aplicar una política económica de devaluación de la libra y de límites salariales para intentar controlar una altísima inflación que crecía a niveles inasumibles. Los sindicatos del sector público, mayoritario en ese momento, llamó a huelgas generalizadas para exigir mejoras en los sueldos. Estas huelgas llevaron a la sociedad, ya muy castigada, al límite. Huelgas de sepultureros, huelgas de basureros –que hicieron de las ciudades grandes vertederos–, piquetes a las puertas de los hospitales a los que solo permitían acceder a enfermos muy graves… huelgas en todo momento y lugar. Debido a esta situación, se implantó una jornada laboral de tres días en todo el sector público, lo que llevó a un racionamiento de ciertas necesidades básicas como la energía eléctrica. Como comentaba nuestro Joven, cortaban la luz varias veces a la semana en uno de los inviernos más duros de las últimas décadas. Esta situación afectó a toda la sociedad británica, no sólo a un sector productivo.

El Estado del Bienestar, política económico-social, fue aplicada en Europa después de la II Guerra Mundial por la mayoría de países, tras un consenso entre las “alas sociales” de la derecha y la izquierda, los democratacristianos y los socialdemócratas, ya que habiendo sido transferido en la guerra la casi totalidad del tejido productivo al Estado, llegan a la conclusión de que con la fuerza de este podían tener un control de la subida de precios y de salarios, manteniendo así cierta paz social hasta que se produjera un despegue económico. En los años 50 y 60 y hasta la crisis del petróleo de comienzos de los 70, Europa, Estados Unidos y Japón solo conocieron crecimiento económico y prosperidad. Mientras esto fue así, los Estados pudieron asumir un alto gasto público, pero cuando la economía mundial entró en una profunda crisis, los gobiernos fueron incapaces de mantener ese gasto social. Tenían la responsabilidad de plantear soluciones, aunque a la vez eran parte fundamental del fracaso del sistema productivo. Los poderosísimos sindicatos vendían bien caro el apoyo político. En Reino Unido los años 70 fueron especialmente difíciles para toda la sociedad, llegando a ser una crisis de impacto global. Todo esto desembocó en la derrota del gobierno laborista, incapaz de dar soluciones ni ilusión, y de plantear alguna apuesta por un nuevo modelo económico. Se nos olvida que en general la clase trabajadora es bastante conservadora. Aspira a tener empleo y seguridad en sus barrios para sus familias. Tras este colapso fue el momento de un modelo liberal representado en el mundo anglosajón por dos “monstruos” de la política, en Reino Unido, la primera mujer Primer Ministro, Margaret Thatcher, y en los EEUU, el otrora actor Ronald Reagan. Podremos discrepar de su orientación política, pero no podemos dejar de reconocer sus capacidades y sus fortísimas personalidades a la hora de asumir responsabilidades. Siempre que la izquierda se aleja de la realidad y se muestra incapaz de ofrecer soluciones realistas a los principales problemas de las personas, la derecha se rearma planteando estrategias que a medio plazo suelen dar resultado. Llegamos a unos años 80 con un éxito económico atlantista y un cada vez más debilitado bloque soviético. El accidente –y la ineficacia e incapacidad de actuación de la burocracia corrupta del aparato soviético– en la central nuclear de Chernóbil, es uno de los más claros ejemplos de cómo el “socialismo real” se derrumba. Primero cayó el muro de Berlín y poco a poco, como piezas de dominó, cada uno de los estados satélites de la Unión Soviética, hasta que en 1991 la URSS desaparece, y con esta el sueño o fantasía que anidaba en todo izquierdista occidental, de que la revolución mundial era posible.

Los 80 fueron el comienzo de un nuevo ciclo, en el que tras el despertar de la pesadilla de los 70, se inicia una nueva etapa hedonista de culto al dinero y a la especulación, con las élites sesentaochentistas de Berkeley al mando de la nueva economía tecnológica. Un “Capitalismo New Age”, en el que se trabajaba 20 horas al día hasta arriba de cocaína, para los fines de semana ir de retiro espiritual y unión con el cosmos, alejándose así de ese terrible consumismo opresor, el que eso sí, les permitía tener grandes casas y bonitos coches. Lo describe muy bien Michel Houellebecq en su libro del 98, Las partículas elementales, donde nos cuenta como “El Espacio de lo Posible”, un lugar nacido del espíritu del 68 para poner en práctica una “utopía concreta”, con principios de autogestión y democracia directa, se convirtió en los 80 en un centro para cursillos, reposo y motivación de los empleados de grandes empresas, aplicando terapias alternativas: “técnicas de psicología gesthal, rebirth, do in, análisis transaccional, meditación zen, psiconeurolingüiística, astrología, tarot egipcio, meditación sobre chackras, energías sutiles, masaje sensitivo y de liberación de la orgona”.         

Este gran batacazo de la “revolución proletaria” alejó a los obreros cada vez más de la “Nueva Izquierda”, que Harold Bloom identificó como la “Escuela del Resentimiento”, una izquierda intelectual universitaria, que había reciclado el marxismo científico en un posestructuralismo posmoderno, y la lucha de clases en pequeñas revueltas identitarias de género, de raza, contra el arte y el pensamiento, al calor de las teorías del poder de Michel Foucault, y una radical lucha contra la biología mediante la autodeterminación de los constructos sociales definidos por el postmoderno Derrida. Un nuevo ideario pequeño burgués, de jóvenes urbanos que no han sufrido ninguna calamidad, más allá de no saber hacia dónde dirigir sus aburridas vidas. Un magnífico humus en el que germinaron con facilidad las semillas verborreicas y pedantes de lo que los americanos denominaron French Teory.

Este texto está planteado desde un punto de vista de reflexión personal, sin ningún rigor académico. Lo he escrito a partir de la observación, que como artista, me ha ayudado a pensar sobre diversos fenómenos y sobre la realidad que me ha tocado vivir. Desde esa óptica y quizá aplicando en mi análisis lo que denominamos “sentido común”, me resulta bastante paradójica nuestra sociedad occidental. Es posible que lo que voy a decir a partir de este momento, pueda llegar a ser ilegal muy pronto debido a un cuerpo de nueva legislación sobre la “memoria” y la protección de diferentes “colectivos”, que se está imponiendo en nuestro entorno. Considero que lo que denominamos Civilización Occidental, esa que surge en torno al Mediterráneo y que tiene como referentes a los clásicos griegos y romanos, y posteriormente al cristianismo como aglutinador, ha sido bastante exitosa, ya que si miramos a los cinco continentes, gran parte de las estructuras sociales democráticas –amparadas por la Declaración de los Derechos Humanos–, económicas de libertad de mercado, y todos los avances tecno-científicos generados a raíz de las sucesivas olas de industrialización -que han sido asumidos en mayor o menor medida por la mayoría de países- son fruto del pensamiento occidental.

Tras la caída de Constantinopla en manos del Imperio Otomano en 1453, que podría haber sido el fin del cristianismo y de Occidente, Europa buscó vías alternativas de relación con Oriente a través de nuevas rutas marítimas abiertas por las expediciones castellanas y portuguesas, que posibilitaron un nuevo desarrollo económico, un mundo global con el que se empezó a definir la Era Moderna.

Podemos ver esta excepcional epopeya como una historia de genocidio y de guerras, de muerte, dominación y esclavismo, pero ¿podríamos ver la historia de otras culturas y civilizaciones ajena a las dinámicas de guerra y colonización? ¿Podríamos ver la historia del Mediterráneo sin la ocupación, el saqueo y la influencia cultural? –Por ejemplo, Cádiz, de fundación fenicia, después tomada por los cartaginenses tras las guerras púnicas, luego colonizada por los romanos al ganársela a Cartago, y tras la decadencia del Imperio Occidental las sucesivas invasiones de visigodos y bizantinos, hasta llegar a las primeras expediciones de saqueo de los árabes y su posterior conquista–. ¿Se puede entender el norte de Europa sin la lucha fratricida? –La Gran Guerra del Norte entre Suecia y sus vecinos Dinamarca, Noruega, Rusia y Polonia, que estaban en conflicto ya desde comienzos del XVI y que finalmente produjo una serie de cambios territoriales: Rusia se anexiona las provincias bálticas suecas y una parte de Finlandia, Prusia la mitad de la Pomerania Sueca, Hanover de los ducados de Bremen-Verden, Dinamarca recupera el dominio completo de Schleswig y Holstein–. ¿Podemos ver la civilización oriental sin la guerra, el sometimiento y la imposición de la cultura? –Como las Guerras de Unificación chinas, de finales del siglo III a. C. entre el Estado de Qin y sus rivales, Han, Zhao, Yan, Wei, Chu y Qi–. ¿Por qué no se menciona con el mismo énfasis, y se estudia, con la misma seriedad que el tráfico de esclavos a las américas, el tráfico desde el África subsahariana a las regiones musulmanas, cuando millones de personas fueron vendidas por diferentes tribus negras a sistemas esclavistas árabes? –aún hoy se mantiene extraoficialmente en muchos países de esa área– ¿Por qué es menos importante la sucesión de pestes y epidemias que asolaron Europa, diezmando radicalmente su población, que la viruela en América? O para ir definitivamente a la cuestión ¿tendríamos que exigir la petición de perdón al criollo López Obrador, –autoproclamado gobernante heredero de los “pueblos originarios”–, por las guerras, el esclavismo, el sacrificio humano, los impuestos, el robo y el saqueo del imperio Mexica mesoamericano sobre sus poblaciones vecinas antes de la llegada de los españoles? (Por cierto, los Aztecas llegaron al Valle de México mediante la destrucción, en 1430 –no mucho antes que Cortés–, cuando la “Triple Alianza” derrotó al Imperio Tepaneca, dominador de esta zona.)

Creo que la historia de la humanidad es un relato de dolor, de miseria, pero también de grandes proezas y hallazgos maravillosos y Occidente y su pensamiento crítico-analítico ha alcanzado altas cimas en la ciencia, el arte y la cultura.

Tras los primeros viajes transoceánicos se empezaron a concretar una serie de reformas sociales y legislativas, nuevas teorías filosóficas, una renovación de la religión y una serie de instituciones que, mediante la aplicación de la razón crítica y el conocimiento científico, definieron un tipo de relaciones sociales en las que el hombre llegó a ser eje y medida de su acción. El Humanismo.

De Francisco de Vitoria a Juan Luis Vives, de Descartes a Voltaire, de Locke a Montesquieu, D’Alembert, Diderot, de Hume a Kant, y una sucesión de revoluciones burguesas que, modificando toda una estructura institucional, llegaron a establecer un razonable equilibrio entre el individuo, y su libertad, y la sociedad, entre el bien común y el particular, entre la ley natural y las nuevas relaciones sociales. Un vigoroso aparato filosófico que apostaba por la crítica y la razón, por el método científico, para lograr cierta objetividad y crear un marco general de entendimiento que propició grandes avances tecnológicos y una economía dinámica que se regulaba a cada nuevo escenario para evitar excesivos abusos y desequilibrios.

¿Es perfecta la democracia liberal? ¿Es perfecto el método científico? ¿Es perfecto el reparto de poderes para crear contrapesos en su ejercicio? ¿Es perfecta la representatividad política? Seguro que no, y creo que es bastante difícil imaginar un sistema político que lo sea. Ya hemos visto la dificultad de llevar a término programas utópicos que, aunque aspirando a una realidad mejor, generan insoportables desequilibrios casi siempre en contra del individuo. Ya desde Platón con su República Ideal –una tiranía dictatorial en la que el arte es implacablemente censurado y toda la actividad productiva y creativa está subordinada a una fanática casta militar–, hasta, por ejemplo, el bien conocido “Gran Hermano” de la novela 1984 de Orwell, podemos ver cómo funcionan las utopías.

Pero no hace falta irse a la literatura. La mayor utopía intelectual puesta en práctica, y durante más tiempo, ha sido el comunismo en sus distintas versiones, algunas no solo criminales sino extravagantes: Unión Soviética, China, Camboya, Corea del Norte, Etiopía o Cuba –No es necesario detallar como han llevado la “felicidad plena” a los individuos y el “bienestar social” en cada uno de estos países la aplicación del comunismo–.

Tras el rápido avance del progreso tecno-científico de finales del XIX a principios del XX, comenzarán realmente las primeras crisis de la Modernidad. Intereses en conflicto en el sistema productivo, entre el capital y la fuerza productiva, hicieron que se llegaran a plantear diferentes alternativas como solución. Posiciones revolucionarias en países en proceso de industrialización, como Rusia, en conflicto con fuerzas reaccionarias, o posiciones reformistas en países industrializados pactando diferentes vías para moderar los desequilibrios sociales. La Gran Guerra fue el primer gran terremoto en el mundo industrializado. Una guerra ya con material pesado de destrucción, en la que los estados-nación, y sus alianzas, fueron puestos ante el espejo de un nuevo tiempo. Y tras esta guerra llegaron las primeras fracturas estructurales en el pensamiento y la cultura. Aparecieron las vanguardias artísticas y revolucionarias, animando a un cambio de modelo social mediante la revuelta: el futurismo italiano ya anticipó este movimiento en el 12 y los constructivistas rusos a partir del 14, participando con fervor en el proceso revolucionario del 17, hasta que Stalin los defenestró a todos.

Y tras este ambiente de tensión, la guerra continuó, porque la del 39-45, fue la segunda parte de una guerra mal cerrada. Los “equipos” habían fichado “grandes figuras” que planteaban un final muy disputado: Hitler, Mussolini, Stalin, Churchill, Roosevelt. En el caso alemán, la filosofía más potente, el arte más renovador, el gran espíritu musical, la sociedad más avanzada, dio como resultado un horror nunca visto. La humillación y un ultranacionalismo racista convirtió a Alemania en un engendro.

Creo que aquí comienza nuestra historia, la de este libro. Una crónica de odio y resentimiento a Occidente por una gran parte de nuestras élites.

(Continúa…)



De la ilusión al desconcierto: un recorrido por el proceso creativo

(Notas publicadas -revisadas y corregidas para este CUADERNO- en el catálogo de la exposición CIERTO HORIZONTE, 25 años de investigación y experimentación artísticas, en las que se sintetizan las motivaciones de estos –ya- 30 años de actividad artística.)

 

LA RAZÓN DEL NÚMERO

Racionalismo e idealismo

Inicié mi trayectoria artística profesional aunando esfuerzos con el artista José García. Además de la intención de rentabilizar energías creativas y productivas, una de las razones principales para esta alianza fue que el rasgo personal de la creación se diluyera en proyectos que pudieran ser ejecutados por ambos indistintamente. Para ello nos condujimos con el proyecto como herramienta de representación y guía de producción. Estas estrategias nos llegaban a través de la arquitectura y del arte constructivista de las vanguardias del siglo de comienzos del siglo XX, y como en esa época, más que una estructura clara de pensamiento, lo que nos interesaba era un “racionalismo” práctico, con el que construir una serie de obras basadas en la geometría como elemento generador. Un lenguaje universal y reconocible por todos, desechando cualquier expresión subjetiva o propia de sensaciones particulares. Aunque pensábamos que esto tenía un componente racional, en realidad nos guiaba un idealismo propio del pensamiento platónico, donde un ideal abstracto dirije la creación de formas plásticas y está por encima de ellas.

El número lo rige todo

Una de las motivaciones fundamentales en estos primeros momentos de creación fue la utilización de herramientas matemáticas, más concretamente la geometría y el número como modelo abstracto. Nos interesaba mucho aplicar a una forma plástica todo un conjunto de relaciones geométricas que evidenciaban la potencia de ciertos conceptos abstractos. También nos interesaba explorar lo subyacente en la naturaleza y en nuestro mundo sensible como estructuras generadoras con una rotunda formalidad y poner de relieve la importancia de este pensamiento abstracto a la hora de concretar ciertas realidades del objeto. Esto se evidencia sobre todo en el proyecto ENTEROS E INCONMENSURABLES donde aplicamos una serie de relaciones numéricas a un material neutro como el vidrio, que tras una situación de ensamblaje, llegaba a generar un objeto que quedaba más en el plano ideal que en una realidad tangible. Un sistema de puntillas permitía que estas formas flotaran en el espacio de la galería como si fueran parte de una realidad abstracta. Raíz de 2, Raíz de 3, 4/3, 1/3, Raíz de 1 y otra serie de números se concretaban en formas.

 

El proyecto

El trabajo artístico en equipo conlleva una serie de particularidades que se basan principalmente en la búsqueda de consensos para establecer puntos de partida más o menos claros que permitan afrontar certidumbres que faciliten una fluida respuesta, así como el establecimiento de presupuestos para el desarrollo de la actividad. Por eso la manera más eficaz y productiva es trabajar con propuestas precisas que pueden ser discutidas en el plano teórico antes de acometer el objeto. Nuestra tradición estaba más cercana al mundo de la arquitectura y el diseño que a la del arte y todas estas estrategias eran naturales en nuestros planteamientos artísticos en los que todo se planificaba casi de manera cerrada, dejando, eso sí, cierto margen en el desarrollo de la obra que posibilitara el hallazgo de algo imprevisto que determinara el devenir del resultado.

La verdad del material

Como nos cuenta la anécdota de Joseph Albers en una de sus clases en la Bauhaus (por cierto, antes de seguir, la escuela de la Bauhaus y su método transdisciplinar fue una de nuestras mayores referencias para abordar nuestro trabajo en esta primera época. Más que un aparato conceptual o filosófico nos movía una inquietud práctica para construir estructuras que permitieran desarrollar una actividad tanto artística como profesional) a cerca de la eficacia de plegar un papel, otorgándole así rigidez y estabilidad, nos propusimos intentar “comprender” ciertos productos semielaborados industrialmente como planchas, tableros, vidrios, papeles, cartones, vinilos y descubriendo potencialidades que habría que intentar aprovechar. El material como aliado, al que en vez de someter habría que intentar persuadir para que se mostrara con integridad y franqueza.

La estructura de la forma

A esa intervención mínima hay que añadirle la intención de aplicar un determinante armazón geométrico que dé consistencia a la forma. La geometría como herramienta estructural ha sido aplicada desde tiempo atrás en los momentos más relevantes de la historia del arte (Grecia/Roma, el Renacimiento/Barroco, Vanguardias...), y en nuestra estrategia de intervenir lo mínimo posible -dejando al desnudo la esencia del objeto- nos basábamos en la aplicación de esquemas básicos posibilitando que la propia estructura fuera objeto. En ENTEROS E INCONMENSURABLES es evidente esta afirmación. Unas planchas de vidrio, unos clavos en la pared y un elástico, dispuestos de una determinada manera, evidencian el objeto a través de la estructura. Siempre nos interesó la forma como elemento esencial del arte. Se podría decir que éramos formalistas, eso tan denostado hoy en día, pero que es fundamental para entender el desarrollo de la evolución humana.

 

La intervención mínima

Otro de los intereses en nuestra actividad conjunta -también como consecuencia de esa observación del material- fue el propósito de aplicar sobre estos materiales una intervención mínima pero que transformara radicalmente su estado “natural”, y que fuera lo suficientemente rotunda para concluir un nuevo objeto, en este caso artístico. Del material industrial al objeto artístico tras ser sometido a una operación quirúrgica por parte de los artistas. Cortes, pliegues, pintura, o sencillas pero contundentes estrategias de ensamblaje fueron las técnicas utilizadas en proyectos como CUARENTA Y 4 RAZONES o 2º CUADRANTE. Geometrías como “Razón 1”, donde a partir de dos sencillos pliegues, se consigue poner de pie una plancha de acero de 200 kg o “Raíz de 5” donde dos planchas de bronce son estructuradas solo por el contacto de uno de sus vértices, ejemplifican bien este modo de actuar.

Trabajo o integridad moral

Hasta ahora he estado hablando de como afrontábamos el trabajo en el plano teórico y técnico. Me gustaría comentar como era nuestra actitud a la hora de realizarlo. Ejercíamos un compromiso radical con lo que hacíamos y una dedicación plena a ello, tanto en recursos -escasos- como en energías. Un compromiso general que nos llevaba a casi no contar con ningún medio ajeno a los generados por nuestra actividad, y un compromiso con todas las fases del desarrollo de la obra que implicaba en muchos casos colaboración con distintos oficios. La aplicación de las directrices de un proyecto como estrategia nos obligaba a mantener una coherencia en todo momento. También era importante un compromiso individual compartido, para establecer un claro reparto de funciones con responsabilidad colegiada. Confianza plena y compromiso moral eran fundamentales para poder desarrollar la actividad en conjunto.

 

La ingenuidad del que se inicia

Ese compromiso, ese ímpetu creativo, nuestra juventud y una actitud de proyección hacia el futuro, nos hizo caer en los errores propios del que comienza, con la arrogancia de la juventud del que cree que lo conoce todo, no siendo más que aprendices de un oficio del que no se termina nunca de controlar. La relación también con el místico mundo de los números y la geometría -refugio de iniciados y cuasi secta- nos hizo creer que pertenecíamos a un mundo privilegiado que recogía una sabiduría milenaria siendo depositarios y obligados a desarrollarla. Una ingenuidad -que se va modulando con el tiempo pero que en esos momentos es un motor de creación- despreocupada y sin complejos, que por ejemplo nos llevó a contactar con importantes artistas para que colaboraran desinteresadamente en nuestra producción editorial INEDICIONES.

 

El diseño como herramienta de cambio

En realidad, en esa época nos considerábamos diseñadores. Pensábamos que el arte autónomo casi carecía de sentido. Y que la actitud creativa desarrollada por los artistas tenía que estar encaminada a propuestas de alcance práctico que influyeran en el entorno y en general en la cultura. A través de esta artisticidad tener una influencia social. Nuestro planteamiento era que la forma de los objetos había posibilitado tanto un cambio evolutivo como social. La influencia de ciertos objetos en las relaciones sociales para nosotros era la clave de muchas de nuestras actuaciones. Todo esto visto desde la perspectiva de principios de los 90, cuando aún había imprentas que usaban tipos móviles e internet estaba en un momento incipiente. Todavía vivíamos en una tradición industrial y objetual que se puede ver en la obra 0:30 donde la confrontación de formatos y tiempos condicionados, nos mostraba la importancia del medio en el desarrollo de las actividades humanas.

 

Hacia una nueva sociedad

Estas estrategias típicas del constructivismo, también conllevan aparejadas una militancia con las corrientes utópicas, que plantean, que rebajando la actividad artística a una actividad industrial, la despejaban de una visión decimonónica de inspiración y ensimismamiento y lo llevaba realmente a influir en los cambios sociales, contribuyendo así activamente a la creación una nueva sociedad. No dejaba de ser una actitud romántica y repetida cíclicamente a lo largo de la historia que dejaba el artista como una élite moral dictante del devenir de la sociedad a través de la creación de una nueva forma. Otro ejemplo más de esta ingenuidad del principiante y pecado de juventud. Se puede ver muy bien en nuestros primeros escritos y sobre todo en nuestro texto “Medidas las medidas” para el catálogo de la exposición Cuarenta y 4 razones de JGARCÍA.

 

 

TRAZANDO MAPAS

 

El metro patrón y la ilustración

Siempre nos inclinamos por una visión universalista de los hechos artísticos y culturales. Entendíamos el arte no como una actividad estanca sino permeable y transversal con otras esferas del pensamiento, especialmente con la ciencia. Teníamos un gran interés por el momento de las revoluciones burguesas en las que se empezaron a definir instituciones como el museo o se establecieron programas de desarrollo científico y cultural. Nos interesaba especialmente la Enciclopedia como instrumento aglutinador del conocimiento humano. Dentro de este contexto nos atrajo, como material de trabajo y como esquema conceptual, la unificación de los sistemas de pesos y medidas como ejemplo del desarrollo del pensamiento, y de cómo la forma podía influir en las relaciones sociales. Coincidiendo con el bicentenario de su presentación, le dedicamos un número de nuestra publicación INEDICIONES -que fue ideada para compilar una serie de trabajos desde distintos puntos de vista sobre un tema concreto-. Nos sentíamos herederos de la tradición de pensamiento emanado de la Ilustración y pensábamos que el Metro patrón era un ejemplo concreto que expresaba muy bien nuestros planteamientos.

 

Lo universal

Creo que esa visión universalista, se enmarca dentro de un punto de vista humanista de la realidad. El aspirar a encontrar características comunes tanto en la realidad física que rige la naturaleza, como en el plano individual, donde ciertas constantes en el pensamiento y en las conductas de los individuos en sociedad, haciéndonos pensar en la posibilidad de estructuras que transciendan lo particular, nos lleva pretender una uniformidad que facilite una mejor y más eficaz relación interindividual e intercomunitaria. Sucesivas oleadas de globalización a lo largo de la historia, que implicaron descubrimientos, colonizaciones y estrategias de imposición de corrientes de pensamiento han sido una constante. La Ilustración ya poseía el aparato científico-conceptual que posibilitó una implantación efectiva tanto en la visión de la realidad como en su aplicación práctica de las relaciones sociales, ya fueran políticas, como comerciales.

 

La medición de las cosas

Algo fundamental para esa relación eficaz y fluida de diversas comunidades es la precisión de la medida de la realidad física y el reconocimiento de patrones comunes. A nosotros, educados en disciplinas cuyo campo de trabajo es la arquitectura y el objeto, nos interesaban muchísimo los instrumentos de medida y lo determinantes que son para la posterior definición de la realidad. Es interesante ver la cantidad de patrones de medida utilizados históricamente en la representación de edificios y planificación urbana, hasta la implantación del metro, y realmente esa aplicación de patrones diversos concreta realidades diversas (ver también las medidas de áreas y como han definido la realidad rural durante mucho tiempo). Y, por supuesto, para el diseño y la primera revolución industrial fue importantísima la implantación de patrones de medida “globales” que posibilitaran el desarrollo de mercados “globales”. Todas estas reflexiones, fueron uno de los motores de nuestra actividad artística y editorial en esos momentos.

 

La expedición como aventura de civilización

Si nos fijamos, desde las primeras campañas militares y comerciales de Mesopotamia allá por el 2300 A.C., hasta la llegada a la Luna en 1969, nos damos cuenta de que la historia del hombre viene definida por una sucesión de expediciones que han marcado la evolución de las sociedades humanas. De diferente intencionalidad, sin embargo, poseen un sentido civilizatorio. Hay algunas por lo singular de la empresa y por la importancia e influencia posterior que conllevan una dimensión romántica merecedora del interés por su estudio. A nosotros nos interesó mucho las distintas expediciones realizadas para la definición del Metro a partir de la medida de la Tierra. Aventuras científicas de triangulación geodésica que definían muy bien el espíritu de la época. Para hacer un homenaje a este momento produjimos el citado monográfico dedicado al Metro patrón, y además presentamos un proyecto a las Becas Botín de una expedición “romántica” al punto 0’0’ en el momento del cambio de milenio. También realizamos una acción en Varsovia sobre una de las líneas ideales que dividen la tierra en longitudes, el meridiano 21º.

 

El plano como generador de formas

El trabajo sistemático sobre estas cuestiones, basadas más en un plano teórico y/o gráfico, nos llevó a desarrollar proyectos en los que la representación llegaba a tener autonomía plena como lenguaje independiente. Proyectos con una “narración” que se plasmaban en una serie de objetos “gráficos” con valor propio. PUNTO FIJO es un proyecto nunca desarrollado plenamente, ya que estaba planteado como una expedición que requería de una gran producción y financiación. Se definió en una serie de dibujos y esquemas. Este proyecto ha ido generando varias imposturas y falseamientos de la historia, típico de muchas de las expediciones realizadas o no. A partir de este material organizamos una serie -que nació sin nombre- finalmente llamada PARADOJAS, que pretendía trasladar al “mapa” estas reflexiones.

 

La ciudad y el equilibrio formal

Este interés por el hecho histórico y su fijación como referencia formal nos hizo centrarnos también en la ciudad como fructífero campo de trabajo. Intuíamos que la ciudad llevaba a concentrar una serie de equilibrios formales fruto de una intención planificada o a raíz de un empirismo secular. Esto hizo que dedicáramos parte de nuestro esfuerzo a la observación de la ciudad y a deducir de esta observación fenómenos formales implícitos. Proyectos como NIVELES Y RASANTES en Granada (inédito), el ya citado 21º, IN/OUT, así como trabajos de campo realizados para Julio Juste, como “Medianerías y Rasantes” y FRAGMENTOS DE CIUDAD, marcaron ese momento en el que el viaje y la ciudad fueron fundamentales.

 

Lo abstracto y lo concreto

El sistema de coordenadas para referenciar cualquier punto en la superficie terrestre se basa en dos realidades complementarias y necesarias para el desarrollo del pensamiento y también para la práctica artística. Una realidad física, concreta y objetiva, como es el Ecuador, en contraste con una línea ideal y arbitraria como es el meridiano 0’ o de Greenwich y que determina un modo de referenciar particular. Nos damos cuenta de que la realidad nos plantea una interpretación que nos obliga a movernos entre la necesidad de desarrollar herramientas y métodos científicos objetivos y una inevitable arbitrariedad en el trazado geográfico. El mundo del arte no ha sido ajeno a esos modelos interpretativos de la realidad y se ha ido moviendo entre lo objetivo y lo subjetivo, dos polos muchas veces excluyentes. Entre el ideal y lo físico. Creo que estos momentos ya empecé a ser consciente de que el arte -y muchas otras interpretaciones de la realidad- nunca podrían ser científicas.

 

El tiempo en la representación

El comic ha desarrollado muchos recursos gráficos para expresar en una viñeta el paso del tiempo sin necesidad de un gran despliegue formal. Hay experiencias en ese campo desde el mismo comienzo de lo que podríamos denominar arte. Lejos de ser objeto estático y fijo, la pintura ha pretendido con ahínco representar la cuarta dimensión, como también hizo con éxito para desarrollar la tercera. Una de las características de varios proyectos, sobre todo en nuestro periodo varsoviano, PUNTO FIJO, PARADOJAS, PÉNDULO... tienen la intención de intentar contener en la representación geométrica la dimensión temporal, dotándola de las características propias de la acción.

 

El color y la memoria

Habíamos tenido experiencias con el estudio del color, desde un punto de vista teórico y también práctico en el contexto urbano. La Diputación de Granada nos concedió la Beca Manuel Rivera y esto nos permitió pasar varias temporadas en Varsovia. Durante todo este tiempo realicé una serie de “paseos” a través de toda la ciudad para intentar entender de una manera intuitiva su funcionamiento y su estructura interna. Esto hizo que tuviera una percepción muy íntima de ella. Realicé muchos apuntes, notas, esquemas y bastante material de campo, pero sin una finalidad concreta. El segundo viaje a Varsovia fue el fin de JGARCÍA, y a partir de ahí empezamos a trabajar por separado. Todo este material realizado en la capital polaca lo dejé reposando. Con el tiempo y casi sin pretenderlo, apareció como fruto de la memoria, una escala de color que definía perfectamente la ciudad que conocí y mi relación personal con ella. Era un color esencialmente subjetivo y podríamos decir emocional, fruto de una sensación particular de un momento vivido. De aquí se formalizó WARSAW´S SCREEN.

 

 

EL ESPACIO OCUPADO

 

Crisis de la razón

En esta primera época de trabajo ya en solitario, aún me interesaba seguir indagando en la representación, en el uso de tecnologías diversas y la formalidad resultante de su aplicación. Una serie de experimentos tecnológicos que, lejos de reafirmar mi “fe” en el número y la realidad material, me fue proporcionando herramientas para entender el arte más como un hecho “poético” que como una disciplina “científica”. Participar en foros de “arte social” me hizo ser consciente de la deriva de la academia artística actual hacia una pseudo-ciencia, subsidiaria de otras pseudo-ciencias como la sociología y la psicología. Una especie de banco de datos, de “cartografías” sociales alejadas de cualquier desarrollo interesante del objeto artístico. Las inercias que provocaban el mundo institucional del arte propias del pensamiento posmoderno, es la que me hizo alejarme definitivamente de este tipo de investigaciones. Ese “racionalismo” que había forjado mi amor por el arte, había llegado a una vía muerta, a la misma que llevó la crítica de las vanguardias hacia la línea histórica de la creación.

 

La ciudad como Utopía

Como he comentado antes, la ciudad es ciudad porque, como objeto, se llega a crear y mantener en ella un cierto equilibrio formal que ha permitido una exitosa vida en comunidad de la especie humana. Sin el asentamiento en núcleos urbanos el ser humano nunca hubiera podido desarrollarse como lo ha hecho. Creo que como todo el que viene de cierta tradición de pensamiento de izquierdas, la utopía ha sido algo referencial para proyectar el trabajo y el pensamiento propio. Algo así como una estrategia de modificación de la realidad para hacer de esta algo mejor, cercano a un ideal de fraternidad y prosperidad. Analizando la ciudad, estaba llegando a conclusiones que instintivamente me hacían ver a esta como la formalización de Utopía. No era que las utopías literarias y políticas se representaran en una ciudad, sino que la ciudad propiamente era la Utopía. La lectura de Mumford (La cultura de las ciudades, La ciudad en la historia, El mito de la máquina, Historia de las Utopías) me asentó y me aclaró esa intuición.

 

Desmontando el No-Lugar

En esta etapa de mi trabajo me interesé, (por varios motivos, como el que tenía que ver con la decisión personal de estar ajeno al mercado, y por tanto la producción de obras no podía generar un problema de colapso por sobreproducción. La producción tiene que estar acorde con el mercado), por la realización de instalaciones que intervinieran en el espacio modificándolo. Una de estas fue NO-LUGAR, una incursión en Utopía. Reafirmando mi idea acerca de que el pensamiento utópico surge del Estado (ciudad) y que la ciudad es la verdadera Utopía, lo que se plantea es, a partir de la idea de que la sociedad humana puede mejorar, proponer una serie de cambios que supongan, mediante una planificación ideológica-intelectual la alteración de las estructuras sociales hacia un fin ideal. Y para este “buen” fin, usar todas las herramientas necesarias para torcer voluntades individuales. En realidad, todas las utopías literarias y políticas son verdaderas distopías.

 

Intervención y codificación espacial

Cualquier actividad humana modifica y altera el espacio, creando un nuevo paisaje y estableciendo una serie de códigos referenciales. Me interesaba mucho esa vocación del arte, la de mediante la puesta en relación de diferentes objetos, intervenir en el espacio. También me interesó mucho la lectura en diferentes planos de una obra, dando la posibilidad de ser obra abierta y por eso inconclusa, posibilitando así explorar diferentes caminos. Uno de los inconvenientes de estas estrategias es la de no consolidar un lenguaje particular y reconocible para el mercado y la categorización de los estudios. Pero una de sus grandes ventajas -y que es la que me anima a seguir experimentando- es la posibilidad de adentrarse por caminos ignotos y tener la necesidad de dar respuestas novedosas que pueden poner en cuestión tu trabajo anterior. Es un proceso crítico y de investigación.

 

El significado del objeto

En este contexto de intervención espacial es muy interesante tener en cuenta la relación entre significante y significado del objeto. La creación de un nuevo orden simbólico o, al menos, la arbitrariedad de la relación (de sentido común) entre significante y significado -ya que puede no existir una relación unívoca entre los dos- y la representación, nos puede llevar al tipo de trampas como la presentada en Ceci n’est pas une pipe de Magritte. Obras como ¡ESCUCHAD! incide en este tipo de relaciones lingüísticas, desvelando, creo, un interés por la poesía. También abordo en ese momento, la relación del objeto con la acción, que lo altera y, por lo tanto también su significado. OCUPADO, otra de las obras de ese periodo, define el objeto a través de la acción.

 

Los sentidos y la memoria

Estoy convencido, a pesar de la matraca de la nueva academia posmoderna, de que el arte no es una construcción intelectual, mejor dicho, es una creación intelectual, articulada a través de los sentidos y necesariamente percibida. Como he comentado antes acerca de WARSAW’S SCREEN, la percepción sensorial es un mecanismo básico a la hora de poder entender y representar la realidad desde un punto de vista artístico. Y la percepción nos permite un almacenamiento en la memoria de datos suficientes para poder desarrollar en un plano formal una sensación. No es que el arte sea sólo sensación, pero sí es fundamental para posibilitar un posterior procesamiento intelectual. De esto nos damos cuenta especialmente cuando escuchamos música. Uno no puede tener un contacto con el arte musical si no es vía sensorial. La pintura, permitiendo cierta distancia, nos ha parecido engañar.

 

La creación como fenómeno histórico

Tradicionalmente las vías de “inspiración” de los artistas han sido la representación de la realidad, la naturaleza y su interpretación. Por este camino se han conseguido sorprendentes avances técnicos y conceptuales que han permitido una evolución histórica del llamado “pensamiento artístico”. Este avance ha hecho del propio arte un campo de estudio para la creación que, mediante la asimilación o la crítica, ha abierto nuevos caminos. Es interesante darse cuenta de que la línea histórica de desarrollo del arte, condiciona, se quiera o no, la propia actividad artística. En obras como IMÁGENES (activada por el recuerdo de una obra de Tiziano) comencé a trabajar con el arte como materia prima. Un “metaarte” que posibilita una reflexión sobre la práctica artística y sus resultados formales.

 

La novedad y lo recurrente

Las vanguardias históricas y su feroz crítica al arte historicista (en el contexto ya de una formada industria de bienes de producción y consumo) nos puso en el camino de la novedad como esencia del arte y puso las bases para una creación urgente de obras efímeras y “a la moda”. La novedad y la juventud como fuerzas de creación de objetos. Un análisis, no especialmente profundo, nos muestra que a lo largo de la historia han habido muy pocos temas de interés para el desarrollo de las grandes obras artísticas. Ha existido una recurrencia a los temas que refieren a la muerte como hecho insoslayable, y los que se derivan de la naturaleza erótica del ser humano. Estos temas han sido tratados con diferentes estilos y resultados formales que muchas veces aparentan cierta originalidad, pero que, examinadas con detenimiento, no dejan lugar a una gran novedad.

 

El sonido como arte plástico

Otro de mis incipientes intereses para esa intervención en el espacio, es recurrir a la música/sonido como elemento plástico. Creo que tras la invención del cine sonoro (después de un proceso histórico que siempre ha relacionado lo visual con lo sonoro –véase la ópera y sobre todo a Wagner–), el arte dejó de tener unas disciplinas estancas, con lenguajes independientes. Creo que estos momentos, la música contemporánea ha pasado a ser un arte espacial (la música de repertorio la podemos entender como un “museo” según palabras de José Vallejo) y las composiciones obras plásticas. Estas pueden funcionar con otros elementos artísticos a modo de instalaciones o solamente con la capacidad de alterar la espacialidad. A partir de ¡ESCUCHAD! he incorporado la música como una herramienta fundamental en la definición de mis obras.

HACIA EL CONFLICTO

 

La decepción del ideal

Tras lo comentado acerca del análisis de la obra de arte y del cuestionamiento de las corrientes utópicas de ideologías invasivas -cuando no completamente autoritarias-, creo que realmente se genera una “crisis” artística que me obliga a dar un golpe de timón a mis planteamientos para adentrarme en caminos inexplorados, tanto formal como conceptualmente. El “ideal” desaparece y la persona y sus conflictos pasan a un primer plano, cuestionando su naturaleza “inocente”. Un descarnado encuentro con la realidad dual del ser humano se produce a través de la lectura sistemática de la obra de Nietzsche (alejada de los prejuicios arrastrados por mi pensamiento roussoniano y que supuso un viaje intensamente creativo) se define la obra TRES ESTANCIAS DE UN APARTAMENTO BURGUÉS. EROS. En un plano formal, aparecen recursos nuevos en mi trabajo, incluidos los técnicos y se abre un múltiple punto de vista con el que mirar una realidad desde distintos ángulos. El espacio, la música, la obra abierta, los fracasos de producción y una nueva visión del ser humano, definen este momento.

 

Lo vital contra la ideología

Uno de los motivos más importantes para esta crisis (crisis en su primera acepción por la RAE: “cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso, o en la manera en que es apreciado”) fue ser consciente de lo limitado y frustrante de usar lenguajes cerrados, que como corsé ideológico, impedían el desarrollo de procesos críticos del trabajo realizado.  Asumir el arte como experimentación, como análisis crítico continuo ajeno a la ideología y como un ejercicio vital. Un arte en continua evolución. Uno de los aspectos que más me han interesado de la obra de Nietzsche es la posibilidad de aportar al pensamiento un carácter creativo. Incluso en su torrente poético, caer en constantes contradicciones. No podemos tomarlo como un pensador al uso que crea esquemas globales, más bien tenemos que verlo como un pensador-poeta que nos descubre el mundo en sensaciones, casi por impulsos vitales. Un heterodoxo.

 

Civilización contra naturaleza

Otra heterodoxa fundamental para el desarrollo de mi obra es la pensadora lesbiana, feminista y profesora de la Universidad de Yale y Filadelfia, Camille Paglia. Su tomo Sexual Personae, es una defensa de la civilización y el arte como estrategia de occidente para alejarnos del fango amorfo de la naturaleza. Una crítica implacable contra Rousseau y sus herederos defensores del “buen salvaje” y en feroz lucha contra las instituciones y mecanismos de civilización occidental. Pensamiento ya instalado en las propias instituciones y que, paradójicamente, intenta desmantelar toda la estructura que ha permitido ejercer esa crítica. En el plano artístico me interesa mucho el planteamiento de cómo el arte y la creación de la forma artística ha definido al ser humano, diferenciado de cualquier otra especie, dotándolo de una capacidad de proyección y transcendencia que le ha hecho tan exitoso.

 

Eros como energía de creación

Otro de los aspectos que ya me empezaron a interesar a partir de la obra IMÁGENES y que ampliaría y desarrollaría en TRES ESTANCIAS…, es el erotismo como energía creativa. He llegado a la conclusión de que la pulsión natural del sexo, el ser humano la ha transformado en un sofisticado mecanismo de creación que es el erotismo. Creo que el ser humano es esencialmente erótico y esta pulsión, junto a la de muerte, define gran parte de su actividad. En la historia del arte hay múltiples y constantes ejemplos donde se evidencia la fuerza creativa de ese impulso. Tres estancias… explora esos caminos, intentando descifrar varios aspectos del erotismo, a través de obras clásicas. De la inercia de esta obra surgió la realización del proyecto GEOMETRÍA DEL DESCONCIERTO. LAS BACANTES, donde se pone en relación esta pulsión erótica con la necesidad de equilibrio y orden: lo apolíneo contra lo dionisíaco.

 

El arquetipo

Varios proyectos de este periodo vienen definidos por un interés en el análisis de este conflicto entre lo apolíneo y lo dionisíaco: GEOMETRÍA DEL DESCONCIERTO, ENTRE APOLO Y DIONISOS y LA TENSIÓN DE LA FORMA. Me atraen mucho los arquetipos, entendidos como estructuras funcionales que subyacen a la conducta de un individuo o sociedad. Esa dicotomía entre la perfección de la forma y la necesidad de orden, y la disolución de la forma, el éxtasis y la pasión -en palabras de Paglia entre “la objetualización y la identificación”-, ha sido importantísima para la creación y para la comprensión de la condición humana, facilitando la implantación de la fiesta como hecho cultural. Comida, bebida, sexo y arte, fundamentales para un razonable equilibrio en todo proceso civilizatorio, donde la necesidad de proyección implica grandes sacrificios a los individuos en sociedad. (En LA CENA Y El COLUMPIO estoy desarrollando estas ideas.)

 

El individuo y la sociedad

Otro de los grandes conflictos del ser humano es cómo se inserta el individuo en la sociedad. La sociedad, para su evolución como grupo, ha necesitado de la renuncia y sacrificio del individuo. Mi natural tendencia libertaria y algo misántropa siempre me ha hecho desconfiar de las ideologías invasoras del espacio personal, aunque soy consciente de la dificultad de vivir en plena libertad. Soy más partidario de reservar espacios de “intimidad”, entendida esta como esa zona espiritual profunda en la que uno es libre realmente y puede configurar una conciencia propia que lo define. En varios proyectos me ha interesado plantear un espacio público en el que cada uno se enfrente con el hecho sucedido de una manera íntima y personal, ajena a valoraciones previas y a prejuicios. El azar de las decisiones ha determinado muchas veces el resultado de esta experiencia. Siempre me ha gustado el individuo, aunque haya momentos que tenga que disolverse temporalmente en la masa social. (Ver ARMONÍA IMPOSIBLE)

 

El club de la heterodoxia

He de decir que siempre me he sentido muy cómodo en la práctica de la heterodoxia. Mi tendencia al solipsismo y la crítica hacia los sistemas imperantes me ha hecho entender el arte como una relación personal con la realidad, un modo de conocimiento profundo y puede que de difícil transferencia. Ajeno a modos, tendencias, mercados y academias, mi relación con el arte es una experiencia vital de enriquecimiento personal y creo que mi manera de estar en el mundo. Una herramienta que facilita (como a otras personas la religión, el pensamiento o incluso el fútbol) un reconocimiento como individuo. En este camino, sobre todo en los últimos años, grandes heterodoxos como Sade, la citada Camille Paglia y sobre todo Nietzsche, han sido fundamentales a la hora de proporcionarme herramientas conceptuales para poder afrontar con valor y energía los proyectos. (Ver EL CLUB DE LA HETERODOXIA)

 

El desconcierto

Tras una primera experiencia de colaboración artística intensa y de una interrelación muy estrecha, que generó (creo que excelentes) resultados unitarios (JGARCÍA), pensé que podía ser interesante un nuevo modelo de colaboración, basado más en la confrontación de ideas y, sobre todo, en la responsabilidad personal. Sin planearlo y fruto de un amor común por ciertas expresiones y estrategias artísticas, comencé a establecer una intensa relación con el historiador y comisario José Vallejo, habiendo estado presente en casi todos mis proyectos artísticos desde hace más de 15 años. Fructífera y enriquecedora colaboración en la que, a través de planos diferenciados -el teórico y el de la práctica-, hemos planteado un compromiso con el análisis artístico. A partir de TRES ESTANCIAS..., junto a Juan Carlos Friebe, establecemos un trabajo sistemático y organizado de estrecha colaboración, tanto en el ámbito de creación como en el de la producción y siempre desde la libertad de pensamiento y ajeno a los modelos colaborativos en boga. (Ver EL SUEÑO DE ISABEL)

 

El hecho como objeto artístico

Otra forma de colaboración, llevada a la práctica en mis últimos proyectos es la establecida con diferentes artistas de otras disciplinas, especialmente la musical, pero no solo, también desde el ámbito de la literatura y las artes escénicas. Esta colaboración no se plantea como fusión de lenguajes, sino más bien la articulación de diversos planteamientos artísticos al servicio del desarrollo de una obra concreta. En este sentido me interesa mucho plantear estrategias de creación que posibiliten caminos independientes que en un momento dado converjan en la resolución final de la obra. Y ésta poder ser recibida como experiencia mediante sensaciones diversas, fruto de lenguajes diversos que pueden funcionar por contraste o por encaje. A este modelo de creación me gusta denominarlo “hecho” y creo que es una forma muy contemporánea de plantear la práctica artística desde una perspectiva individual pero dentro de un contexto de confrontación de experiencias. Un bonito ejemplo es el de la obra COMPOSICIÓN, en la que colaboró el compositor Juan Cruz Guevara.

 

 

LA BELLEZA

Con las notas anteriores he querido dibujar esquemáticamente el recorrido trazado por el proceso creativo que ha sustentado mi trabajo artístico durante las últimas décadas. En este momento me encuentro en una nueva fase que irá progresando bajo el epígrafe de LA BELLEZA.



Trans-, Tras-

Acabo de recibir el número 7 del fanzine francés Eros Mecanique -para mi colección El Corazón Manda, arte y erotismo- que en esta ocasión está dedicado monográficamente al misterioso, extraño y genial artista Pierre Molinier. Ya adquirí hace un tiempo, el bonito catálogo que editó el IVAM valenciano en 1999 -siendo director Juan Manuel Bonet- para “la más importante exposición del artista realizada hasta la fecha”.

La primera vez que pude contemplar directamente el trabajo de este creador -al margen de algún libro, revista de arte o las reproducciones que hizo Marilyn Manson para su disco Lest We Forget-, fue en una galería berlinesa en la que se exhibían una treintena de pequeñas fotografías y collages. Estas obras mostraban un mundo onírico de formas entrelazadas en tensión sexual y corporal, a través de la figura de un personaje andrógino que se distorsionaba utilizando toda la parafernalia típica del fetichismo clásico, es decir, tacones, medias, ligueros, consoladores, látigos y máscaras… personas enmascaradas.

Pierre Molinier (Agen 1900–Burdeos 1976) fue un tipo bastante excepcional, en el sentido estricto de la palabra. Su vida y su obra fue una rareza en el mundo del arte del siglo XX. Pintor “aficionado”, comenzó a usar la fotografía como medio para desarrollar una acción performática entre vida y creación. No fue nunca un “profesional” del arte, entendido esto como alguien que vive de su producción artística (es decir alguien que trabaja para la industria cultural y que depende de una “marca” para acceder al mercado. Cada vez me parece más claro que los verdaderos artistas son los que se dedican al arte por el arte, es decir con una actitud diletante). Durante toda su vida trabajó de pintor de brocha gorda, manteniendo una normal relación con la sociedad. Lo que pasaba en su apartamento-estudio era ya otra cosa.

Molinier vivió casi todo el tiempo en Burdeos y aunque, además de recibir una formación como artesano -vía paterna- se interesó por tomar clases de dibujo y pintura, no fue hasta la década de los 50, en su cincuentena, cuando comienza a realizar las obras por las que lo conocemos, en las que fotografía y collage ganan terreno a la pintura, llegando a definir un lenguaje muy particular y radical. Estas obras llamaron la atención de André Breton y el entorno surrealista y revolucionario, aunque poco después lo despreciarían por excesivamente obsceno e indecente. Molinier, hasta su jubilación en los años 60, se ganó la vida como pintor de edificios, logrando realizar en su ciudad una exposición anual, con la que escandalizaba a buena parte de la sociedad bordelesa. Aunque su creación fue esencialmente erótico-fetichista, su tratamiento manejaba interesantes recursos del arte como la irrealidad, el misterio y la indefinición, un lenguaje poético de gran calado artístico. El resultado formal era el fruto de un proceso íntimo de exposición a los terrenos conflictivos de la persona, que mediante la ritualización de ciertas conductas lograba establecer un equilibrio entre la persona social y el individuo. La utilización del erotismo extremo como una mascarada, le permitió encauzar esta energía conflictiva a través la manifestación de un profundo aparato poético. Para él, el impulso sexual era de vital importancia. Siempre comentó que cuando no pudiera tener una erección y eyacular se pegaría un tiro. El 3 de marzo de 1976 se disparó en la boca.

Molinier articuló su actividad artística –fruto de un proceso de radical intimidad- por medio de lo que me gusta llamar “sublimación de la feminidad”, la veneración y asunción de una serie de códigos culturales que han forjado una idea de mujer. Esto es un proceso fetichista (la civilización occidental pienso que es fundamentalmente fetichista, asentada en la búsqueda y definición de la “forma” como estrategia de defensa ante lo informe primigenio), una identificación con el objeto simbólico. En realidad, este proceder fetichista no tiene una correlación con la orientación sexual. Hay una tendencia muy extendida entre hombres indubitamente heterosexuales, que consiste en vestirse en la intimidad, con ciertas prendas de mujer, especialmente medias ligueros y tacones, para experimentar un placer de devoción hacia lo femenino. Una idealización bizarra que forma parte del ámbito de lo íntimo y que no precisa de ninguna interrelación ni reconocimiento social.

A lo largo de la historia de la humanidad, en diversas civilizaciones y épocas ha habido momentos en los que algunas personas cambian temporalmente de identidad para subvertir el orden establecido mediante la catarsis, el elemento lúdico o los ritos transcendentes. Por poner un ejemplo, como se refleja en Las bacantes de Eurípides, las festividades del dios Dionisos son liberadoras y regeneradoras. Se invierte la naturaleza implicando esto un cambio de roles y una superación temporal de los límites aceptados: las mujeres adoptarán el papel de hombres abandonando los telares y saliendo a cazar, y los hombres asistirán a los ritos vestidos de mujeres.

… 

Que el sexo es biológico es una afirmación tan innecesaria como la de que la tierra es redonda o que todo ser vivo acaba muriendo. Los seres vivos, para transmitir la información genética que hace que la vida se establezca como un continuo, han desarrollado una serie de mecanismos de reproducción que van desde la elemental reproducción asexual (por fragmentación, clonación, gemación…), hasta la más compleja reproducción sexual, aquella que requiere de dos progenitores, y en la que cada uno de los individuos de la especie se clasifica desde el punto de vista sexual en individuos masculinos e individuos femeninos (con un código de caracteres genéticos XX y XY -o similares- que los define) y en proporciones similares. Una serie de técnicas de atracción y apareamiento, controladas por una carga hormonal y otras atribuciones corporales, permiten seleccionar especialmente a los individuos más fuertes y sanos para posibilitar una estable renovación de las poblaciones. El Homo sapiens forma parte de este último grupo, como resultado de la evolución de una estirpe de primates denominados hominoides.

Una de las grandes innovaciones de la especie humana ha sido la de generar un entorno cultural gracias al desarrollo de una formalidad simbólica que posibilita una visión transcendente de la vida. La conciencia de la muerte tiene mucho que ver en todo esto. Los animales de otras especies superiores actúan tanto individual como colectivamente por medio de directrices determinadas por un potente instinto innato. La capacidad de comprender conceptos abstractos, el desarrollo del espíritu o la conciencia crítica ha ido relegando en el ser humano ese comportamiento instintivo por uno cultural, lleno de códigos.

Igual que los humanos en situaciones normales no devoran la comida como simple proceder para la nutrición, sino que hemos desarrollado una serie de procesos culinarios de transformación de los alimentos, que inmersos en contextos sociales, han hecho del acto de alimentarse un momento de disfrute y relación, en el terreno del sexo hemos creado un sofisticado aparato de conductas que podemos denominar erotismo y que hacen que el acto de fecundación trascienda a un plano cultural, en el que un conjunto de códigos, tabúes y prohibiciones organizan esa relación social de intimidades. En cada sociedad y época se han establecido una aceptada normalidad de conductas, pero lo que parece que siempre ha sido una constante es la subversión de estos códigos mediante comportamientos singulares. Quizá la conducta más extendida es la homosexual, ya sea como orientación sexual, o como parte de una experimentación de actividades sexuales alejadas radicalmente de la procreación.

Comportamientos más singulares son la utilización de la violencia en diversos grados como fuente de placer erótico, el uso de elementos artificiales de naturaleza fetichista, el placer de los excrementos, y otra gran variedad de parafernalias de excitación que necesita de un entorno propicio y codificado para su realización.

Una de las estrategias que el ser humano ha configurado para la pervivencia de una especie tan débil ha sido la de favorecer fuertes uniones estables de individuos de ambos sexos en edad fértil para procrear en entornos familiares. El matrimonio en sus diversas modalidades y la familia como entorno social nuclear de las sociedades, ha sido uno de los grandes éxitos civilizatorios. Esto se ha conseguido mediante una serie de prohibiciones legales o religiosas que permitieran cierta estabilidad. La doble moral, como eficaz diferenciación entre la esfera privada y la pública, ha facilitado una relativa realización personal, y tabúes como el incesto han favorecido la renovación genética. Además, el ser humano, como gran parte de las especies animales, basa sus relaciones sociales en unos esquemas de especialización, tanto por sexo como por edad -que han sido importantes por ejemplo para el cuidado de los mayores por parte de las nuevas generaciones- generando ciertos roles de masculinidad y feminidad, debido fundamentalmente al factor diferencial de embarazo/parto y la crianza de neonatos muy poco desarrollados e indefensos.

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Trans. Originalmente es una preposición latina con acusativo, trans-, tras- que funciona en español como prefijo (trans-) y que esencialmente significa ‘que atraviesa’, ‘sobrepasar’, ‘de un lado a otro’, ‘del otro lado’, ‘más allá’. Está vinculado a la raíz indoeuropea tera- (‘pasar por’, ‘cruzar’). Diccionario de etimologías.

Como hemos visto, la especie humana en relación a la reproducción es sexuada y vivípara (el embrión se produce y se desarrolla –tras ser fertilizado por un individuo macho- en el interior de la hembra). Existe en otras especies una reproducción sexual realizada por individuos hermafroditas que poseen las características propias de los dos sexos, produciendo espermatozoides y óvulos, y con capacidad de autofertilización. Algunos moluscos, anélidos y peces tienen estas características.

En el ser humano, igual que sucede con otras anomalías genéticas, hallamos un porcentaje de individuos que no llegan a desarrollar ninguno de los rasgos totales de uno de los sexos y poseen gónadas con tejidos de ambos sexos en distintas proporciones, aunque por esto mismo tienen imposibilitada la reproducción. También existen otro pequeño porcentaje de individuos que teniendo las características propias de un sexo y debido a una serie de desajustes, entre ellos los hormonales, presentan una disconformidad psicológica con su cuerpo. Es un trastorno que puede generar, en algunos casos, un estado de grave crisis mental que impide llevar una vida con normalidad, ya que origina un gran desequilibrio entre la percepción social y la personal, llegando a producirse efectos dramáticos. En el último siglo, a consecuencia del grandísimo avance en la medicina y la cirugía, estos trastornos han podido encauzarse mediante un proceso de adaptación hormonal y en última instancia al cambio de órganos genitales, todo ello acompañado de una terapia psicológica que ayudara a esa radical transición. En casos bien diagnosticados y tratados, el éxito es total y la vida de esta persona llega a ser plena con su nueva identidad sexual.

Cuando el conflicto con el cuerpo es debido a otros problemas existenciales, temporales o crónicos, este proceso puede llegar a ser destructivo. (Es bien conocido el Caso Reimer o John/Joan, en el que al niño David Reimer, tras perder el pene debido una fatídica operación de fimosis a los 8 meses (1965), el psicólogo John Money le reasignó el sexo femenino para así poder confirmar sus estudios sobre intersexualidad y roles de género (que básicamente exponían que lo preponderante en la definición de la sexualidad del individuo es el concepto de sexo de asignación y de crianza, siendo este un “constructo” social). Aprovechando que David tenía un hermano gemelo, cado uno de ellos sería criado según un rol, el masculino para Bruce y el femenino (con tratamiento hormonal y operación genital) para David – a partir de ese momento Brenda-. Aparentemente las notas del psicólogo parecían indicar el éxito del “experimento”, pero tras grandes conflictos familiares y personales, se destapó toda la estafa. Los padres mentían en las sesiones de control y el psicólogo Money utilizaba técnicas de terapia con los jóvenes hermanos poco ortodoxas y bastante denigrantes. Brenda nunca se sintió mujer y a los 15 años empezó a vivir como hombre. Sus padres le contaron la verdad (uno de los requisitos del ensayo fue que el joven no fuera informado) y decidió volver, médica y quirúrgicamente, a su sexo biológico, llegando a casarse con una mujer y ser padrastro de 3 hijos. Su vida fue una desgracia. Su hermano, tras todo el proceso, sufrió esquizofrenia y se suicidó con una sobredosis de antidrepresivos. No pudiendo soportar el remordimiento de lo sucedido con su hermano ni el fracaso de su nuevo rol como hombre en su familia, también se suicidó pegándose un tiro en la cabeza. El padre, alcohólico y desesperado por lo acontecido, fue el siguiente en quitarse la vida. -John Money es uno de los ideólogos de la identidad de género y lo que más me sorprende es que su investigación fue un cruel y despiadado fracaso, que choca con cualquier conclusión científica favorable. Este psicólogo es uno de los padres de toda esta nueva ola de legislación sustentada casi exclusivamente en la ideología.-)      

A lo largo de la historia han existido este tipo de trastornos, así como otros de naturaleza genética o psicológica, como los que hoy llamamos depresión, desdoblamiento de la personalidad, esquizofrenia, trastorno bipolar, síndrome de Cotard,… o discapacidades y alteraciones corporales que definen la singularidad de un pequeño porcentaje de la población. Pero lo que entendemos hoy por transexualidad (el tránsito de un sexo a otro mediante intervenciones médicas y quirúrgicas) no ha existido hasta el siglo XX, en el que se ha llegado a poder alterar ciertas funciones vitales.

Aunque el ser humano tiene un sexo definido (con las excepciones que hemos señalado), la orientación y preferencia sexual es muy variada. Hombres y mujeres atraídos exclusivamente por otros hombres y otras mujeres, con una actividad sexual concreta, o mujeres y hombres que puntualmente se sienten atraídos sexualmente por personas del mismo sexo sin dejar de sentirse heterosexuales. La orientación o el gusto no determina el sexo biológico. También es cierto que el sexo tiene unos componentes extra genitales y hormonales que acentúan la masculinidad o feminidad. Hormonas como la testosterona hacen que los hombres con una producción alta, desarrollen gran cantidad de vello corporal, voz profunda, hombros anchos y pectorales fuertes, así como de una producción baja o un déficit resulten individuos barbilampiños, de constitución ectomorfa y con más tejido adiposo en el pecho, por ejemplo. En las mujeres sucede algo análogo. Esto no quiere decir que su cuerpo no corresponda a su sexo biológico, sino que tiene acentuadas ciertas características, que por otro lado son totalmente normales en la amplia diversidad de tipos humanos.

En cuanto a los afectos, ¿podemos decir que si una joven adolescente siente amor por su mejor amiga es necesariamente lesbiana, o es un chico atrapado en un cuerpo de mujer? Evidentemente no. Existen toda una variedad de afectos que no conllevan una implicación sexual, como son los de fraternidad y amistad, los familiares, los de admiración… que pueden ser muy exclusivos e intensos, sobre todo en periodos clave como la adolescencia. Por otro lado, ¿podemos decir, por ejemplo, que un adolescente que se masturba junto a un amigo o tiene algún contacto con él, evidencia su homosexualidad? Pues tampoco. Puede formar parte de ciertos ritos de aprendizaje desarrollados por jóvenes individuos. O ¿Podemos afirmar que una chica que tiene conflictos en el proceso de maduración tanto física como psicológica con su cuerpo y su imagen social –hace unos años se alertó como estos influían en la nutrición, llegando a parecer una epidemia- es que está condicionada por un cuerpo que no le corresponde? Claro que no. Hay momentos vitales en que ciertas personas no se sienten cómodos con su cuerpo, ni siquiera con su espíritu, y por tanto en la relación con su entorno. Hay momentos en los que no nos reconocemos y que sentimos un malestar vital de difícil interpretación. Actualmente, cuando la patologización de la vida ha llegado a ser casi general, se pretende categorizar cualquier desequilibrio en el estado de ánimo, identificando trastornos varios como la ansiedad, las fobias, el TDHA, el TEA, la anorexia…, y proponiendo diversas alternativas de tratamiento, haciéndonos creer que la sociedad contemporánea produce individuos enfermos y que esta misma sociedad tiene la obligación de curar mediante fármacos y terapias, lo que posiblemente sea el conflicto natural del ser humano con la vida ante la dificultad de articular su búsqueda de sentido con lo objetivamente absurdo de lo efímero. Lo que antiguamente se gestionaba mediante la religión y otras bien consolidadas estrategias sociales, hoy, en un contexto de imperante relativismo, tras la pérdida de la capacidad de transcendencia y un presentismo radical -que nos está haciendo incapaces ante el conflicto-, ha quedado en manos de una poderosa industria médica y de estudios psicológicos.

Me cuesta entender cómo se está sustituyendo una objetiva y clara definición científica de sexo, por un término como el de género, que es de origen lingüístico, creado por la semiótica, y tan alejado de la biología. El género en relación al ser humano no existe en la naturaleza. Es una construcción intelectual consolidada en el pensamiento posmoderno, y utilizada como tantas otras cosas para categorizar los variados y sutiles comportamientos humanos. Diría que es una herramienta de control que está obligando a adolescentes a definirse dentro de las categorías de género establecidas por el posicionamiento dominante en las nuevas élites culturales, y de una manera artificial se están imponiendo actitudes y comportamientos a la moda de una visión estereotipada de las conductas sexuales. Una radical polarización de las categorías binarias alentada por las políticas identitarias. 

Siempre la maduración sexual e intelectual de un individuo se ha producido mediante unos ritos de paso implantados socialmente y más tardíamente a través de procesos de aprendizaje durante el periodo de adolescencia y juventud. Como ejemplo de lo comentado en el párrafo anterior quiero hacer dos pequeñas reseñas. La primera sobre un titular de prensa de hace unos pocos días: “El Gobierno navarro preguntará a niños de diez años por su orientación sexual. El departamento de Educación incide en que para la realización del estudio ‘no es necesario contar con permisos familiares’”. El Debate (24/11/22). La administración quiere que los niños, que aún no han llegado a la madurez sexual se definan como “heterosexuales”, “homosexuales”, “bisexuales”, “heteroconfusos”,… (Me pregunto para que querrá el Estado la “definición sexual” de los jóvenes). Y este titular me lleva a una conversación con una amiga, madre de una chica de 14 años, que me comentaba como los estudiantes del instituto de su hija se veían “obligados” por el entorno a definirse dentro de la nueva nomenclatura creada por los estudios de género: “agénero”, “bigénero”, “cisgénero”, “género fluido”, “intergénero”, “no binario”, “pangénero”, “transgénero”… y así hasta casi una cuarentena de neologismos. Una verdadera hipoteca con un estrafalario adjetivo, que te obliga a hacerlo coincidir contigo mismo mediante la adjudicación de una etiqueta.

… 

Uno de los mayores conflictos del individuo es la relación que establece con la sociedad –que es una agrupación de individuos para facilitar y conseguir objetivos comunes-. Distintos modelos de organización se han experimentado a lo largo de la historia en los que unas veces el individuo se ha diluido totalmente en la estructura social debido a un férreo control, y otras se le ha permitido cierta autonomía de actuación y conciencia pudiendo llegar hasta la disidencia. Las democracias liberales han resultado la estructura social más respetuosa con las libertades individuales, estableciendo equilibrios razonables entre los intereses comunes y los particulares, con la aspiración de generar estados “sociales de derecho” que persigan una igualdad razonable, en la que todos los ciudadanos tengan los mismos derechos y el Estado posibilite una equiparación social y de renta, con especial atención a los individuos más desvalidos. Este igualitarismo muchas veces choca con la pluralidad y el derecho a la discrepancia. Con un afán intervencionista, los Estados tienden a homologar realidades diversas y muchas veces tratando como norma lo que son excepciones.

¿Debería el Estado fomentar el establecimiento de parejas estables que crearan familias con varios hijos que pudieran ser educados con cierto nivel y formados para desarrollar una actividad productiva? Parece que visto el invierno demográfico que amenaza a la mayoría se países occidentales, diría que sí. Eso ayudaría al bienestar general, al cuidado de las clases pasivas y al establecimiento de sociedades dinámicas y avanzadas.

¿Debería el Estado defender la libertad individual para tener relaciones sexuales con personas del mismo sexo, respetar y hacer respetar las opciones de vida no estandarizadas o modos de expresión no comunes? Por supuesto, esta debería ser la característica principal de una sociedad liberal respetuosa con el individuo.

¿Serían estas dos responsabilidades del Estado de la misma relevancia social? Yo creo que no. La consolidación de una fuerte “clase media” de un estándar de “normalidad” es importantísimo para la estabilidad y equilibrio social.

Existen dos tipos de marginalidad, la derivada de las estructuras sociales establecidas que afecta a las capas más vulnerables, con pocos recursos y en riesgo de exclusión debido a la fragilidad de su situación: personas mayores, enfermos, discapacitados… Contra esta marginalidad el Estado tiene la obligación de luchar y facilitar su deseada integración social.

Pero existe otro lado de la marginalidad que es buscada, que implica una vida contracorriente y al margen de estructuras reguladoras. Existen y han existido a lo largo de la historia individuos o grupos de personas que han optado por desarrollar una vida ajena a sistemas económicos y/o sociales dominantes -aventurándose a la pérdida del paraguas de seguridad que posibilita una relación estable con la sociedad- a cambio de mantener una vida dirigida por unos principios no comunes. En la actualidad occidental, en la que existe una gran implantación de coberturas sociales, cierta visión “progresista alternativa” de condición urbana y universitaria (que yo llamaría más bien “pequeño-burguesa chic”, o “urban cool” en la jerga actual) aspira a que las sociedades sustenten todo tipo de comportamientos “marginales” e incluso que lleguen a tener reconocimiento legal. Como ejemplo bastante anecdótico, pero muy gráfico de la apropiación por la corriente dominante de actitudes contestatarias, es el mundo de los tatuajes. Mi padre tenía esparcidos por todo el cuerpo pequeños tatuajes (corazones, puñales, calaveras, ojos…) que le dibujaron en su periodo de servicio militar. Durante toda su vida se sintió avergonzado de ellos y siempre procuraba no mostrarlos ya que estos se identificaban con una serie de actitudes alejadas de lo que se suponía tenía que ser un honrado trabajador padre de familia.

Plantear un cambio radical en las estructuras biológicas no deja de ser una acción “marginal” y como tal ha existido durante siglos. El Estado no puede legislar estableciendo una inseguridad jurídica respecto a las convenciones y estructuras sociales. Como ejemplo quizá extremo, pero muy esclarecedor de la situación que se está produciendo en relación a las personas que buscan un reconocimiento legal a sus “sentimientos”, quiero señalar el de una estudiante de secundaria de Melbourne (Australia) que se define como “interespecie”. Comenzó a sentirse como una gata y a actuar en consecuencia como este felino. La familia y el instituto le están “acompañando y orientando en el proceso”.

La reivindicación del papel de la mujer en la sociedad ha llevado a estandarizar en las democracias occidentales una total igualdad de derechos de ciudadanía para todos los individuos independientemente de su sexo. Partiendo de la base de que tenemos que aspirar a la igualdad de derechos, somos conscientes –incluido el movimiento feminista- de las particularidades de cada uno de los sexos en cuanto a su interacción social (aspectos relativos a la procreación –embarazo-, la higiene –baños públicos-, constitución corporal –deportes-, organización de colectividades –prisiones-…). Romper estos equilibrios con una arbitraria “autodeterminación de género” crearía una absurda e inextricable situación social y administrativa, generando una inseguridad tanto personal como jurídica.

Desde hace décadas las soluciones médicas y sociales a la llamada disforia (f. Med. Estado de ánimo de tristeza, ansiedad o irritabilidad.) de género están establecidas y son socialmente aceptadas, dando alternativas a individuos que necesitaban de una respuesta. Por otro lado, el Estado no debería de regular cuestiones que forman parte de la intimidad como son las sexuales, y sobre todo no puede normativizar y estandarizar comportamientos y visiones del mundo que son particulares, o transitorios y cambiantes.

Se está confundiendo el necesario respeto hacia las diversas opciones vitales, con la creación de unos falsos e imposibles derechos jurídicos. Hay que dejar de tratar a las personas que tienen, deciden, optan o desean un comportamiento sexual particular, como parte de un colectivo, y tratarlos como individuos libres y con derechos y deberes, fomentando una tolerancia real, no una tutela del Estado en nombre del progresismo. Legislar sobre la esfera de la intimidad es el fin del último reducto de libertad del individuo.



Heartbreak Hotel

El 10 de enero de 1956, se reunieron (en los estudios de la RCA Records del 1525 de MacGavock, Nashville –Tennesse-, mítica ciudad sureña, cuna del country), Bill Black –bajo-, Scotty Moore –guitarra-, DJ Fontana –batería- y Floyd Cramer –piano- junto a la nueva estrella emergente del rockabilly Elvis Presley, para grabar el primer single para su nueva compañía. La canción seleccionada por Elvis para su estreno con la RCA fue el blues “Heartbreak Hotel”, compuesto por Thomas Durden, -guitarrista en Smiling Jack Herring and his Swing Billies- con la colaboración de la profesora de secundaria y publicista, Mae Boren Axton, con la intención de proponérsela al cantante, a cambio de una participación en la autoría, para ser grabada como su nuevo single.

“Heartbreak Hotel” se lanzó al mercado a finales de ese mes de enero y en febrero se estrenó en televisión en el programa de la CBS Stage Show, y más tarde en The Ted Sullivan Show, convirtiéndose en número 1 en las cuatro listas de música pop estadounidense y manteniéndose en ese lugar hasta 17 semanas. Fue el primer gran éxito del que poco más tarde sería conocido mundialmente como el “Rey del Rock”.

Los orígenes del Rock and Roll son algo difusos. Hay que tener en cuenta que es una música que sintetiza una serie de géneros populares desde los años 20, especialmente el blues, el hillbilly, el boogie woogie y el country, músicas populares de tradición negra y blanca, que en los años 50 empezó a animar a gran parte de la juventud americana, hecho que alentó a djs y productores a definir un nuevo estilo que fuera del gusto de blancos y negros a través de jóvenes y descarados nuevos talentos. Tenemos pioneros a finales de los 40 como Roy Brown, Wynonie Harris o el mismísimo Bod Diddley, pero no es hasta los primeros 50 cuando figuras como Chuck Berry, Bill Haley, Little Richard, Buddy Holly o el gran Eddie Cochran, definen un nuevo modo de hacer música popular que sería de gran impacto para las nuevas generaciones. Aunque hay un montón de singles grabados desde comienzos de los 50, existe cierto consenso, con el que yo estoy de acuerdo por su impacto global y su carácter simbólico, en que el disco largo Elvis Presley (1956) se convierte en el gran aconteciendo que definirá la nueva y exitosa música juvenil.

Elvis Presley (Tupelo, Misisipi 1935 – Memphis, Tennessee 1977) es sin duda una de las grandes figuras del siglo XX. Sobre todo en la etapa de crecimiento económico que se produce tras la Segunda Guerra Mundial y la configuración de una nueva industria cultural de espectáculo destinada a la juventud. Un icono de la américa triunfante, optimista y vitalista.

De 54 al 58, Elvis protagonizó una serie de momentos irrepetibles. Su talento artístico, empujado por una belleza insultante y un carisma arrollador, que sabe poner genialmente en escena todo el torrente de una nueva y estridente música que provocaba pasiones tanto en jovencitas enamoradizas como en jóvenes que deseaban nuevos modelos para encauzar su rebeldía, hicieron de este Elvis un símbolo de un tiempo nuevo. Tras su vuelta del servicio militar en Alemania (1960) y después de enfocar su éxito hacia el devorador de estrellas cine de Hollywood, Elvis vuelve a los escenarios a finales de los 60 con grandes problemas de adicciones y en un momento en el que la música Rock estaba en el tiempo de la psicodelia y las grandes bandas progresivas, habiéndose quedado el Rock and Roll en un plano muy residual. Para mí, este Elvis setentero crea unos de los más sublimes momentos de la música popular americana. La caída de un ídolo, excesivo, patético, envejecido y perdedor, hace de él un antihéroe crepuscular, que desde Las Vegas sigue desplegando un talento asombroso en la interpretación de monumentales y épicas canciones llenas de melancolía.

Este escrito es la introducción a una nueva edición de J/G EDICIONES que tiene como protagonista el citado blues “Heartbreak Hotel”. Según los autores, la letra nace de una noticia de prensa que relata el suicidio en un hotel de un exmarine, cuya novia no acepta su proposición de matrimonio, y que después de varios atracos y problemas con la policía se suicida en un hotel dejando la siguiente nota: “Si te paras en una esquina con un paquete de cigarrillos o una botella y no tienes nada que hacer en la vida, te sugiero que te sientes y pienses. Esta es la historia de una persona solitaria que caminaba por una calle solitaria. Espero que esto ayude a alguien en el futuro”.

Una canción de soledad y corazones rotos que necesitan un refugio para curarse:

 

Well, since my baby left me

Well, I found a new place to dwell

Well, it’s down at the end of Lonely Street

At Heartbreak Hotel

 

Where I’ll be, I’ll be so lonely, baby

Well, I’m so lonely

I’ll be so lonely, I could die

 

Although it’s always crowded

You still can find some room

For broken hearted lovers

To cry there in their gloom

 

Be so, they’ll be so lonely, baby

They get so lonely

They’re so lonely, they could die

 

Now, the bellhop’s tears keep flowin’

And the desk clerk’s dressed in black

Well, they’ve been so long on Lonely Street

Well, they’ll never, they’ll never look back

 

And they get so, they get so lonely, baby

Well, they are so lonely

They’re so lonely, they could die

 

Well, now, if your baby leaves you

And you got a tale to tell

Well, just take a walk down Lonely Street

To Heartbreak Hotel

 

Where you will be, you will be lonely, baby

Well, you will be lonely

You’ll be so lonely, you could die

 

Although it’s always crowded

But you still can find some room

For broken hearted lovers

To cry there in their gloom

 

Where they get so, they get so lonely, baby

Well, they’re so lonely

They’ll be so lonely, they could die

 

Thomas Durden,

Mae Boren Axton

y Elvis Presley,

RCA Record, 1956

 

Bueno, desde que mi chica me dejó

Bueno, encontré un nuevo lugar para vivir

Bueno, está al final de Lonely Street

En Heartbreak Hotel

 

Donde estaré, estaré tan solo, nena

Bueno, estoy tan solo

Estaré tan solo que podría morir

 

Aunque siempre está lleno

Todavía puedes encontrar algún sitio

Para los amantes de corazones rotos

Para llorar allí en su penumbra

 

Será así, estarán tan solos, nena

Se sienten tan solos

Están tan solos que podrían morir

 

Ahora, las lágrimas del botones siguen cayendo

Y el recepcionista está vestido de negro

Bueno, han estado tanto tiempo en Lonely Street

Bueno, nunca, nunca mirarán hacia atrás

 

Y se vuelven tan, se sienten tan solos, nena

Bueno, están tan solos.

Están tan solos que podrían morir

 

Bueno, ahora, si tu chica te deja

Y tienes una historia que contar

Bueno, solo da un paseo por Lonely Street

Al Hotel Heartbreak

 

Donde estarás, estarás solo, chaval

Bueno, estarás solo

Estarás tan solo que podrías morir

 

Aunque siempre está lleno

Pero aún puedes encontrar algún sitio

Para los amantes de corazones rotos

Para llorar allí en su penumbra

 

Donde se ponen tan, se vuelven tan solos, nena

Bueno, están tan solos

Estarán tan solos que podrían morir

 

 

Diversas interpretaciones de Elvis a lo largo de su carrera:

https://youtu.be/MzRnKQrm61w

1956

https://youtu.be/W4euyTDhFnk

1956

https://youtu.be/juzexCxjQTk

1957

https://youtu.be/9179nS0o2sE

1968

https://youtu.be/WYwMq1VPV7I

1968

https://youtu.be/3zzUOHImPa0

1972


HEARTBREAK HOTEL

Blues en 15 fotografías digitales

J/EDICIONES Nº5

(VER)



De valores y sentires. Nº10: La delación

La noche del 21 de marzo de 1999 en el Shrine Auditorium de Los Ángeles, ya avanzada la ceremonia de entrega los 71º premios Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, un circunspecto y algo nervioso Robert de Niro comienza su alocución: “Este año la Academia quiere ofrecer su Oscar Honorífico a un hombre cuya obra es de vital importancia para la historia del cine americano. Él fue el maestro de una nueva manera de actuación psicológica y comportamiento creíble. El trabajo que hizo con los actores nos trajo una emocionante nueva realidad a la escena y a la pantalla. Más que ningún otro él nos inspiró y enseñó un nuevo respeto por nosotros mismos, actores, y el poder potencial de nuestra profesión…”, y continua su compañero en el escenario, Martin Scorsese: “La pasión de sus actuaciones emparejada a su pasión por explorar el reprimido pero furioso descontento de nuestra civilización en un tiempo en el que prevalecía una mansa voz americana, ese poético realismo, ese enfadado romanticismo simple, expresado fervientemente en relación a básicos conflictos entre razas y religiones, clases y generaciones de hombres y mujeres. Aquí están ambos momentos, los tiernos y los odiados, de una larga vida de disputado amor hacia su país de adopción que forma a un ferozmente dotado inmigrante llamado Elia Kazan.”

Este fue el discurso de entrega del Oscar Honorífico de esa edición concedido al director americano de origen griego-turco. Este, al recogerlo agradece a la Academia “su coraje”, mientras una parte importante de los asistentes se levanta para aplaudir (podemos ver a un emocionado Warren Beatty) y unos cuantos (entre los que se hacen ver singularmente Nick Nolte y Ed Warris) sentados, cruzan los brazos en señal de desaprobación.

Martin Scorsese tras las palabras de Kazan, se funde en un abrazo con uno de sus directores más admirados, y como nos narra en el documental A Letter to Elia (2010), fundamental para entender su cine y su vida, ya que se identificó plenamente con el retrato que hace de inmigrantes como su familia.

Elia Kazan filmó entre comienzos de los 50 y la primera mitad de los 60, cuatro o cinco películas fundamentales para la historia del cine -Un tranvía llamado deseo (1951), La ley del silencio (1954), Al este del Eden (1955), Esplendor en la hierba (1961), América, América (1963)-, además de ser unos de los más brillantes dramaturgos de Broadway, primero en el Group Theatre y posteriormente como uno de los fundadores del prestigioso Actors Studio en 1947, en el que se formaron los más importantes actores de esa generación. Pero si es conocido popularmente por algo este gran creador es por el polémico episodio de la “Caza de Brujas”, cuya cabeza visible fue el senador McCarthy.

El abril de 1952, Kazan fue llamado a declarar bajo juramento a una sesión pública del Comité de Actividades Antinorteamericanas de la Cámara de Representastes, donde confesó que fue simpatizante y miembro del Partido Comunista durante 19 meses, mientras formaba parte del Group Theatre en Nueva York.

Esta comisión de investigación surgió en 1938, presidida inicialmente por el demócrata Martin Dies –representante por Texas en la cámara baja del Congreso-, como consecuencia de la tensión ideológica que se infiltró en el régimen democrático estadounidense, en primer lugar de fascistas y posteriormente de comunistas, contagiando grupos de poder e instituciones, sobre todo en el ámbito cultural y promocionado por la URSS, llegando a ser visto como una amenaza para el sistema de libertades de los EEUU. En los años 50, Joseph McCarthy –que no formaba parte de la Comisión ya que pertenecía a la cámara alta y la HCUA (siglas en inglés de esta) era una comisión de la cámara de representantes-, senador republicado e iluminado luchador contra las actividades antipatrióticas, llevó lo que era una preocupación razonable por elementos desestabilizadores, a un estado paranoico de control de las actividades culturales del país, llegando a producirse un problema de libertad de expresión e ideológica. En ese contexto se llamó a declarar ante el Comité a una parte importante del Hollywood cinematográfico e intelectuales que era conocido que formaban parte o simpatizaban con el Partido Comunista.

Tras la primera declaración de Kazan, y debido a fuertes presiones, fue llamado nuevamente ante el Comité, y si en el primer testimonio, solo confesó su pertenencia al partido sin dar ningún nombre más, en el segundo ofreció un listado de 8 nombres de militantes: Clifford Odets, J. Edward Bromberg, Lewis Leverett, Morris Carnovsky, Phoebe Brand, Tony Kraber, Ted Wellman y Paula Miller, pertenecientes al Group Theatre, que por otra parte ya era conocida su filiación por el Comité.

Y aquí es donde se establece un interesante dilema moral, no resuelto, como se evidenció en la entrega (merecida claramente por méritos artísticos) del Orcar Honorífico.

En 1954 Kazan realiza la película On the Waterfront (La ley del silencio en España) con guion de Budd Schulberg (desencantado con la URSS y que también testificó ante el Comité), producida por el gran Sam Spiegel, y protagonizada por un magnífico Marlon Brando, alumno de Kazan en el Actors Studio y colaborador en las anteriores Un tranvía llamado deseo y ¡Viva Zapata!. Según la Wikipedia, esta es la trama: “La vida de los estibadores de los muelles neoyorquinos es controlada por un mafioso llamado Johnny Friendly (Lee J. Cobb). Terry Malloy (Marlon Brandon) es un exboxeador que trabaja para él y ha sido testigo y autor indirecto de alguna de sus fechorías. Cuando conoce a Edie Doyle (Eva Marie Saint), hermana de una víctima de Friendly, se produce en él una profunda transformación moral que lo lleva a arrepentirse de su vida pasada. A través de Edie conoce al padre Barrie (Karl Malden), quien le anima para que acuda a los tribunales y cuente todo lo que sabe.”  

Tras el asesinato de su hermano -capo del sindicato portuario- por intentar defenderle, se propone matar al responsable (algo que no consigue) y posteriormente decide declarar ante la justicia en un acto de dignidad hacia todas las víctimas y afectados por las prácticas mafiosas. En la angustiosa secuencia final, Terry Malloy reivindica sin ningún tipo de dudas su acción gritando “¡Me estaba traicionando a mí mismo durante todos estos años y ni siquiera lo sabía!”, “¡Me alegro de lo que hice!, ¿lo oís?, ¡Me alegro de lo que hice y continuaré haciéndolo!”

Creo que esta película, más que una excusa o justificación de lo que hizo es una verdadera declaración de intenciones. No puedo dar una opinión bien formada sobre Elia Kazan, ya que no soy historiador, no he realizado ningún estudio riguroso sobre su figura y no he tenido acceso a su punto de vista más íntimo. Me puedo ceñir a sus conocidas declaraciones públicas (autobiografía y varias entrevistas). Pero hay ciertas afirmaciones de Kazan en el Comité, reafirmadas posteriormente que me parecen bastante razonables. Sí es verdad que me cuesta justificar a un “delator”, aunque lo haga por causa justa. Nunca entendí ese modo de proceder. Siempre he sido partidario de la responsabilidad personal y de las pruebas objetivas e irrefutables como fuente de acusación. Las declaraciones personales siempre me parecieron muy peligrosas y sesgadas, en cualquier caso. Pero vamos a exponer sus argumentos:

Primero, que nunca ocultó su pertenencia al Partido, autoinculpándose.

Segundo, que había sido un fiel y disciplinado militante, a las órdenes de la célula correspondiente, para difundir el ideario comunista.

Tercera, que tras un tiempo de simpatía y militancia convencida, se fue dando cuenta de que el Partido lo que buscaba era una sumisión total hacia sus dictados, sin posibilidad de crítica.

Cuarto, que la injerencia artística de Partido y sus responsables, no podía ser asumida por un “creador”, no admitiendo que el Group Theater fuera exclusivamente un instrumento ideológico del Partido.

Quinto, que el Partido estaba claramente al servicio de la URSS y sus intereses globales, y que el pacto entre Hitler y Stalin (Pacto Ribbentrop-Molotov de 1939) de no agresión mutua, fue demoledor para gran parte de la convencida militancia antifascista. Nos cuenta que: “Antes de eso, -el Pacto de No Agresión- los comunistas americanos no paraban de decir que América tenía que entrar en la guerra y luchar contra los alemanes. Que Roosevelt (que para Kazan era un héroe) era un monstruo por no combatir contra los alemanes. Luego, de pronto, cuando Rusia y Alemania se hicieron aliados, vi cómo mis viejos amigos se desdecían: ‘No debemos entrar en la guerra’. Y pensé: ‘¿A favor de quién están? Ni de América ni de Rusia.”

Sexto, que era un convencido patriota estadounidense y que amaba la posibilidad que se le ofreció de una nueva vida en una nueva tierra (lo reflejaría más tarde en su película América, América).

Séptimo, que fue consciente de que el Partido estaba al servicio de una potencia extrajera en “guerra -fría-“ contra los USA.

Octavo, que por todo esto abandonó el Partido y su militancia -llegando a odiar el comunismo- 10 años antes de su declaración.

Noveno, que según sus palabras, “fui juzgado por el Partido y esa fue una de las razones por las que me amargué tanto después. El juicio fue sobre el tema de mi negativa a seguir las instrucciones, que deberíamos hacer una huelga en el Group Theatre e insistir en que los miembros tuvieran el control de su organización. Dije que era una organización artística, y apoyé a Clurman ya Strasberg que no eran comunistas… El juicio me dejó una impresión imborrable… Todos los demás votaron en mi contra y me estigmatizaron y condenaron mis actos y mi actitud. Estaban pidiendo confesión y auto-humillación”.

Y décimo, que actuó en conciencia pensando que era lo que debía hacer. Que hubiera renunciado a su carrera y a algo más por defender una causa justa y a personas dignas de defensa, pero no por unas ideas criminales y unas personas envilecidas por el stalinismo.

Es cierto que la tensión ideológica tras el final de la guerra llevó a los EEUU a engendros como la “Caza de brujas”*, pero la defensa de las libertades contra ese poderoso enemigo mundial llamado comunismo le llevó a esa situación. *(Expresión popularizada por el amigo de Kazan Henry Miller, que escribió como reacción a este proceso una alegoría titulada Las Brujas de Salem. Miller no delató a ningún compañero ante la Comisión, pero parece ser que antes de declarar, Kazan le comentó sus intenciones y este le respondió: "No te preocupes por lo que pensaré. Hagas lo que hagas está bien para mí, porque sé que tu corazón está en el lugar correcto".)

Me gusta el abrazo del genio Scorsese (por encima de condicionamientos dogmáticos e ideológicos) que reconfortó al viejo cineasta ante una parte hostil de la platea: me parece bien la actitud de los Nolte, los Harris y demás conmilitones (además de actuar así porque consideraron que era lo correcto, viven en una sociedad que no solo acepta la discrepancia con las decisiones oficiales, sino que siempre las ha alentado), pero me gustaría conocer su posición pública en el siguiente episodio sobre la delación que vamos a ver a continuación.

 

El 15 de septiembre del 90, ciudadanos y defensores de los derechos humanos ocuparon la sede principal de la STASI en Berlín para impedir que culminaran la destrucción de sus archivos, que se venía realizando sistemáticamente desde la caída de Muro con la complacencia de autoridades de las dos Alemanias.

En La vida de los otros, película alemana de 2006 con guion y dirección de Florian Henckel Donnersmarck, se nos muestra como la agencia de inteligencia interior de la RDA ejercía un completo control sobre los círculos intelectuales. En este caso la vigilancia de un autor teatral por parte de un disciplinado agente -y dedicado vitalmente a su labor-, que va perdiendo su convicción en el régimen durante el transcurso de la operación, al darse cuenta de que todo era una vil estratagema del Ministro de Cultura para tener bajo su control a la novia del escritor. Mezquindad y criminalidad a partes iguales.   

Algo muy interesante en Berlín (en Alemania), a diferencia de lo que ocurre aquí, es que decidieron tener memoria de lo sucedido en la ciudad, en la que se mantuvieron todos los vestigios de la época nazi y posteriormente también del periodo comunista. Es impresionante pasear por el Treptower Park lleno de los monstruosos y gigantescos grupos escultóricos dedicados a un régimen criminal como el soviético, realizados en el quizá Estado más siniestro de los últimos tiempos en Europa.

Panorama of the Russian War Memorial at Treptow CC BY-SA 4.0

No sé cómo será hoy en día, pero cuando viví una temporada en la ciudad a principios de los 2000, la oficina general de la Stasi estaba abierta como testimonio del terror y la ignominia comunista. Ese septiembre de 1990, este grupo de personas, siendo conscientes de lo que estaba ocurriendo, ocuparon el edificio para impedir que los funcionarios de la seguridad siguieran con la destrucción de los archivos y así eliminar una parte del pasado, el que descubriría al mundo los pérfidos mecanismos de ingeniería social llevados a cabo por la dictadura del proletariado. Con esta acción se impidió la destrucción de la memoria. Se consiguió parar la eliminación de millones de expedientes (casi 10) de seguimiento y control de cada uno de los individuos, además de incautarse miles de bolsas con documentos ya destruidos que poco a poco se han ido recomponiendo para que así quedara constancia de una de las mayores operaciones de anulación del individuo, sometiéndolo al arbitrario control de un estado criminal.

Esta fue la llamada República Democrática de Alemania (nos queda bien claro que significa “Democracia Popular”), en la que se montó un gigantesco aparato de represión, mediante una agencia de inteligencia interior (STASI, Ministerio para la Seguridad del Estado) cuya finalidad era la de controlar toda y cada una de las actividades públicas y privadas de los ciudadanos, impidiendo así cualquier acción, o pensamiento de ella, que pudiera considerarse contrarrevolucionaria (70.000 asesinados y 250.000 presos políticos fueron el resultado de estas prácticas). Este aparato de estado estaba compuesto por unos 100.000 agentes oficiales, pero lo peor es que mediante el terror y la amenaza (y bastante fanático convencido), reclutó a casi 300.000 informantes civiles, cuya misión eran la vigilancia y delación de actividades sospechosas o impropias. Tenemos que uno de cada 15 adultos de la Alemania Oriental era informador del Estado. Tu vecino, tu profesor, tu alumno, tu primo, tu hijo o tu esposa podían delatarte y acusarte en cualquier momento y por cualquier causa.

Al final de la película, el agente HGW XX/7, ayuda a la pareja vigilada, afectándole esto a su carrera. Una vez caído el muro y reunificada Alemania, el autor teatral Georg Dreyman coincide con el Ministro de Cultura Bruno Hempf, y este le cuenta que él a su vez también fue investigado y espiado, siendo conscientes de que la sospecha y el peligro amenazaba a todos y cada uno de los alemanes.

Me parece terrible la delación y los mecanismos que se ponen en funcionamiento para que se produzca. Pueden salir a flote los aspectos más miserables de la condición humana. Aunque si nos fijamos bien, la Justicia se basa en gran parte en un sucesión de delaciones, unas soportadas en pruebas y otras no. La calidad democrática de esta Justicia pone freno a la conducta vengativa, cobarde, cruel o envidiosa, o al abuso de poder al amparo de instituciones corruptas o autoritarias. Por eso, aunque el proceso de la lucha contra actividades fascistas y comunistas en Estados Unidos llegó a un estado de excepcionalidad rayando lo antidemocrático, no dejó de ser un proceso con luz y taquígrafos y con la puesta en escena de los contrapoderes del Estado de Derecho en las cámaras del Congreso, desapareciendo cuando la situación se estabilizó. No tiene ni punto de comparación con la creación de un Estado sobre una estructura de delación, sospecha y control total del individuo, cuya supervivencia depende de la asunción del terror por parte de la población. Aún hoy en día, conocido todo sobre los estados comunistas, tenemos que soportar que algún ministro de una democracia liberal como la nuestra, frivolice con un régimen nauseabundo como fue el de la DDR.



LA MESA DE DISECCIÓN, obra gráfica, seriada, múltiple y reproductible de Julio Juste

Exposición Instituto de América de Santa Fe

Del 30 de septiembre al 27 de noviembre de 2022

Una muestra de los fondos del Archivo JJ, organizada por el Instituto de América de Santa Fe y comisariada por Jaime García


Recuerdo la primera vez que visité el estudio de Julio Juste (Beas de Segura, 1952 - Belicena, 2017). Llamamos al portero automático de San Antón 48-50 -fue junto a José García, compañero en JGARCÍA- y tras escuchar el “subid” de rigor nos dispusimos a adentrarnos en el “centro de operaciones” de nuestro admirado artista. Julio siempre me impuso mucho respeto. Mi admiración y su mítica actitud de Rock Star me causaba mucha impresión. Para un joven aprendiz de artista de los 90 era algo muy importante que el más legendario artista de tu ciudad te invitara a su estudio. Subimos a la segunda planta, nos abrió la puerta y le acompañamos al “salón” del apartamento, que en realidad era la sala donde, entre suelo y pared, resolvía sus pinturas. Lo primero que hizo una vez que ya estábamos dentro, fue sentarse en una silla junto a la mesa que organizaba la estancia, llena de papeles, pequeños objetos, reglas y plantillas, carretes de fotos -algún Kodak Super8 preparado para mandar a revelar- y una cajita de lata con papel de fumar y alguna china. Una mesa diseñada y producida por el Gabinete Ciudad y Diseño, que formó parte de su mobiliario hasta el final de sus días.

En esa época yo hablaba muy poco y me dedicaba a escuchar y a observar, entre otros detalles, cómo expresaba cuestiones de difícil explicación con un certero movimiento de manos, o recurriendo a algún elemento físico, que sometido a alguna acción, solía producir un efecto sorprendente. Era una formula recurrente de concluir ciertas exposiciones. Con Julio Juste había que estar muy alerta y siempre atento a cada una de sus palabras. En un primer momento esa concentración me costó un grandísimo esfuerzo, pero poco a poco llegué a comprender gran parte de sus códigos.

Me fui dando cuenta, a lo largo de mi relación con él, de que la mesa era algo fundamental en su modo de trabajar y en su forma de estar en el proceso. No de una manera práctica a modo de despacho, era un elemento organizador de toda su actividad, en la que los procesos intelectuales se regulaban con el uso de las manos, definiendo cierta previsión para las distintas actuaciones en el campo de batalla de la pintura o incluso en la pantalla del ordenador (en ese momento aún no tenía su potente iBook, solo exhibía en el pasillo el viejo modelo Macintosh XL, algo así como una reliquia moderna).

¿Qué es la inteligencia? JJ me ofreció una muy interesante respuesta. Esa relación de eficacia que establece el cerebro con las manos. Quizá sea lo que haya hecho avanzar al ser humano en su tránsito evolutivo: la habilidad de realizar una pinza con los dedos. Al ir diferenciándose de los primates arborícolas -una vez adoptada una posición bípeda- libera las manos de la función de agarrarse, y así puede desarrollar otro tipo de acciones.

Recuerdo una anécdota que no olvidaré nunca. En uno de los muchos paseos por la calle Elvira -algunos de ellos de gran utilidad, pero la mayoría de entrada y salida de nuestros bares favoritos- en el periodo en que Julio escribía uno de sus estudios sobre el planeamiento de esta calle granadina -de la que conocía cada una de sus piedras-, y para demostrarnos la impostura en los recursos constructivos que fueron utilizados en sus distintas reformas y alineaciones, en un momento dado de nuestro paseo, se agachó y cogió un pequeño chino del suelo, mientras continuaba explicando, y pasados unos metros, justo en el momento oportuno de su discurso, la lanzó sobre el dintel de la entrada de una vivienda, mientras decía “aquella portada de piedra…” El resonar del choque con el elemento arquitectónico nos reveló con claridad que aquella portada que parecía pétrea era realmente de madera. Una eficaz y potente imagen de la virtualidad de lo representado. Y una maravillosa puesta en escena para fijar una impresión.

Es verdad que la capacidad intelectual de Julio Juste estaba por encima del común de los académicos, pero por encima de todo él era un pintor y por eso tenía claro la importancia de la imagen en su relación con el discurso, para comprender y aplicar ciertos descubrimientos del pensamiento. Creo que ahí reside la “genialidad” de JJ, en el desarrollo sofisticado de una inteligencia primitiva, esencial para generar un discurso global. Es curioso como el mago de la analogía se convirtió en un lord de lo digital.

Uno de los objetivos de esta muestra es continuar con la catalogación y organización del archivo de Julio Juste (depositado en el Instituto de América de Santa Fe, que está realizando un gran esfuerzo en su difusión). Es un enorme desafío organizar la obra de este artista/pensador. Por diversas razones, aunque fundamentalmente por la naturaleza de su actividad. En un principio podemos establecer dos direcciones en su producción, por un lado su vertiente artística y por otro la intelectual. En su actividad artística podríamos catalogar sus pinturas originales, su trabajo audiovisual, y su realización digital. Por otro lado tendríamos su actividad de diseño y lo que podríamos denominar “estrategias”, una serie de incursiones en el campo experimental en las que se mezclan recursos y técnicas, que a modo de laboratorio, le servían para desarrollar sus múltiples tesis y teorías tanto artísticas como intelectuales. El campo de las artes gráficas y las obras múltiples y seriadas formarían parte de estas estrategias y como tal he querido plantear esta exposición.

Julio Juste no es un artista al uso y es difícil encajar su obra en los modelos de catálogos habituales -es tan difícil como crearle un buen sistema de almacenaje y conservación: papelitos plegados, lacre, sellos, materiales de características diferentes…-. Es muy importante entender que toda su producción está interconectada y que mediante procesos de analogía y metáfora, hallazgos de la esfera del pensamiento se trasladan al universo formal y que descubrimientos en el mundo material le sirven de soporte para argumentar ciertas teorías intelectuales. Juste nunca organizó su obra según el prestigio o calidad de las técnicas utilizadas. Para él era una cuestión de cualidades. Pintor de acrílicos, realizador de super8, fotógrafo de cámaras populares, su obra se planteaba en el conflicto entre técnica y materia, mediante un conocimiento forense de la tecnología, a través de la experiencia personal. Piezas de plata conviven con sellos para estampar realizados con goma de borrar, y cada uno de los resultados obtenidos, elevados a la categoría de “obra” por una inteligente y sagaz utilización de los medios.

En esta exposición hemos intentado organizar parte del material de su archivo en torno a su obra seriada, por un lado todas las estampas realizadas por encargo o por iniciativa propia ya sean en serigrafía o grabado calcográfico, junto a algunos carteles, cartones, bocetos, así como distintos momentos de la producción de alguna de estas obras “reproductibles” -según su propia terminología-. La exposición y este catálogo se articulan en tres secciones. Estas no tienen un estricto sentido cronológico -aunque hay un comienzo y un fin- sino que más bien se organizan según unas intenciones de producción que tienen periodos de primacía. El propósito ha sido mostrar diferentes planteamientos en su proceso creativo que faciliten en alguna medida la comprensión del universo JJ.

En la primera sección detallaremos sus inicios gráficos en torno a la acción política y la expresión poética, seguidos del momento más efervescente de su trabajo como agitador cultural. La segunda sección nos ofrece una panorámica de las obras seriadas que llevó a cabo, junto a detalles que nos ayudarán a entender sus procesos sobre la “mesa”. En la tercera veremos cómo su trabajo formal está íntimamente relacionado con su creación intelectual y finalmente cómo Julio Juste se adentra en su último periodo creativo en el espacio digital.

(Introducción del catálogo de la exposición)


(Imágenes del montaje de la exposición)



Tríptico de la Melancolía

TRÍPTICO DE LA MELANCOLÍA

Fotografía digital

4608x3456 px, 45,6 MB c/u

2022


Hagamos lo que hagamos,

seamos como seamos,

todo al cabo es brutalmente efímero.

Rafael Núñez Florencio, “Sobre la bilis negra o mal de Saturno”

 

Claudio Galeno Nicon de Pérgamo, más conocido simplemente como Galeno, uno de los médicos e investigadores más influyentes de la antigüedad (siglos II y III d.C. griego del Imperio Romano Oriental) es conocido fundamentalmente por desarrollar la teoría hipocrática (ya que fue discípulo de Hipócrates) de los cuatro humores o humorismo. En esta se plantea que la esencia de la vida está en el equilibrio corporal de los cuatro elementos fuego, aire, agua y tierra y sus cualidades calor, frio, húmedo y seco, que están presentes en las cuatro sustancias que forman el cuerpo humano: sangre, flema, bilis amarilla, bilis negra. El desequilibro de estas pueden causar enfermedades y en última instancia la muerte. La prevalencia de alguna de ellas determina un tipo de carácter: Sangre, de naturaleza sanguínea –activo y social-, flema, de naturaleza flemática (tranquilo, impasible), bilis amarilla, de naturaleza colérica (agresivo y ambicioso), bilis negra, de naturaleza melancólica (taciturno, pensativo, solitario).

Saturno.

Fue un dios griego y romano de origen etrusco (confundido muchas veces con Cronos) al que su hermano mayor Titán le ofreció la oportunidad de reinar en su lugar con la condición de que no tuviera descendencia. Casado con Rea (Ops) tuvo varios hijos que para cumplir el pacto con su hermano los devoró. Rea finalmente ante esa carnicería, decidió ocultar a sus nuevos hijos Júpiter, Neptuno y Plutón. Conocido el engaño por Titán, encerró al matrimonio hasta que, ya mayor Júpiter, derrotó a Titán y les devolvió la libertad y el reinado.

Saturno da nombre al séptimo astro de la teoría Ptolomeica en la que la Tierra era el centro del Universo y a su alrededor giraban siete planetas: la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y por último Saturno, el más alejado de la Tierra.

Para intentar entender los temperamentos humanos, desde que se comenzó a observar el cielo ya se utilizó la astrología como herramienta de análisis, determinándose una influencia directa de los planetas en las personas, siendo algunos de estos astros beneficiosos y otros negativos. Saturno se identificó desde el principio como el gran Maleficus y como tal el causante del mal de melancolía.

Hoy, según la RAE, definimos a la melancolía, desde el punto de vista lexicológico, de la siguiente manera:

(Del lat. Tardío melancholĭa ‘atrabilis’, y este del gr. μελαγχολία melancholía)

1. f. Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada.

2. f. Med. Monomanía en que dominan las afecciones morales tristes.

3. f. desus. Bilis negra o atrabilis.

Aristóteles identificaría el efecto de la bilis negra en ciertas personas que demostraban una capacidad creativa relevante, y en el temperamento taciturno de estas una propensión a la introspección y el análisis de la realidad. Este punto de vista del mesurado filósofo se ha convertido en uno de los lugares comunes en el análisis del arte en occidente. Aristóteles fue el primero que puso en relación la melancolía con el espíritu creativo y ya en el siglo XX se desarrolló esta relación con los interesantísimos estudios de Erwin Panofsky y posteriormente en el magnífico volumen de Rudolf y Margot Wittkower Nacidos bajo el influjo de Saturno: Genio y temperamento de los artistas desde la Antigüedad hasta la Revolución Francesa, en el que por ejemplo nos dicen que “Mercurio es el arquetipo de los hombres de acción, alegres y enérgicos. Según la tradición antigua, los artesanos, entre otros, nacen bajo su signo. Saturno es el planeta de los melancólicos, y los filósofos renacentistas descubrieron que los artistas emancipados de su tiempo mostraban las características del temperamento saturnino: eran contemplativos, meditabundos, recelosos, solitarios, creativos. En aquel crítico momento histórico nació la nueva imagen del artista alienado.”

La melancolía ha sido dibujada bajo un aparato simbólico bien definido. El mejor ejemplo, y siempre citado, es el maravilloso grabado de Alberto Durero Melancolía I (1514) en el que se contemplan todos los elementos iconográficos. Nos dice José Vallejo: “En ella (la estampa), una figura alada sentada sobre una roca o, lo que es lo mismo sobre la propia tierra, se sostiene la cabeza mediante el apoyo de la mandíbula en una de sus manos. Sus ojos, de aspecto saturnal, parecen penetrar en lo más profundo del pensamiento humano, tanto empírico como teórico. Es sin duda, un fabuloso retrato del temperamento melancólico y en él se establecen ciertas características que más tarde quedarán definidas por escrito en la Iconología de Cesare Ripa, donde la Melancolía se representa como una mujer vieja, sentada sobre una roca que, con ambas manos, se sujeta la mandíbula y acompañada de un arbolillo seco, sin hojas, definiendo del modo siguiente el propio concepto del temperamento: ‘En efecto, la Melancolía produce en los hombres los mismos resultados que la fuerza del invierno sobre los árboles y plantas, pues agitándolas con la nieve, vienen a quedar secas, estériles, desnudas, despojadas de todo y sin ninguna belleza. Del mismo modo, no hay nadie que no rehúya y no trate de esquivar, como la cosa más desagradable del mundo, el trato y conversación de los hombres melancólicos, siempre empeñados en poner su pensamiento en las cosas más difíciles o peores, que se hacen para ellos presentes y reales, dando lógicos signos de enormes dolores y tristezas’.” “Acidia Malinconia” Geometría del Desconcierto/Ediciones.

Pero, ¿podemos entender la melancolía como un efecto del carácter creativo, o una causa? Yo sobre esto tengo muchas dudas y preguntas sin respuesta aún.

En 2013 Geometría del Desconcierto publica una bonita edición de un poema de nuestro admirado Friedrich Nietzsche titulado An die Melancholie. En la maravillosa introducción “La Melancolía habla consigo misma”, Juan Carlos Friebe escribe:

Me complazco al verles languidecer día tras día desde la noche de los tiempos en la misma triste y desamparada pose, Estampa Maestra, descansando la cabeza sobre la mano izquierda, el codo en la rodilla, claudicantes ante la vida. Me deleita acariciar con mis alas umbrías sus pensamientos tenebrosos y envolverlos en un abrumador creciente eclipse, ensombreciéndolos, como la inquietante noche despliega sobre el mundo su manto y asuela sus idílicos valles arrancándoles ayes de dolor mientras apago, a mi gélido paso, cualquier rescoldo de consuelo alguno. Es hermoso destruirles y oír cómo sus suspiros se truecan en

                                                 sollozos.

(…)

¿Qué fue de cuantos me cantaron a lo largo y ancho de la historia de los hombres? ¿Qué de quienes vieron en mí a Saturno, que irremisiblemente devoraría a sus hijos? ¿Qué de quienes me reconocieron en Áyax o en la locura de Heracles? ¿Qué de quienes advirtieron en mí mi esencia destructora? ¿Qué de Aristóteles, de Teofrasto, de Hipócrates, de Areteo, de Marco Aurelio, de Galeno? ¿Y qué de quienes me atribuyeron la genialidad? ¿Qué de los idealistas, de los románticos? ¿Qué fue de todos aquellos que le precedieron?

(An die Melancholie / A la melancolía

Friedrich Nietzsche – Trad. Jesús Munarriz

Introducción Juan Carlos Friebe

Ilustraciones Jaime García

Geometría del Desconcierto/Ediciones, 2013)

Sabemos que Nietzsche estuvo muy enfermo y sus últimos años fueron terribles, inmerso en una profunda demencia. También tenemos claro que la vida de uno de los más portentosos pensadores de la “modernidad” fue en soledad y decepción. Una verdadera incapacidad de estar y compartir un espacio social debido a su radical postura ante la creación artística e intelectual. ¿Podemos decir que su estado melancólico se debe a esta situación o por el contrario tener ese “humor” es el causante de su estrategia creativa y de su relación con la realidad?

Esto de la influencia “saturniana” o de la bilis negra está superado por la ciencia actual (la teoría de los humores fue refutada definitivamente en 1858 tras la definición de la teoría de los gérmenes) y se considera ridículo. Lo que llamamos melancolía, hoy lo define el DSM-IV-TR (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), como una “depresión caracterizada por anhedonia grave, cualidad distinta del estado de ánimo, falta de reactividad a los estímulos, despertar precoz, empeoramiento por las mañanas, pérdida de peso, sentimientos de culpa, marcado retraso psicomotor o agitación y anorexia o pérdida importante de peso”, y suele ser aplacado con contundentes medicamentos -como la desvenlafaxina- denominados inhibidores de la recaptación de la serotonina y la noradrenalina (IRSN).

Quizá estos tratamientos alivien esa sensación de dolor ante lo incomprensible, que crea una desazón y desnortamiento vital, pero también puede aplacar la necesidad y determinación de acercarse a los límites de lo insondable, de lo inconmensurable que quizá sea la única función del arte.

Puede que los antiguos hicieran interpretaciones altamente “poéticas” y desde luego nada científicas (desde nuestra mirada actual), como la influencia de los astros o el desequilibrio de los fluidos esenciales, pero fueron muy conscientes de que había personas que “estaban” en la vida de otra manera, de una forma quizá más consciente de ciertas incertidumbres, quizá con un mayor desapego de la realidad o con la necesidad de crear otros mundos o simplemente con la de desaparecer de este. Aristóteles vio en el temperamento melancólico algo positivo, hoy lo intentan curar. No sé. Creo que no todos sentimos la realidad de la misma forma... y creo que a esto debemos muchas maravillas. Quizá este sea el legado de la melancolía.



El libro

No voy a ser yo quien escriba un artículo defendiendo al libro. No necesita Superman que Mortadelos salgan en su defensa.

Tengo una gran suerte. Mi hija de 14 años es lectora compulsiva y fruiciente. No solo le gusta leer sino que le gustan los libros. Dice, desde el naifato de la adolescencia, que es bibliófila, y para el nuevo estudio -en el que andamos enredados- me pide una biblioteca en su dormitorio. A mí esto, como se pueden imaginar, me encanta. Una adolescente que es capaz de leer en un fin de semana libros de 500 páginas y que además ¡quiere tenerlos ordenados en una biblioteca propia! No sé a donde llegará esto, pero como punto de partida no puede ser más estimulante.

Es muy cuidadosa con sus libros (con cualquier impreso que le interese). Es precavida en la lectura para no plegarlos ni forzarlos demasiado. (Se lo tengo dicho ¡a un libro de 500 páginas es difícil no forzarle el lomo!). Se enfada conmigo cuando cojo alguna de sus publicaciones, la zarandeo, abro, cierro, la tiro al suelo, le estiro las cubiertas, y le explico, a la vista de los efectos, que el libro es uno de los mejores, más importantes y más logrados inventos de la humanidad. Un libro bien editado es casi indestructible, aún sometido a las más inclementes situaciones (liberé hace poco una enciclopedia Salvat de 12 tomos después de un tiempo al sol y la lluvia y sin rasguño).

Por todo esto, no voy a escribir nada defendiendo algo que se defiende con su sola presencia.

Nicolás Torices, amigo y gran investigador, me comentó en los años 90, cuando la tecnología digital amenazaba ya con apropiarse de toda nuestra existencia, que el libro era un grandísimo invento, difícil de derribar. No solo por la tecnología de impresión y manufactura, sino porque había superado la época del papiro, en la que la información escrita se iba desplegando en un rollo continuo, sin la  posibilidad de consultar rápidamente párrafos anteriores o crear una situación de textos simultáneos. Se establece una nueva manera de relacionarse con el conocimiento. Las textos en soportes digitales no dejan de ser un papiro sofisticado. El libro sin embargo se ha mostrado como una herramienta maravillosa para el disfrute de la lectura, la consulta para la investigación, y la capacidad de conservación a lo largo de la historia. Como le repito a mi hija (ya broma recurrente) uno de los más importantes inventos de la humanidad.

Ya lo he confesado en varias ocasiones, me gustan mucho los libros. He tenido la suerte de conocer a grandes amantes y coleccionistas de libros y también de poderme haber dedicado al diseño y edición de ellos. Los primeros libros que diseñé (junto a José García) fueron una estupenda aventura. El primero de ellos, una publicación para el Colegio de Aparejadores de Granada, que contenía los proyectos presentados al concurso para la rehabilitación de un edificio en la calle San Matías para su nueva sede (quiero agradecer a José Alberto Sánchez del Castillo, en ese momento secretario del COAAT de Granada, que confiara en nosotros en esos primeros años). Fue una publicación compleja, con mucha documentación que habían encargado a un fotógrafo reproducir. Muchos planos con diferentes criterios de representación, y un radical cambio de escala: documentos A0 representados en grosores 0,5 o menores tenían que ser llevados a un tamaño de 15X10 cm aproximadamente. Era un imposible llevar esto a cuatricomía como estaba planteado. Nuestro punto de vista (que fue reducir los planos a negro y añadir aparte lo que fuera color -todo sobre un bonito y neutro fondo plata- directamente en fotomecánica, prescindiendo de la reproducción fotográfica) coincidió con el de los impresores y por ahí desarrollamos la publicación. Fue una solución más eficaz, vistosa y económica. Dos principiantes supimos llevar a cabo un reto importante.

El segundo libro que realizamos fue el catálogo de nuestra exposición Cuarenta y 4 Razones de JGARCÍA. Para este libro -que era nuestra puesta en escena como artistas- pedimos una serie de textos -para que acompañaran nuestra obra- a varios amigos que en ese momento compartían intereses con nosotros: el arquitecto Paco Peña (que nos encargó la imagen y exposición del Plan de Infraestructuras de Ceuta), José Miguel Castillo Higueras (al que no puede dejar de agradecer todo lo que nos ayudó en esa época de aprendices), Antonio Jiménez Torrecillas (con el que andábamos en una exposición sobre “Arquitectura de tierra” y Julio Juste (que nos había presentado junto a Antonio Carvajal nuestro primer libro de artista titulado “...y una silla donde yo me siento”).

Con Julio Juste ya teníamos una incipiente relación y además coincidíamos en la imprenta muchas veces (nosotros, grandes admiradores de Julio antes de conocerle, investigamos en qué imprentas hacía esas publicaciones tan maravillosas y allí que nos dirigimos para hacer nuestros trabajos. Esa gente seguro que nos iban a entender. Y así fue. No he pisado otra imprenta desde comienzos de los 90).

JJ en cierto momento se preocupó porque no fuéramos capaces de resolver esta publicación. Quizá diéramos la impresión de ser algo dubitativos, pero era una cuestión de formas y presencia de jóvenes. En realidad lo teníamos todo muy claro y sabíamos como dominarlo. Julio me confesó, pasados unos años, que iba a intervenir para poner orden en la publicación, pero tanto los impresores como nosotros le hicimos ver que todo estaba controlado. Lo hicimos. Y lo hicimos resolviendo varios problemas presupuestarios. Cómo insertar el color en pliegos en negro y que la reproducción de 40 obras fuera factible, fue uno de esos grandes hallazgos.

El Instituto de América de Santa Fe, como depositario del archivo del artista Julio Juste, y determinado a realizar una labor de difusión y cuidado de su obra, me encargó la comisaría de una exposición sobre su obra gráfica (seriada, múltiple y reproductible).

Estoy terminando de definir el catálogo. Juan Antonio Jiménez Villafranca -director del Centro- me propuso que fuera una publicación en la línea de las aventuras editoriales de JJ (siempre fomentó que los catálogos de sus exposiciones fueran investigaciones experimentales. Nunca exigió grandes publicaciones, todo lo contrario, sus catálogos son pequeñas y maravillosos experimentos editoriales).

He estado reflexionado mucho sobre esta publicación y he llegado a varias conclusiones. El libro se inventó hace varios siglos. Es muy difícil de mejorar. Solo tenemos la posibilidad de alejarnos de este de una manera consciente y entendiendo todos sus efectos. Intentar realizar algo singular de un modo inteligente.

Este catálogo lo he planteado por un parte, como un homenaje al libro, y por otra y fundamentalmente a Julio, gran maestro y conocedor de todos los secretos de la edición y publicación, y que sabía la manera de tensar y propiciar unos resultados sorprendentes e inesperados.

El 30 de septiembre se inaugura en el Instituto de América de Santa Fe la exposición La mesa de disección. Obra gráfica, seriada, múltiple y reproductible de Julio Juste.



Casa-Estudio, 2004

Este domingo de agosto voy a recuperar un proyecto muy querido por mí. Una de mis incursiones en la arquitectura. Se trata de una vivienda y estudio para una diseñadora de interiores y un artista, realizado -hace casi ya veinte años- en 2004.

Este proyecto se concibió como un ejercicio de arquitectura mínima. Aunque en un principio los espacios eran realmente esenciales, la ubicación final del edificio permitió -por ordenanza- una algo más generosa expansión proporcional de las dimensiones, aunque esto no modificó la primigenia intención de esencialidad: formas básicas, aprovechamiento total del espacio, áreas abiertas sin ningún cerramiento –excepto los baños- y entrada de luz por todas las orientaciones, lo que posibilitaría un disfrute panorámico del espectacular exterior y una sensación de contacto íntimo con la Sierra de las Nieves y el Mediterráneo, todo engarzado como una pieza de orfebrería. Un lugar privilegiado para la creación.

  



Cante jondo

Esta mañana se ha presentado la exposición itinerante -organizada por la Diputación de Granada y el Archivo Manuel de Falla- “ITINERANCIAS DE LO JONDO. Un recorrido por la aventura organizativa del Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922”, comisariada por José Vallejo y diseñada por el que escribe.

Con esta muestra cierro (supongo) un pequeño ciclo de trabajos que para mí han sido un homenaje particular a este acontecimiento artístico-cultural desarrollado en la Granada de hace un siglo.

Mi entusiasmo con este hecho y sus creadores vino contagiado en los primeros 90 por José Miguel Castillo Higueras que fue quién realmente me inició en los secretos de la vanguardia granadina, personaje conocedor de primera mano del entramado cultural de la ciudad, gran difusor de la obra de Hermenegildo Lanz, Manuel de Falla, Manuel Ángeles Ortiz… y alma mater de la Edición Conmemorativa del Concurso de Cante Jondo de 1992.

Este evento también fue motivo de reflexión para uno de nuestros primeros diseños gráficos (me refiero a JGARCÍA), el encargo de un logotipo y la portada del primer disco del nuevo sello discográfico que en ese momento quería poner en marcha el maestro Enrique Morente. Recuerdo que nos lo presentó José Miguel en una comida en la Alhacena de las Monjas de Granada en la que nos firmó su precioso disco “Enrique Morente en la Casa-Museo Federico García Lorca de Fuente Vaqueros”, cuya portada diseñada por Claudio Sánchez Muros, casualmente, estaba ilustrada con motivos del cartel anunciador del concurso. Nosotros, también recurrimos (aunque de una forma más tangencial) a imágenes inspiradas en ese proceso creativo: una luna lorquiana (o de Hermenegildo Lanz) para el sello, y la silla que se utilizó en los conciertos de la plaza de los Aljibes de la Alhambra los días 13 y 14 de junio del 22 para la portada del disco. Por diversas razones estos diseños finalmente no pasaron por la imprenta y pasó el tiempo.

Años después y ya con una amistad consolidada con José Vallejo, conozco su interés por este concurso, que le nace de proyectos anteriores alrededor de la figura de Manuel de Falla y de Ignacio Zuloaga, llegando a hacerse uno de los mayores expertos de este hecho artístico y su organización. Durante mucho tiempo hemos compartido conversaciones en las que manifestábamos nuestra admiración por ese grupo entusiasta que supo poner al flamenco como una de las máximas manifestaciones culturales, al devolverlo a sus raíces y a su espíritu de arte de profunda singularidad y hondura.

En un momento dado y con la naturalidad del que mantiene cierta intimidad con algo, decidimos realizar un homenaje al cartel que diseñó Manuel Ángeles Ortiz con la colaboración de Hermenegildo Lanz.

“La Colección Sonidos y Materia y JG/Ediciones quieren rendir un homenaje a la obra gráfica realizada por los artistas Manuel Ángeles Ortiz y Hermenegildo Lanz, para promocionar el primer Concurso de Cante Jondo que organizó en Granada en 1922, un nutrido grupo de relevantes personas de la cultura española, todas ellas en torno a Manuel de Falla.

Este año, que se cumplen los 100 de este hecho artístico, se van a realizar una serie de actos para recordarnos su importancia y revisar diferentes aspectos de su gestación y desarrollo. Nosotros hemos querido producir una carpeta conmemorativa con un cartel diseñado para la ocasión por el artista Jaime García, rememorando el que se preparó para esa fiesta del arte, por varias razones concretas: en primer lugar, porque fue realizado por dos de los más talentosos artistas de ese tiempo; en segundo lugar, por ser un trabajo de altísima inspiración, tanto desde el punto de vista artístico como del técnico, y finalmente por ser la obra fundamental en Granada de un movimiento de vanguardia genuinamente español, el Ultraísmo.

El cartel contiene los elementos propios del arte gráfico desarrollado por los miembros de ese movimiento en sus distintas publicaciones y manifiestos: una viñeta con intención simbólica, encajada en el papel mediante una composición tipográfica de grandes carácteres. Esta fue realizada en primer lugar por el pintor Manuel Ángeles Ortiz, con la finalidad de fijar los elementos fundamentes y propios del “primitivo cante andaluz”, una serie de imágenes simbólicas tradicionales refundidas a través de la utilización de un lenguaje gráfico radicalmente moderno, que bebe de las más vanguardistas corrientes europeas. La composición tipográfica fue construida posteriormente junto con el maestro Hermenegildo Lanz, en tipos cartel de madera, concebidos con exquisitez poética y con una sabiduría impresora sobresaliente.

Esta obra ha sido fundamental para animar a diversas generaciones de jóvenes a iniciar el camino de la creación siguiendo la estela de lo mejor de la modernidad granadina.”

(Así expliqué la realización de este cartel conmemorativo)

Gracias a esta obra he tenido la suerte de realizar una colaboración que me ha emocionado mucho. Juan Carlos Garvayo (al que no conocía en ese momento y aún no lo conozco en persona, pero con el que tengo pendiente una comida, merienda o cena para charlar largamente sobre todos estos asuntos) me encargó una portada para la publicación de la grabación del concierto realizado por el Trío Arbós y el cantaor Rafael Utrera como homenaje al Concurso de 22 en la misma plaza alambrina de los Aljibes el día 15 de junio dentro del marco del 71 Festival de Música y Danza de Granada que este año estaba dedicado, como muchas cosas en la ciudad, al más importante acontecimiento de la Granada de los 20. Una fantástica re-creación de lo sucedido esas dos noches veraniegas de hace un siglo. Según palabras del propio Juan Carlos Garvayo: “La grabación es la “Caña” que registró “El Tenazas de Morón” en 1923... “En el querer no hay venganza/ Tú te has vengao de mí./ Castigo, tarde o temprano/ del cielo te ha de venir.”, seguida de partes instrumentales que citan la fantasía bética y el “Polo” de Manuel de Falla, es decir el mundo del Concurso.”

https://youtu.be/ty_zJFSB45Q (reproducción)

Termino con lo que empecé, con la exposición “ITINERANCIAS DE LO JONDO”. Proyecto en el que José Vallejo llevaba trabajando desde hacía mucho tiempo y que se plasma (además de un libro que saldrá pronto a la luz) en esta exposición que he tenido el placer de diseñar.

Finaliza Vallejo su texto “Cante jondo, un corazón creativo” para nuestra carpeta homenaje:

“En pocas ocasiones llega una acción artística a provocar tantas interacciones como la que se produjo con la excusa del Concurso. Quizás esta sea la gran aportación que ha deparado para el futuro este entusiasta trabajo realizado en la Granada de los años veinte. Un trabajo grupal, defendido desde la Comisión y en busca de un objetivo. Un trabajo que juega con la sugestión del intelecto, pero también con las pasiones y los sentidos; no sólo el de la vista y el oído, sino también con el olfato al regar la Plaza de los Aljibes con Mastranzo a la luz de la Luna, lo que crearía un espléndido bienestar en las noches de junio en que se produjeron las sesiones del Concurso. Y, por supuesto, el gusto, mediante el ambigú dispuesto para los intermedios con licores, manzanilla, emparedados y jamón de Trevélez.

¡Casi una obra de arte total!”



De valores y sentires. Nº9: El Horror

“Una locura.

Estábamos en medio de la jungla.

Éramos demasiados.

Teníamos acceso a demasiado dinero. A demasiado equipo.

Y perdimos el juicio poco a poco.”

“La película de Francis es una metáfora de un viaje interior. Ha hecho ese viaje a sigue sumergido en él.

Asusta ver a un ser querido adentrarse en sí mismo y enfrentarse a sus miedos. El miedo al fracaso, a la muerte, a volverse loco. Fracasar, morir y enloquecer, de todo un poco, para llegar al otro lado.”

Así comienza el documental Hearts of the Darkness: A Filmmaker’s Apocalypse: imágenes de la rueda de prensa de Francis Ford Coppola en Cannes en 1979, seguida de una voz en off de Eleonor Coppola mientras escribe a máquina.

En 1991 se presentó (también en el Festival de Cannes) esta película documental realizada por Fax Barh y George Hickenlooper, a partir de la idea y el material escrito y rodado por Eleonor Coppola, esposa del director. Este documental nos muestra la experiencia artística y vital de uno de los más portentosos directores del cine del último cuarto del siglo XX, durante el rodaje de su película Apocalyse Now (1979). Eleonor Coppola, se fue a vivir junto a sus tres hijos, con el equipo de rodaje, un rodaje que estaba planificado en 16 semanas y acabó durando 15 meses.

Mediante sistemáticas conversaciones con el director y el lógico acceso al proceso de producción, la documentalista va recabando material de gran interés para entender el proceso creativo desde una aproximación íntima al artista.

Habitualmente el “tiempo de creación” suele ser desquiciante. Este mecanismo nace de un conflicto y su desarrollo genera muchos otros conflictos. La aparición de estos es inevitable, es algo consustancial a la creación, pero su control, la capacidad de embridar este proceso es fundamental para dirigir la obra hacia algún sitio, el deseado o posiblemente uno inesperado. En grandes producciones artística, como son las cinematográficas, la incapacidad de controlar la situación puede derivar en una gran catástrofe. Cuando el genio creador se antepone a las estrategias convencionales de producción –por otro lado, razonables ya que estamos hablando de mucho dinero, tiempo y trabajo de cientos de personas- suelen provocarse o unos resultados asombrosos o una gran desgracia económica y personal.

En el caso que estamos tratando, la producción de la que debería haber sido la primera película sobre la guerra de Vietnam, que por la imposibilidad de realizarse in situ, desplaza a Filipinas a un equipo de 900 personas, donde se crean colosales escenarios en la selva, utiliza los helicópteros de combate del ejercito del dictador Ferdinand Marcos -en los tiempos de descanso en la lucha contra los guerrilleros independentistas del Frente Islámico de Liberación Mora-, contrata a actores altamente conflictivos como el alcohólico Martin Sheen –que sufrió un infarto llegándosele a dar la extremaunción en un hospital filipino-, Dennis Hooper enganchado a la cocaína –había una partida en el presupuesto de producción para proporcionársela-, y sobre todo al literalmente descomunal Marlon Brando, que se hacía de rogar para ir a Filipinas y que no prestó el menor interés por la película, no estudiando el guion y teniendo que improvisar cada una de sus intervenciones, además de exigir una serie de condiciones propias de una diva desquiciada.

Sumando a estos factores humanos las condiciones extremas del clima de la región, incluyendo un tifón que devastó los decorados, decorados en los que había un fortísimo hedor a putrefacción debido a los miles de ratas y otros animales muertos que pretendía dar el mayor realismo a las escenas, y a un montón de cadáveres humanos que el equipo filipino consiguió para las escenas finales –se realizó una investigación para saber de donde habían salido-. Técnicos y actores de reparto enganchados al sexo y a las drogas en un ambiente de incertidumbre, improvisación, de irrealidad morbosa que hizo que el director pensara tres veces en suicidarse presa de la desesperación.

Todo el mundo conocía en Hollywood que Orson Wells (es imposible comprender a Coppola y su manera de hacer cine sin la influencia del director de Ciudadano Kane) había escrito y planificado a finales de los treinta, el guión de la adaptación de El corazón de las tinieblas como su primera película. Este disparatado proyecto –por arriesgado, novedoso y costoso- no llegó a realizarse, pero tres décadas más tarde, otros visionarios cineatas, fundadores de la productora American Zoetrope, unos jóvenes Francis Ford Coppola y George Lucas, decidieron recoger el proyecto para realizar una nueva adaptación centrada en la en ese momento activa guerra de Vietnam. La película, con guion de John Milius, sería dirigida por Lucas y producida por Coppola. Problemas de financiación y de definición de la producción hicieron que se enfocaran hacia otros excepcionales proyectos: El Padrino (y 2) y Star Wars.

Con el prestigio y reconocimiento mundial por el éxito de las películas sobre los Corleone, Coppola pensó que era el mejor momento para conseguir la financiación necesaria y decide dirigir la planeada adaptación del fantástico relato de Joshep Conrad. Ya en pleno rodaje y cuando el guion escrito por Milius se le quedaba corto en el frenesí de la selva, el director tenía un ejemplar del libro de Conrad para, como única guía, sacar la esencia de este viaje al infierno de la naturaleza.

Joseph Conrad -Józef Teodor Konrad Korzeniowski- polaco nacionalizado británico, fue un marino al servicio del Imperio Británico. Es uno de los mejores ejemplos de escritor del siglo XIX forjado en el viaje como aventura vital y materia prima de su literatura, viajes en los que conoció de primera mano un enorme catálogo de tipos humanos, episodios y situaciones extremas y variopintas, una heterogénea moralidad y diversas vías para enfrentarse a la fuerza de la naturaleza y a las estructuras de la civilización.

En El corazón de las tinieblas, Conrad narra a través de su alter ego Charlie Marlow, las experiencias vividas en el África Central como marino de la Sociedad Anónima Belga para el comercio del Alto Congo. Seis meses navegando en un viejo vapor hacia las entrañas de la selva, que cambiaron su vida y le afectaron tanto en el aspecto físico –“efectos secundarios, casi letales, de malaria y disentería, que a la larga le causaron, de una forma crónica, parálisis, trastornos nerviosos y gota”-, en el emocional, en el intelectual y el artístico.

En este relato nacido de ese periodo africano, analiza dos realidades distintas del ser humano, por un lado, la que le enfrenta a la sociedad, como protagonista de uno de los episodios más siniestros de la civilización –según comenta en alguno de sus últimos ensayos: “el saqueo más vil que jamás ha desfigurado la historia de la conciencia humana y la exploración geográfica”, lo que denominaba “filantropía enmascarada”, y por otro lado, la lucha del hombre en soledad contra los instintos más primarios llamados por las fuerzas incontrolables de la naturaleza. El lado oscuro de la humanidad.

Nos muestra los efectos perversos de los procesos de colonización del siglo XIX –el modelo británico- que a diferencia de los procesos de descubrimiento y civilización de comienzos de la Edad Moderna cuya pretensión fue la de un asentamiento definitivo en los distintos territorios incorporando estos a la Corona, cuyos nuevos súbditos estarían amparados por ella, propiciando un nuevo mestizaje (véase el caso español), en el siglo XIX y fundamentalmente en África las potencias solo buscan la explotación del territorio en algunos casos con extrema brutalidad, como es el del Estado Libre del Congo, que de tan cruel llega a ser esperpéntico, y cuyo protagonista fue el rey belga Leopoldo II, que a través de la Asociación Internacional Africana (asociación “altruista” para la civilización de África) consiguió que en la Conferencia para el África Occidental de Berlín en 1885, se le cediera la propiedad del territorio congoleño, para la explotación sistemática y exclusiva de caucho y marfil.

Pero si el contexto histórico y social es importante para el desarrollo de este relato (en la película se ambienta en la guerra de la antigua Indochina y su proceso de descolonización), lo fundamental es el viaje interior de este marino (o soldado en el film) que se adentra en la hostil selva del corazón de la tierra, en busca de un enigmático personaje que ya pasó por ese proceso, generando una ineludible necesidad de “desactivarlo”.

“Todo hombre tiene un punto de ruptura” le explica el General Corman al Capitán Benjamin L. Willard cuando le encomienda la misión secreta de encontrar al ex coronel rebelde de los Boinas Verdes Kurtz y "terminar su mando con prejuicio extremo". El contacto íntimo con la selva, con la naturaleza en estado primigenio ajeno al control social y a la moralidad de la civilización de Kurtz primero, después de Marlow (Willard) y finalmente de Coppola en el rodaje “más salvaje de la historia”, los lleva a un estado de incapacidad de control de sus instintos, a una quiebra de su “coraza apolínea”.

Pienso, sin ninguna duda, que quién mejor ha descrito esa relación entre Naturaleza y Civilización es la Doctora en Filosofía y experta en Arte Camille Paglia. Utilicé uno de sus más reveladores textos como referencia para la exposición Entre Apolo y Dionisos, en el que define a través de estas “personas” de la cultura, los conceptos de objetualización e identificación. También fue referencia fundamental como material bibliográfico para desarrollar ese proyecto el libro de Joseph Conrad.

No me resisto a reproducir un fragmento del primer capítulo de Sexual Personae, “Sexo y violencia, o naturaleza y arte” en el que expone con mucha claridad nuestro “problema” con la “naturaleza”:

“Nuestra concentración en lo hermoso es una estrategia apolínea. Las hojas y las flores, los pájaros, las colinas constituyen un patrón en forma de patchwork mediante el cual trazamos el mapa de lo conocido. Lo que Occidente reprime en su visión de la naturaleza es lo telúrico, lo ctónico, que significa “de la tierra”, pero de las entrañas de la tierra, no de la superficie. Jane Harrison utiliza el término ctónico para la religión griega preolímpica, y yo lo he adoptado como sustituto de dionisíaco, que está demasiado contaminado con el sentido de diversión o broma. Lo dionisiaco no tiene nada que ver con las meriendas campestres. Se trata de la realidad ctónica que Apolo elude, el ciego bregar de las fuerzas subterráneas, la larga y lenta succión, las tinieblas y el cieno. Es la brutalidad deshumanizadora de la biología y de la geología, los despojos y las sangrientas matanzas darwinianas, la mugre y la podredumbre que hemos de apartar de nuestra conciencia para poder mantener nuestra integridad apolínea como personas. La ciencia y la estética occidentales son intentos de modificar imaginativamente este horror para darle una forma aceptable.”

Como susurra Kurtz, mortalmente herido en el suelo, en el perturbador final de la película: “El Horror… el Horror…”

Imagen del trailer oficial de Apocalypse Now -Final cut-



Un hecho

Esta semana, la página de mi Cuaderno va a revisar el archivo. A raíz de la consulta de textos para la redacción del escrito “El arte según Croce” de la serie de La Belleza, me di cuenta de que en las conversaciones que mantuve con José Vallejo para la edición del libro Dos hechos, había ciertos puntos de conexión con lo que estaba escribiendo que me parecieron interesantes. Concretamente voy a publicar la charla referida a la obra La tinta fluye, acción para bailarina y batería a partir de un poema de Friedrich Nietzsche, 2015. 


CONVERSACIÓN

entre José Vallejo y Jaime García. Granada, 11 de agosto de 2015.

 

JOSÉ VALLEJO

Hasta hace poco se podía ver en la exposición Acordes II, una fase, por decirlo de alguna manera, de tu obra La tinta fluye. Esta pieza se titula “Partitura para batería” y ya muestra parte del proceso de trabajo que conlleva una obra que está en desarrollo. ¿Puedes contarme algo de esta etapa?

JAIME GARCÍA

Al pedirme para la segunda edición de Acordes, un trabajo con el que reflexionara sobre la música y el sonido como material para la creación en el arte visual o arte plástico, me pareció muy oportuno recurrir a una de las obras en la que estoy trabajando que tiene mucha relación con la música y las interferencias entre esta y otras disciplinas artísticas. Al ser para una exposición concreta, debía ser una obra relativamente autónoma, mejor dicho, que se pudiera mostrar con cierta autonomía. Una “reproducción” del resultado de una acción. Me pareció interesante fijar a modo de partitura una parte del proceso de la obra, la acción ya realizada por la bailarina Marie Klimesova en la primera fase del desarrollo del proyecto, y que tuviera la capacidad de convertirse en un objeto interpretable. Se trata de una reflexión sobre cómo el resultado artístico puede ser generado a partir de otro lenguaje.


“Partitura para batería”, -realización, abril 2015-

“La tinta fluye”, acción de Marie Klimesova, -diciembre 2014-

J. V.

En esto hay algo relacionado con la reinterpretación, así como también con la traducción de un campo de las artes a otro. En principio este proyecto viene inspirado por las posibilidades sonoras de la poesía de Nietzsche. Esto es llevado al terreno de lo plástico tras una ejecución física y vuelve por último, a través de la interpretación, al mundo del sonido pero con un lenguaje tan distinto a la poesía como el musical. En la articulación hay un eje vertebrador que es la poesía de Nietzsche. ¿Cuáles son estos poemas y por que te han interesado?

J. G.

Me interesa su obra en general y su modo de creación. Me fijo particularmente en su poesía tras la edición de uno de sus poemas: A la melancolía (Geometría del Desconcierto Ediciones, 2013). Ese poema contiene varios pasajes que me sugerían una rotunda formalidad plástica -así termina: “Y balbuceo y tiemblo yo aquí, canto tras canto, / y con rítmicas formas me estremezco: / la tinta fluye, chispas hecha la aguda pluma, / oh diosa, diosa, déjame que actúe a mi manera.”- Para esta producción encargamos una nueva traducción al poeta y editor Jesús Munarriz. Siempre he considerado que la poesía tiene una dificultad de traducción y por lo tanto de fruición del objeto artístico si no dominas el idioma en el que se escribió. Entiendo que la traducción de poesía, como posible analogía, podría ser equivalente a los arreglos que se hacen de ciertas obras musicales para otros instrumentos, con los que se intenta mantener una esencia de la obra original pero realmente el objeto artístico desaparece y es sustituido por uno nuevo.. Al trabajar con la poesía de Nietzsche traducida me he encontrado con este problema y por eso me apeteció trabajar más en profundidad con los poemas originales en alemán. Particularmente me interesaron una serie de poemas donde el hilo conductor es el compromiso con la vida, una posición vitalista radical sin pretender una situación de perenne felicidad sino entendiendo que la vida se nos muestra polimorfa y compleja, que existe la posibilidad del disfrute y por supuesto del sufrimiento y sabiendo que eso es así, enfrentarse a ella con energía.

J. V.

¿Los sonidos de los poemas en alemán son los que han dado la pauta para que la bailarina pudiera realizar su primera acción?

J. G.

En realidad el sonido es solamente uno de los factores. No se trata tanto de trabajar sobre un aspecto si no de un conjunto.

Y al respecto, me gustaría que me comentaras que piensas de la posibilidad de traducción de un lenguaje artístico a otro o incluso a la propia lengua, como un relato ajeno al arte en sí...

J. V.

Quizás sea un problema de definición. Muchas veces concebimos el arte como algo unitario, pero este puede desmembrarse en disciplinas y dentro de cada una, cada artista define una formalidad diferente, lo cual no quiere decir que no exista un fondo de ideal, de concepto, que sí puede ser común. La traducción, la interpretación, la recreación, o la experimentación, como decía Celibidache, sea quizás el campo más interesante. La transversalidad de muchas disciplinas y el contacto entre ellas es un camino de enriquecimiento que provoca un impulso artístico. La literalidad en la transmisión del hecho es lo que veo muy complejo. Cada uno de nosotros hacemos nuestra lectura particular y para hacer una interpretación acudiremos a las herramientas propias de nuestro bagaje y formación dentro de la pluralidad de ideas. Hay un trasvase de estas a lo largo de la historia a través de diferentes disciplinas y artistas lo que permite ese enriquecimiento, pero también pienso que la aportación es personal e intransferible con respecto a las anteriores. Veo muy difícil que se produzca un trasvase literal de una creación artística igual que veo casi imposible un traducción fiel y literaria.

J. G.

Para hacer hincapié y desarrollar esa idea, ¿al hablar de arte -sobre arte- en qué “idioma” tendríamos que hacerlo? Para expresarlo de otra manera ¿cómo se puede explicar el arte fuera de la propia experiencia artística?

J. V.

El espectador tiene dos herramientas para entender el arte. Una es la sensación a través de los sentidos y otra, una herramienta poderosísima que quizás use menos, que es interrogar a la obra artística. El espectador se ha acostumbrado, quizás porque le resulte más fácil, a ser sujeto pasivo respecto a un esquema general que le suele venir dado...

J. G.

... ¿los que corresponden a la historiografía y a la crítica de arte?...

J. V.

... creo que lo importante es el porqué de la obra de arte y por qué un hecho u objeto unas veces es artístico y otras veces no. Eso sólo se descubre interrogando a la obra. El espectador no debería ser solo un sujeto pasivo, meramente un receptor, pero no me atrevería a llegar al límite que proponía Umberto Eco de que el espectador concluye la obra...

J. G.

... bueno el espectador puede acabar la obra o incluso “recrearla” porque desde el punto de vista de ese espectador la obra se genera cuando es percibida, cuando es aprehendida...

 J. V.

... y esa percepción puede quedar incluso fuera de la propia intención del creador, porque este crea a partir de una idea rodeada de un ambiente propio de un tiempo y un espacio, al que no se puede sustraer, y que puede generar de forma inconsciente. No es lo mismo una obra para un sociólogo que, por ejemplo, para un matemático, y además podrían estar descubriendo en la obra algo más de lo que el autor no llegó a ser consciente.

J. G.

Mis últimos trabajos los estoy realizando a partir de la obra de otro autor. A lo largo de la historia la “materia prima” con la que el artista ha podido producir una obra ha sido variada: lo percibido, lo personal... Me parece que la realidad se conforma además de por una realidad natural, por todas las creaciones del hombre que conforman una realidad cultural, en la que por supuesto se incluye toda la creación artística...

J. V.

Hay un hecho incontestable: que existe un caudal de atesoramiento de obras de arte conforme la historia de la humanidad va evolucionando. Sería absurdo no tener en cuenta estos procesos de aprendizaje, y digo aprendizaje como decantación de la forma en pos de un mensaje adecuado al momento, de hecho esa idea no sólo es válida en el arte, sino en la vida. Las “cosas” son pocas y los ejercicios vitales son escasos, pero con variaciones infinitas. El arte habla de esos ejercicios vitales. A partir de ahí, igual que sería absurdo empezar a investigar lo ya investigado por la Escuela de Annales en sus estudios sobre el Mediterráneo, volviendo a realizarlos y no apoyarnos en ello para seguir creando historiografía, lo mismo pasa con la obra de arte. Es necesario que el artista posea un conocimiento de lo anterior. Unas veces puede serle útil por los resultados formales, otras por el matiz de la idea. De este modo, el pensar y visitar la obra de otros artistas para realizar una obra original me parece un acierto y es una de los caminos por los que hoy, en un momento de saturación y mistificación, se puede transitar para poder hacer una clarificación e intentar llegar a la esencia pensando en algo que ya se ha realizado.

J. G.

Hay varios aspectos que definen la obra que estamos tratando. Uno de ellos, el pensamiento de Nietzsche, visto como un pensamiento vitalista y también como una nueva forma de generar ajena a las grandes estructuras, más fraccionado y que posibilita la vía de la creación artística. ¿Crees que esto es una importante influencia para el mundo contemporáneo?

J. V.

Para mí la vía más interesante, especialmente para la creación artística del pensamiento de Nietzsche, reside en que quizás sea la percepción más natural de la existencia humana. Permite posibilidades de enfrentamiento, de diálogo entre contrarios, algo que va más allá de los ideales artísticos como el de belleza, por ejemplo. Creo que esa visión de lo apolíneo y lo dionisiaco se ajusta muy bien a una realidad en la que alternan la prevalencia entre un aspecto y el otro, sin negar ni excluir...

J. G.

... el reconocimiento del conflicto...

J. V.

... exactamente. Todas las acciones del ser humano son la respuesta a un problema, incluidas las soluciones artísticas. A diferencia del estructuralismo, que entiendo como un ideal creado por el hombre para intentar controlarlo todo y que nada esté fuera de control. Pero creo que esa no es la realidad.

J. G.

Otra de las líneas de investigación desarrollada en esta obra es la posibilidad de interferencias artísticas que pienso que define muy claramente como se puede entender el arte en la actualidad, un arte multipantalla que forma parte de la experiencia cotidiana, y que tiene que plantearse el reto de comprobar como distintas disciplina artísticas pueden construir una obra que vaya más allá de la mera mezcla o fusión.

J. V.

Me gusta mucho esa imagen de multipantalla que se está generando con las nuevas tecnologías y en la que el arte está presente desde su origen. Para el arte son muy importantes los sentidos ya que son los que nos ponen en contacto con la realidad recogiendo datos para que, a través de un análisis cerebral, se puedan llegar a comprender una serie de ideas. Esto hace que los campos de actuación del arte sean tantos como la física nos vaya otorgando dimensiones que los artistas aspiran a ocupar. ¿Desde dónde se parte y hacia dónde nos arrastra? Forzosamente a llevar un bagaje: si en principio se experimentó sobre la arcilla  o sobre una roca, más tarde se fue definiendo, se fue complicando, llegó hasta el teatro, se aplicó al cine, al video, a la performance, a la instalación... La interacción de disciplinas artísticas es un hecho que se va produciendo a lo largo de la historia en tanto en cuanto se disponen de nuevos materiales. Muy interesante me parece la estrategia que planteas con La tinta fluye, partiendo de la visión de otro artista, ir transformándola a través de diferentes actores que también intervienen como creadores, hasta llegar un inédito resultado final. Una misma idea inicial, que se ha ido produciendo en diferentes lenguajes y técnicas, hasta llegar a un final enriquecido con distintas experiencias artísticas y personales. Me parece un camino interesantísimo para seguir profundizando en él. Esto dista mucho del resultado de los traductores automáticos. Recuerdo el ejercicio que el poeta Juan Carlos Friebe realizó con un poema suyo, exponiendo los resultados de una traducción a otra hasta llegar de nuevo al español. El resultado fue un curioso monstruo.

J. G.

Me interesa mucho la colaboración con otras disciplinas artísticas, con el lenguaje diferenciado de otras disciplinas artísticas. Me parece interesante que, sin dejar ser hablar en ese lenguaje, se fuerce para que el enfoque no sea el habitual si no el propio de las artes plásticas. Lo que no me interesa es la fusión, la mezcla de técnicas, el pastiche...

J. V.

... sí, pero fíjate que estamos hablando no solo de danza y música, si no que también hay un apartado plástico importante, poético y performático... todo eso requiere de un ajuste para que el resultado artístico sea el adecuado a la idea.

J. G.

Se puede entender como un trabajo experimental en el sentido estricto, donde se pone en relación el resultado con la experiencia, con el proceso. Para mí era muy importante el resultado como una obra que pudiera ser escrita y reinterpretada en distintos espacios y tiempos, pero también me interesa el proceso como experiencia y como generador de diversas obras residuales. Esto me parece interesante en el arte actual, en el que los procesos de creación son tan ricos y fructíferos que generan obras con diferentes vías. Se puede pensar en el arte como hecho.

J. V.

La gran diferencia del arte con respecto a otras actividades humanas, es su capacidad de mostrar el mundo bajo percepciones particulares. Se necesita un proceso de descodificación que no puede ser enseñado o reglado claramente como sucede, por ejemplo, en las matemáticas o el lenguaje escrito, que nacen por necesidad, con un sentido práctico y con cierto carácter administrativo... En el arte la percepción artística del medio es particular y reside también en el espectador, y los objetos se crean y definen con una intención artística.

J. G.

Para cerrar el círculo, entiendo que tú también crees que el arte tiene una autonomía de actuación y que se hace difícil la traducción de la experiencia artística a cualquier otro tipo de lenguaje que no sea artístico...

J. V.

... totalmente, con completa seguridad. Es una cuestión de lo individual de la creación y de lo individual de la percepción. La recepción de disciplinas artísticas tan universales como el cine, por ejemplo, no es igual en un espacio social o en otro. Grandes fracasos técnicos acaban siendo grandes éxitos u obras de culto, dado que su componente artístico está por encima de su ejecución técnica. Eso nos lleva a pensar sobre la importancia de la cuestión técnica en el arte...

J. G.

... creo que es importante un dominio que te permita desarrollar el planteamiento conceptual. Si uno carece de herramientas técnicas que posibiliten una solvencia en la ejecución, es difícil desarrollar una obra. Hay que conjugar esos dos elementos.

J. V.

De acuerdo, pero también puede pasar que la idea artística sea tan potente que incluso una ejecución mediana no enturbie el resultado final.

J. G.

Eso forma parte del proceso de creación. El fracaso puede abrir ciertas vías novedosas...

J. V.

... estoy pensando en este momento en algo muy concreto: el estreno del Cuarteto para el fin de los tiempos de Messiaen, que se realiza en un campo de prisioneros en Francia con los rudimentarios medios artísticos de los que se podía disponer. Obviamente se han realizado después múltiples interpretaciones mejores, pero ¿dónde está el instante de mayor profundidad artística?... seguro que en esa primera interpretación.


Disponible gratuitamente solicitándolo aquí.



La mala educación

Este es el título de la película que Pedro Almodóvar realizó en 2003, escrita junto a Gonzalo Garcés y protagonizada por Gael García Bernal, Fele Martínez y Daniel Giménez Cacho.

Este relato, que se adentra en los entresijos de la creación cinematográfica -recurso que Almodóvar ha utilizado en varias de sus obras: Átame (1989), La flor de mi secreto (1995) y Dolor y gloria (2019)- nos cuenta la vida de dos adolescentes que sufrieron abusos sexuales por uno de los maestros de su colegio, y las pasionales y tormentosas relaciones que establece este (supuesto) trio una vez que los jóvenes ya son adultos, mezclándose la realidad con el guion para un film llamado “La visita”.

Hubo un tiempo en el que pensé que Pedro Almodóvar llegaría a ser uno de los mas grandes directores europeos, compitiendo de igual a igual con Luis García Berlanga y Luis Buñuel. La madurez artística podía hacer de este grandísimo narrador de historias visuales, con un exquisito lenguaje formal y una natural propensión a la creación de singulares relatos de relaciones personales con fuerte impacto emocional, uno de los grandes de la historia. Con el tiempo voy teniendo la impresión de que la autocomplacencia y la perdida de la visión personal y sin prejuicios de su primera época lo están llevando a cometer los peores vicios de nuestro cine patrio.

Esta película no trata realmente de la educación en el colegio –el título inicial era “La visita” - sino que este contexto le viene muy bien al director para encajar una historia de relaciones de poder entre adultos y adolescentes, siempre tan complejas, relaciones de las que llegan a desaparecer las barreras morales, y de las consecuencias de estas en un futuro.

Al ser el de la escuela un momento fundamental en la vida de las personas y reconocible por cada uno de nosotros, ha llegado a conformarse un subgénero cinematográfico en el que una gran colección de películas nos ofrece una visión del colegio en distintos momentos y desde diferentes puntos de vista. Desde retratos sociales a través de la mirada de la niñez a recorridos vitales con la escuela como escenario. Hay algunas de ellas que han marcado un hito generacional mostrándonos una forma de entender la educación y los centros de enseñanza. Citaré algunos de los que me parecen han sido más influyentes:

Cero en conducta -Zéro de conduite-. Jean Vigo, 1933

Película que nos muestra la rebelión de los estudiantes ante un sistema educativo represivo y burocrático.

Los 400 golpesLes quatre cents coups-. François Truffaut, 1959

Día a día de un adolescente parisino de barrio al que su metafórico “deseo de ver el mar” le lleva a enfrentarse a su familia y a la escuela, y por lo que sufrirá las consecuencias del Estado.

Rebelión en las aulasTo Sir, with love-. James Clavell, 1967

Primera película de instituto de barrio conflictivo en las que los estudiantes no encajan el sistema educativo y un nuevo profesor los anima mediante un método personal y creativo.

El club de los poetas muertosDead poets society-. Peter Weir, 1989

Un canto de amor a la literatura, al arte, frente a una sociedad pragmática

Cada uno de nosotros tenemos nuestra “película” de escuela. Nuestro relato de ese periodo tan importante y que configura a la persona que llegamos a ser en el futuro, cuyos recuerdos, para bien o para mal, tenemos marcados indeleblemente.

Mi generación, la nacida en los años 70 cierra un ciclo de la educación en nuestro país. Yo estudié en un colegio que se inauguró en el año 56 con el nombre de División Azul. No me enteré de por qué se llamaba así hasta que, cursando 5º (de EGB, claro), le cambiaron este nombre por el de nuestro director que ya llegaba a su jubilación, Don José Hurtado. División Azul me parecía un nombre muy abstracto y misterioso, con cierta poética, formado por elementos matemáticos y artísticos, algo así como la sublimación del cálculo. Tengo la impresión de que el ambiente en el que vivíamos estaba tan poco ideologizado –en un sentido o en otro- que ese nombre no tenía connotaciones. Solo era una nomenclatura neutra. El colegio del barrio. Nuestro colegio.

Tenía dos patios, en un principio uno era para las chicas –de chino blanco y más soleado- y el otro para los chicos –con el firme de cemento y algo sombrío-. La planta baja era para los pequeños y la alta para los del segundo ciclo a partir de 5º. Así como enterramos su nombre original, también jubilamos a todos los viejos maestros. Recuerdo que en Párvulos tuvimos a la maestra más vieja del centro y la que ejercía la más férrea disciplina, Doña Paquita. En 2º nos dio clase Don Manuel, un maestro que tenía por mí un gran aprecio y del que guardo un muy grato recuerdo. Maestro de manos enormes, cejas peludas, cara enjuta y gafas de pasta, siempre con traje marrón y corbata de rayas setentonas. Uno de los de antes.

De las aulas, muy luminosas, recuerdo la gran pizarra oscura al fondo, las filas bien alineadas de sillas y mesas individuales de melamina marrón, las tablas de multiplicar, los dictados, los ríos y montañas… nada demasiado especial. Las clases de gimnasia básicamente se resumían en que el maestro abría los toriles y salíamos al patio desbocados a jugar al futbol. De vez en cuando hacíamos algún ejercicio de subir y bajar los brazos al “un, dos, un dos” del viejo maestro. Doña Dorita, maestra de 4º no salía ni al patio. Era una agradable mujer siempre bien arreglada con su pañuelo al cuello y su pelo cardado. Ya era mayor cuando fue mi maestra y seguía igual cuando, ya jubilada y yo adulto, la encontraba por el barrio.

Hablando de cine, teníamos una sala justo frente al colegio, el Cine Alhambra, al que alguna vez escapamos por la tarde y recuerdo que una vez programaron un maratón de películas entre la que pudimos ver Hair. Relación con el cine también tiene la mayor polémica que sucedió en el colegio en ese periodo. En la clase de 8º B –la de inglés, yo estaba en el A de francés- estudiaba el hijo del dueño –o del proyeccionista, no recuerdo ahora bien- del otro cine del barrio, el Príncipe, y un día, no sé por qué razón, tenían un proyector para algún trabajo y cuando quedaron solos sin maestra, el ya citado y un colega, pusieron unas colas de una película porno. Lo que debía ser un secreto sellado con pacto de sangre sufrió alguna fisura y alguien se fue de la lengua llegando a montarse un buen lío cuyas consecuencias no tengo del todo claras. En fin, una etapa de la que guardo un recuerdo bastante neutro pero agradable.

Todo este preámbulo viene a cuento de que, tras el anuncio de publicación en el BOE por parte de la ministra del ramo, he leído el “Real Decreto 217/2022, de 29 de marzo, por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria”. 219 páginas de la más árida “literatura” de pedagogía burocrática.

Este decreto junto a los de contenidos mínimos de primaria y de bachillerato forman parte de la última reforma educativa realizada en España tras la transición. La característica fundamental de estas leyes y reformas educativas es que siempre se han implantado sin el necesario consenso político (debería de ser el más importante pacto de Estado) y el criterio prevalente en sus redacciones ha sido el ideológico. En el periodo democrático hemos tenido en España multitud de reformas educativas a golpe de nuevo gobierno, que no han tenido ni tiempo para implantarse: LOECE (1980), LODE (1985), LOGSE (1990), LOPEG (1995), LOCE (2002), LOE (2006), LOMCE (2013) y por último la LOMLOE (2020)

Una característica fundamental de la educación en tiempos de Franco fue que se enmarcaba dentro de la visión nacional-católica del régimen. Por otra parte, también hay que señalar que en esa época se creó una importante red nacional de maestros implantada en todos los territorios y con una sólida formación, además de una excelente educación secundaria sustentada por los Catedráticos de Bachillerato. Es verdad que la educación fue la única opción de ascenso social mediante un sistema de becas de mérito que posibilitaba un acceso en igualdad, a diferentes capas de la sociedad, a estudios medios y superiores.

Como hemos visto en el listado anterior de películas, en esa época existía en las escuelas una férrea disciplina y la formación mayoritariamente se basaba en valores que podríamos definir como conservadores. Un ejemplo de esto podemos verlo en la educación republicana francesa. Es verdad que este férreo sistema educativo necesitaba de ciertas reformas que actualizaran los métodos adaptándolos a las nuevas sociedades posindustriales. En España con el nuevo tiempo democrático, además, era imprescindible limpiar de ideología casposa la educación de nuestros jóvenes.

Educación. Si atendemos a la segunda acepción del diccionario de la RAE: “2. f. Crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes”, esta debería quedar en su mayor parte en el ámbito familiar y social, quedando solo en manos del Estado una básica formación constitucional democrática de derechos y deberes. Su tercera acepción: “3. f. Instrucción por medio de la acción docente”, creo que es la apropiada al ámbito al que nos estamos refiriendo en este artículo. (Por eso nunca he sido muy partidario de denominar de Educación al ministerio encargado).

Creo, como principio básico que la “educación” tiene que alejarse del adoctrinamiento y centrarse en la ciencia y el pensamiento, el razonamiento y la erudición, la capacitación técnica y conceptual. Los “valores” deben formar parte, de manera envolvente, de todos los ámbitos sociales y estar presentes en las estrategias de pacto/consenso de los individuos de sociedades libres y democráticas.

Realmente ¿cuál queremos que sea la finalidad del periodo de formación de los jóvenes? Me parece que no tenemos muy claro la función de los distintos periodos de formación comúnmente establecidos: el primario, el medio y el superior, y solemos confundir el enfoque práctico dirigido a la formación de profesionales en las distintas actividades productivas y la formación intelectual que llevaría a configurar a los líderes necesarios en cualquier sociedad. Creo que aquí es donde radica el problema de los sistemas educativos.

En la España democrática, la mayoría de los sectores progresistas de la política han malinterpretado el espíritu democrático de igualdad de derechos y de oportunidades por un igualitarismo simplón que desvirtúa la formación, desincentiva el esfuerzo, desvaloriza los estudios y arruina el sistema productivo. Se ha producido un proceso gradual de devaluación de la “educación primaria” llegando a convertirla en una guardería, un jardín de juegos, con unos maestros (aunque esa palabra ya no existe) desmotivados, mal cualificados y mal pagados. Una etapa de formación intrascendente, aunque yo pienso que este es el momento fundamental en el que se tiene que transmitir al niño-individuo el real interés por el conocimiento, la necesidad del esfuerzo y la gratificación personal por los resultados. En definitiva, hacer llegar a los niños lo que significa la aventura del conocimiento. El Estado debería realizar una gran inversión económica en esta etapa de la formación fundamentalmente prestigiando al Maestro.

Por otro lado, la “educación media” se ha ido convirtiendo cada vez más en una trampa. Una formación confusa, engañosa, edulcorada en los contenidos y cuya finalidad real es revertir en positivas las estadísticas para crear la ilusión del triunfo del sistema: cada vez más alumnos con enseñanzas medias y menor abandono escolar. Si los alumnos no son capaces de afrontar con rigor unos exigentes estudios, porque en primaria no se les ha preparado adecuadamente, lo más fácil para el sistema es facilitar lo máximo posible el tránsito por los distintos cursos, eliminando los suspensos y las repeticiones, y si hay un abandono escolar prematuro, hacer obligatorio el estudio. Éxito seguro de la administración, aunque con estas políticas se genera un gran problema tanto individual para cada uno de los alumnos como socialmente. Se obliga a los alumnos a estudiar académicamente, aunque no quieran o no puedan y no se les ofrece una alternativa profesional que estimule las inquietudes de lo que llamamos “mal alumnado”. Como todos los alumnos tienen que ser iguales y con los mismos estudios, en realidad lo que se está haciendo es que no se permita que un joven pueda ser un buen fontanero, y se está limitando el potencial de estudiante brillante.

Los estudios medios tendrían que ser de alto nivel académico y de una potente formación en el conocimiento, favoreciendo que el estudiante enfoque con un buen criterio sus estudios superiores y que el que no quiera o no esté interesado pueda tener la posibilidad de dirigirse al mundo profesional con una buena formación, actualizada al tiempo tecnológico y a la demanda del sistema productivo, prestigiando de este modo el mundo profesional.

Y por último los estudios universitarios. España se ha llenado de universidades, alguna de ellas no ofrece un nivel mucho más alto que un buen bachillerato antiguo, llenas de estudios “sociales” de nueva creación y unas cada vez más devaluadas carreras clásicas. Pienso que sería necesaria una universidad pública gratuita de altísimo nivel en las carreras fundamentales, que formara a todos aquellos estudiantes de secundaria que hayan demostrado por rendimiento, interés y capacidades, una predisposición al estudio continuo. Futuros líderes encargados de transmitir el conocimiento a las siguientes generaciones. (Y al decir esta palabra es cuando el igualitarismo bien pensante se me echa encima)  

También debería haber una estructura de escuelas superiores que con una mayoritaria participación de capital privado formara a todos los profesionales necesarios para los distintos sectores productivos, telecomunicaciones, construcción, agroalimentario, farmacéutico… Sería la mejor manera de responsabilidad social de la empresa, formar a sus futuros profesionales. En estas escuelas superiores se podrían integrar todos aquellos que en los estudios medios optaron por la formación profesional, no impidiendo de esta manera la formación de alto nivel de ningún estudiante.

Pienso que así tendríamos alumnos motivados por avanzar en el conocimiento, dotándoles de la posibilidad de un futuro con recursos y prestigio, y a otros por optar a alcanzar el mayor nivel de empleo en el sector profesional escogido. Leyendo las 219 páginas de decreto ley de contenidos mínimos de la ESO, en los que casi no se habla de ciencia ni conocimiento, pero sí que están trufadas de ideología anestesiante al uso de la nueva progresía (género, ecología y felicidad), me doy cuenta de que a lo que nos llevan todas estas reformas es a todo lo contrario, a una frustración del estudiante -el dotado y el menos dotado-, ya que sus esfuerzos no llegarán a tener recompensa, al haberse alejado del verdadero conocimiento por un lado y al habérsele cerrado las puertas a un futuro profesional. Realmente a esto sí que lo considero una “mala educación”.

Isaac Newton, Tomas Alba Edison, Marie Courie, Santiago Ramón y Cajal…

Pensemos en todas estas personas, por ejemplo. Pensemos en cómo se formaron y aprendieron, en cómo llegaron a ser lo que fueron, en lo importantes que han sido para muchas generaciones posteriores.

No creamos que el mundo empezó ayer y que nuestro momento es el único a tener en cuenta. Aprendamos realmente del pasado, eliminemos lo que ya no nos vale, pero no perdamos de vista quienes somos.



De valores y sentires. Nº 8: El AMOR en Charles Bukowski

“Tenía 50 años y no me había acostado con una mujer desde hacía cuatro. No tenía amigas. Las miraba cuando me cruzaba con ellas en la calle o donde quiera que las viese, pero la idea de tener una relación con una mujer -incluso en términos no sexuales- estaba más allá de mi imaginación. Tenía una hija de 6 años de edad nacida fuera de matrimonio. Vivía con su madre y yo pagaba una pensión de manutención. Había estado casado años antes, a los 35 años. El matrimonio duró dos años y medio. Mi mujer se divorció de mí. Solo una vez en mi vida había estado enamorado, pero ella murió de alcoholismo agudo. Murió a los 48 años, cuando yo tenía 38. Mi mujer era 12 años más joven que yo. Creo que también ha muerto, aunque no estoy seguro. Me escribió después de divorciarnos todas las navidades una larga carta durante 6 años. Yo nunca respondí…”

Este es el arranque de la novela Mujeres que Bukowski escribió en 1978, en la que narra cómo su alter ego Henry Chinaski deja su trabajo en la oficina de correos para dedicarse exclusivamente a la escritura. Nos cuenta, entre borracheras encadenadas y lecturas salvajes de poesía, una serie de relaciones sexuales y amorosas con un variopinto grupo de mujeres.

La novela va precedida de una cita del propio Chinaski: “Más de un hombre bueno ha acabado en el arroyo por culpa de una mujer”. Esta frase fue suficiente para que una amiga no se animara a leer este libro debido a una reacción “provocada por la influencia inconsciente de mis amigas feministas radicales”. Me sorprendió, ya que hubiera sido comprensible esta reacción tras la lectura de alguno de sus poemas o ciertos pasajes de esta narración realmente provocadores, pero esta cita me pareció inocente, incluso tierna y bastante ajustada a la realidad. Es cierto que esta afirmación podría presentarse emparejada a la declaración opuesta: “Más de una mujer ha acabado con la vida destrozada por culpa de un hombre”. Una afirmación no excluye la otra y son realmente ciertas las dos. En la actualidad hay una necesidad de plantear un razonamiento de equivalencias que no te haga parecer prejuicioso ni ofensivo. Pero la realidad, y sobre todo la ficción del arte, no es así. Cada uno de nosotros tiene un punto de vista particular sobre los diversos asuntos, fruto de experiencias personales que inciden o priorizan ciertos aspectos concretos. En este caso Chinaski expresa una de las líneas directrices de su relato: la relación de conflicto, de amor/odio con las mujeres. Hoy en día tendríamos que el leer el equivalente libro de, por ejemplo, Lydia Vance (una de las mujeres importantes en la novela) que mostrara la tortuosa relación con el escritor. Pero antes las cosas eran de otra manera.

Recuerdo como Bukowski, en los años 80, era una figura contracultural de culto, el maldito entre los malditos, amado por rockeros, por jóvenes escritores y por la crítica alternativa. Hoy creo que está demodé para el mundo de la cultura y seguro que irá desapareciendo de las bibliotecas de las universidades que cuidan con fervor la salud moral de nuestros jóvenes estudiantes.

El viernes 29 de septiembre de 1978, en horario de máxima audiencia se emitió en la televisión francesa el programa sobre libros y literatura Apostrophes, capitaneado por Bernard Pivot, que en esta ocasión estaba dedicado a la marginalidad y la escritura, y su estrella invitada fue el americano Bukowski. Apostrophes era un programa estrella en Francia y su presentador un personaje aclamado. Siendo un milagro cultural imposible de entender en otro país, no dejaba de estar afectado por la verborrea pedante de la intelectualidad francesa de finales de los 70. Es normal que en la Francia de Foucault, Derrida y Deleuze, dedicaran un programa a los “marginales”. Al debate fueron invitados Marcel Mermoz (escritor y editor), François Cavanna (escritor y dibujante), Catherine Paysan (poeta) y Gaston Ferdière (psiquiatra y poeta), y como espécimen muestra, el borracho Bukowski, para que diera testimonio de esa marginalidad literaria. Los intelectuales plantearon el programa como un “toma y daca” de ocurrencias geniales sobre la liberación del corsé de la cordura y la subversión del orden burgués por parte de los orillados.

El poeta antes de salir al plató se había pimplado dos botellas de un buen vino blanco -única condición impuesta para acudir al programa, por cuya asistencia la mayoría de escritores habría dado un brazo- y sacó otra al debate para terminarla bebiendo a morro. Realmente se estaba comportando como un marginal y eso empezó a incomodar y molestar a los invitados. ¡Bukowski, nos estás molestando y te voy a poner un puño en la cara! -le espetó Cavanna después de un rato. “Buk” no paraba de soltar impertinencias, interrumpir y ser maleducado, y como no entendía nada –la traducción simultánea del pinganillo no estaba ajustada a su nivel etílico- terminó por levantarse y fue sacado del estudio por su agente y su mujer. ¡Qué alivio para todos los presentes! ¡Por fin podrían hablar de marginalidad, pero sin marginales indeseables!

Apostrophes, momento en el que Bukowski se dispone a abandonar el plató

Charles Bukowski se fue haciendo famoso en los años 70 entre los editores y lectores de las numerosas revistas underground de literatura –además de su columna “Notas de un Viejo Verde” para varios diarios- de la Costa Oeste americana. Su reputación de borracho obsceno salvaje se fue consolidando en los numerosos recitales en garitos diversos, en los que su actitud desafiante hacia el público e irreverente hacia la literatura oficial –aunque con tono pausado- enfervorecía a un auditorio entregado, más cercano al público de un concierto de rock que el de un acto literario intelectual y coñazo. A finales de los 70, en plena efervescencia del punk y de otros movimientos descreídos, ya era un autor de culto tanto en EEUU como en Europa.

Poeta de vocación vital, en 1971 su editor John Martin –Black Sparrow Books- (daría para otro artículo la relación de lealtad de estas dos personas, que nos define muy bien su relación con la literatura) le propuso escribir una novela, para así intentar dar un salto de la esfera independiente a un mayor acceso de lectores. Este se puso manos a la obra y escribió de una sentada las 200 páginas de Post Office, en la que creó el personaje que describirá las peripecias vitales del escritor.

A Bukowski se le suele definir como borracho, obsceno, machista y misógino. Sin duda alguna era un borracho empedernido. Se lo bebía todo, en cualquier orden y momento (“Ese es el problema de la bebida, pensé mientras me servía un trago. Si ocurre algo malo, bebes para olvidar; si ocurre algo bueno, bebes para celebrarlo; si no pasa nada, bebes para que pase algo”). También se puede decir que era un obsceno. No dejaba espacio en su escritura para ningún tipo de eufemismo, y las imágenes metafóricas no formaban parte de su apuesta estilística. El éxito de su escritura fue desarrollar una poderosa poética de la vulgaridad, en sus dos acepciones, “Común o general, por contraposición a especial o técnico” y “Que es impropio de personas cultas y educadas”; de lo cotidiano y de lo soez. Desprecia la actitud política de la creación –en general desprecia con fruición a los políticos- y solo le interesa mostrar de la manera más clara los conflictos entre individuos y de estos con la sociedad, a la que detestaba. Inclasificable escritor que odiaba el mundo de la literatura y que escribía con la misma predisposición que acudía al hipódromo o abría una botella de whisky, algo consustancial a su vida.

1. m. Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.

2. m. Forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón. 

Si tenemos en cuenta las dos definiciones del DRAE, no estoy tan seguro que Bokowski fuera un machista. Realmente no era un tipo elegante, ni caballeroso y podía resultar ofensivo y bastante maleducado. Reconozco esta descripción en muchas feministas o en personas “no adscritas”. Lo que sí tengo bastante claro es que no era un misógino. Es cierto que para un tipo de escritura como la suya -podíamos llamar desprejuiciada-, es muy tentador definirla con esos calificativos y por extensión a la persona. Podemos decir que un misántropo –y creo que este sí es un adjetivo adecuado para él- es evidentemente misógino: odia a hombres y a mujeres por igual, como grupo, pero no odia a las personas en particular. Bukowski detesta a la sociedad, pero no para luchar contra ella, sino más bien para quedarse al margen. (“No entendía la televisión. Me parecía estúpido pagar para ir a ver una película o al teatro, y sentarme junto a otra gente para compartir emociones. Las fiestas me ponían enfermo. Odiaba la comedieta, el juego sucio, el flirteo, los borrachos aficionados, los coñazos.”). Para él, la relación con las mujeres evidencia con claridad el eterno conflicto entre sexos, que no deja de ser un extremo conflicto de intereses, en el que posiciones distintas colisionan en la defensa de estos. Bokowski nos muestra esto sin recurrir a la hipocresía como filtro de sociabilidad, al manual de buenas costumbres o a las estrategias de resolución de conflictos. (“La educación era la nueva divinidad y los hombres educados los nuevos poderosos hacendados.”)

Buk y Linda Lee del documental You Never Had It: An Evening whit Bukowski

Realmente amaba a las mujeres y aunque parezca imposible, toda su literatura tiene un poso de ternura e inocencia que refleja a un hombre alejado del nihilismo machista.

La recopilación realizada por Abel Debritto en 2016 para la Colección Visor de Poesía, titulada Amor, nos da una visión panorámica de la importancia de las relaciones para el poeta y como estas fueron variadas, intensas, tóxicas o divertidas, y repletas de emociones que están más cerca de la realidad que las distintas visiones estereotipadas tanto de la “izquierda buenista” como de la “derecha puritana”.

El viejo escritor borracho pasó sus últimos años en una tranquila y acogedora casa de San Pedro, Los Ángeles, junto a Linda Lee –la dueña de un restaurante de comida saludable y Sara en sus novelas-, mujer que decidió desde la libertad y en igualdad, compartir gran parte de su vida con el viejo, sus botellas de vino, sus gatos, su radio con música clásica y su máquina de escribir.

https://www.facebook.com/watch/?v=1127326617445424

LA DUCHA

nos gusta ducharnos después

(me gusta el agua más caliente que a ella)

y siempre tiene la cara suave y serena

y primero me lava ella

me enjabona los huevos

los levanta

los estruja,

luego frota la polla:

-oye, ¡todavía está dura!

luego me limpia el vello…

la tripa, la espalda, el cuello, las piernas,

sonrío sonrío sonrío

y luego le lavo…

primero el coño, me

coloco detrás de ella, con la polla entre las nalgas

le enjabono con delicadeza los pelos del coño

con movimientos relajantes,

me entretengo más de la cuenta,

luego paso a las piernas por detrás, el culo,

la espalda, la nuca, le doy la vuelta, la beso,

le enjabono los pechos, se los froto, la tripa, el cuello,

las piernas por delante, los tobillos, los pies,

y luego otra vez el coño para que me dé suerte…

nos besamos de nuevo y ella sale primero,

se seca, a veces canta mientras sigo duchándome,

pongo el agua más caliente,

disfrutando del milagro del amor

y luego salgo…

suele ser media tarde, a una hora tranquila,

y mientras nos vestimos hablamos

de lo que haremos,

pero estar juntos lo soluciona casi todo,

de hecho, lo soluciona todo

mientras esas cosas sigan resueltas

en la historia de la mujer y el

hombre, es diferente en cada caso

mejor y peor en cada caso…

para mí es tan magnífico como para recordarlo

más allá de la marcha de los ejércitos

y los caballos que recorren la calle

más allá de los recuerdos de dolor y derrota e infelicidad:

Linda, tú me lo has traído,

cuando te lo lleves

hazlo poco a poco y con ternura

hazlo como si muriera en sueños y no

en vida, amén.

 

(Traducción Abel Debritto)

El FANDANGO CLUB de Julio Juste

-Paseo por una exposición-

El Área de Cultura y Patrimonio del Ayuntamiento de Granada me pidió, con motivo del Centenario del Concurso de Cante Jondo celebrado en Granada en 1922, que comisariara una exposición sobre la obra que Julio Juste realizó en la segunda mitad de los años 80 relacionada con los tablaos del Sacromonte granadino. Para ello contamos con la colaboración del Instituto de América de Santa Fe donde la familia del pintor ha depositado su legado. La exposición tendrá lugar en el Cuarto Real de Santo Domingo entre el 26 de enero y el 6 de marzo de 2022.

He querido hacer esta entrada a mi Cuaderno para mostrar el resultado y dar la posibilidad a todas las personas interesadas por la obra de JJ y que no se puedan acercar a verla en vivo.

UN COMENTARIO

Se celebran este 2022 los 100 años de uno de los acontecimientos culturales más importantes del primer cuarto del siglo XX en España y fundamental para la modernidad granadina: el Primer Concurso de Cante Jondo, organizado por un grupo de figuras sobresalientes de nuestra cultura patria, en torno a, y aglutinados por, Manuel de Falla desde su delegación parisina de la Antequeruela.

La celebración de esta efeméride es un magnífico momento para volver a disfrutar de una colección de obras de un pintor esencial en el panorama artístico de finales del siglo XX y principios del XXI, Julio Juste, que realizó desde mediados a finales de los 80 un grupo de pinturas exuberantes, intensas, atrevidas y con un definido lenguaje figurativo de grandes hallazgos artísticos e imponente armazón intelectual. Quizá uno de los mejores ejemplos de la resucitada (dada tantas veces por muerta) pintura europea del momento.

Entre viajes y exposiciones en Nueva York, Italia o Francia, así como en sus estancias en Madrid, Barcelona o Santa Fe, Juste comienza a definir, en el contexto de una España desprejuiciada que se abre a una nueva modernidad, una visión novedosa e inteligente de lo que se suele denominar la “España de pandereta”, esa españolada llena de tópicos, lugares comunes, pintoresquismos, pero también de una poderosa carga simbólica, fundamental para entender ciertas esencias meridionales. Este ciclo de obras tiene su momento cumbre con una exposición, realizada en el 88, que podríamos calificar como “festiva”, en la que nuestro pintor realiza una crónica de las noches en los tablaos del Sacromonte a través de la mirada de una nueva fauna moderna: Fandango Club, todo un ejercicio de sincretismo cultural y artístico, en el que caben, tras crearse un espacio propicio, un variado grupo de personajes, que van de las gitanas de raza del barrio granadino, a una RockStar de Minneapolis, todas ellas criaturas de la noche.

No se podrían entender estas pinturas sin una serie de colecciones realizadas por JJ desde el 86 hasta entrada la década de los 90 y que son fundamentales para adentrarse en este entramado simbólico de la cultura popular: estudios iconográficos de Granada (uno de los temas transversales en su trabajo) en exposiciones como Mar de Lágrimas; el análisis de la formalidad y los usos de los distintivos comerciales en Las Mejores Marcas; o la cultura de la noche, sus lugares y sus rituales en sus variadas series de Cócteles, Bares y Cafés.

Zócalo cifrado, 1990-91

Técnica mixta sobre papel japonés, 49x95 cm

“Granada” y su carácter polisémico fue uno de los recursos que utilizó Juste a lo largo de su carrera para desarrollar un planteamiento poético: metafórico y simbólico.

Llorar y llorar, 1990

Técnica mixta sobre papel japonés y madera, 58x90 cm

O desgranar. El cuchillo y el fondo color capote componen una imagen icónica con un marcado sentido trágico.

As de bastos, 1987

Técnica mixta sobre cartón, 105x75 cm

Uno de los elementos gráfico/culturales utilizados por el artista en muchas ocasiones para definir ciertos estados anímicos, o arquetipos.

Tienta, 1990

Collage/mixta, 50x50 cm

Los toros. El arte de lidiar fue un objeto de estudio fundamental en el trabajo de JJ. Fue un gran experto en descifrar ciertas prácticas que llegan a generar un resultado artístico.

Las mejores marcas, 1991

Técnica mixta sobre corcho, 60x91 cm

Toros y futbol, “dos espectáculos que congregan a las masas, y que parecen inspirarse en una geometría esencial de origen secular. El futbol, o la confrontación de colores en un terreno de juego; cruce de mensajes, cuya resolución es una incógnita enmarcada en una maraña de sentimientos”. (Julio Juste)

Vanguardia Terry, 1990

Acrílico sobre papel de seda lacado, 60x60 cm

Juste fue desarrollando un estudio de carácteres de determinados círculos de personajes mediante la representación de escenarios de congregación, definidos por bebidas, copas, cigarrillos, puros o pipas.

Bourbon Caligari, 1988-91

Collage/mixta sobre madera, 38x50 cm

Se podría rastrear la vida social del artista mediante el análisis de estas composiciones.

Chicote, 1991 ca.

Collage/mixta sobre cartón, 30 cm diámetro

Una de las grandes tradiciones pictóricas, la naturaleza muerta. El bodegón como referencia tradicional y de vanguardia. Cubismo y emblemática.

As de copas, 1987

Técnica mixta sobre cartón, 74x52 cm

Otro palo de la baraja española. Está pendiente un estudio riguroso del simbolismo en la obra de Julio Juste, gran aficionado al enigma.

Granada hermética, 1990

Acrílico sobre lino y damasco, 126x125 cm

Cerramos este comentario volviendo a Granada. ¿Paraíso cerrado, o “un lenguaje codificado mediante símbolos que le permitirían al iniciado acceder a una percepción de orden suprahistórico (Julius Evola)”?

El corazón manda, 1985

Técnica mixta sobre papel, 34x22 cm

Uno de los emblemas granadinos por antonomasia y al que JJ dedicó una atención especial. Imagen que además se emparenta con la cultura popular a través de la ilustración y los tatuajes de ciertas tribus urbanas.

Granada, 1991 ca.

Técnica mixta sobre papel, 150x168 cm

Este papel, que podría formar parte de algún desarrollo gráfico para ilustrar una publicación, señala a la ciudad como un punto de referencia importante para la cultura occidental.

UNA EXPOSICIÓN

Con Fandango Club, Juste llega a adentrarse sin ningún tipo de prejuicio ni condicionante, salvo el que conlleva su posición de vanguardia, en los muy polémicos (aunque muy admirados en otras latitudes) tópicos hispanos: el Cante, el Baile, los Toros y la Juerga. No sólo no se avergüenza, como sucede en cierta corriente de la intelectualidad española (especialmente la del 98), sino que se sumerge en ese mundo “mágico” para llegar hasta las claves, y despojadas ya de todo el hollín, armar con ellas un riguroso estudio artístico que se emparenta con la mejor tradición pictórica española.

Podemos ver en esta sección los más importantes cuadros de esa muestra, donde los espacios son creados para que “sucedan cosas”. El espacio como catalizador de proezas y catástrofes en la noche, en la que los actores principales son “Los príncipes de la oscuridad”. Por otro lado, se muestran varias pinturas de otras series de ese mismo periodo como Suite Iberia o Discípulo meridional del Giotto, más en los terrenos de los ritos trascendentes como pueden ser Verónica, Capote de Valentía o Vanitas, así como los cuadros salidos de Brandy, Brindis, un verdadero estudio de sociología de la cotidianidad hispana.

Homenaje a Isabel Lanchas, 1987

Acrílico sobre tela estampada, 160x130 cm

Folclorismo. En realidad, una excusa para realizar un ejercicio de abstracción, de un material en movimiento, aprovechando los recursos gráficos que proporciona el soporte, tan característico en la técnica pictórica de Julio Juste.

Fino Juste, 1987

Técnica mixta sobre cartón, 104x74 cm

De la serie Brandy, Brindis. Aquí utiliza dos grafismos muy importantes en el diseño de una época. Como bien decía él, no tiene nada que ver con la revisión y el reconocimiento de estos iconos que se hizo años más tarde, sino que esta serie nos remite a las costumbres populares de las barras de bar.

En el centro, 1987

Técnica mixta sobre cartón, 70x100 cm

El coso y el animal mitológico. Nos revela como la tauromaquia se trata (junto a otros factores) de la posición del astado en los distintos terrenos de la arena y de la maestría del torero para dirigirlo.

En cualquier lugar, 1988

Técnica mixta sobre madera contrachapada, 77x104 cm

Esta pintura, una cueva del Sacromonte, podría ser la de Altamira, o la Cisterna de Estambul, una “teoría sobre los espacios místicos cerrados”. (José Ramón Danvila)

Tacón amargo, 1988

Acrílico sobre tela, 91x94 cm

Enigmática obra. Creo que representa muy bien este ciclo de pinturas. La relación entre “actor-espectador” en la confusa nebulosa de la noche.

Vanitas, 1988

Técnica mixta sobre tela, 65x50 cm

Andalucía occidental. Cita literal del barroco sevillano. En Juste es tan importante la actitud de vanguardia como su relación con la historia del arte.

Capote de valentía, 1989

Acrílico sobre percal, 110x220 cm

“Para el genial torero sevillano Juan Belmonte, el toreo era un ‘ejercicio espiritual, un verdadero arte’… y se vio en la necesidad de resolver la oposición temeridad/miedo. Quiso confrontar el axioma lagartijero de ‘Te pones aquí, y te quitas tú o te quita el toro’ con uno nuevo ‘Te pones aquí, y no te quitas tú ni te quita el toro si sabes torear” (Julio Juste). La trascendencia del espacio y su dominio.

Verónica, 1988

Acrílico sobre tela, 200x120 cm

Quizá este cuadro sea uno de los que mejor explica la relación de JJ con los temas populares y folclóricos. En una entrevista a Ajoblanco expresa: “Hace tiempo pinté una Verónica con un Santo Rostro sobre un capote de toreo. Con la actitud con la que pinto estos cuadros difícilmente se puede pintar un cuadro folclórico”.

*Fandango Club, 1988

Acrílico sobre tela, 170x200 cm

Zorongo Club, Chumbera Club, Fandango Club, tres de los cuadros de esta exposición que representan otros tantos espacios “ideales”, suntuosos y barrocos que sirven de escena para una tragicomedia.

Chorrohumo, 1988

Acrílico sobre tela, 200x215 cm

“La pintura de Julio no trata de gitanos. Los utiliza como metáfora de lo libre, de lo transgresor, de lo físicamente opulento, … es decir, el encumbramiento de lo pasional.” (Luis Antonio de Villena)

Fauna ibérica, 1988

Acrílico sobre tela, 200x220 cm

Una interesante visión, un resumen de la historia desde las primeras representaciones del tótem hispano, junto a objetos de bronce, cobre y reflejos dorados en un espacio mágico, mítico, en el que confluye una visión contemporánea.

Príncipes de la oscuridad, 1988

Acrílico sobre tela, 223x200 cm

Un enfoque “romántico” y la plasmación de un hermanamiento sentimental que se deriva de la consciencia de compartir ciertas claves iniciáticas. Una nueva aristocracia.

Príncipe de la revolución, 1988

Técnica mixta sobre cartón, 105x75 cm

Julio Juste dijo una vez que si tuviera que definir la década de los 80 lo haría con dos palabras: Purple Rain. Nadie mejor que este gitano negro, ambiguo y seductor para encarnar el espíritu de esa época…

Fan d’Ango, 1988

Técnica mixta sobre madera contrachapada, 97x79 cm

… y él quiso fundar su principado.

UNA TEORÍA

Para terminar, si anteriormente hemos visto una serie de reflexiones artísticas sobre lo popular y la creación, aquí podemos entender el carácter “hondo” de la visión de Julio Juste. Si la década de los 80 fue para el trabajo de JJ un derroche de color y energía, diez años después retoma el estudio de algunos de estos asuntos, (la música española –sobre todo a través de la figura de Manuel de Falla-, y la tauromaquia), desde la intensidad monocroma del negro, elaborando una teoría sobre el papel de la geometría a la hora de comprender ciertos fenómenos, que podría resumirse como: “Bajo la geometría existen siempre las más dispares cuestiones; soportando las más diversas cuestiones subyace un problema geométrico”.

Julio Juste nos lo muestra muy bien en el rotundo estudio sobre la ventana de Iñigo Jones, planteando la relación entre geometría y artisticidad; su muy original observación de la tauromaquia y el entramado geométrico que posibilita su práctica como liturgia ancestral; y el sofisticado análisis del “Duende” a partir de la geometría del gesto, todo ello en exposiciones como Raíz Cuadrada de 2 y Val de Oscuro.

Ventana de Iñigo Jones, 1996

Acrílico sobre lona, 54x38 cm

El análisis de este elemento arquitectónico fue una de las claves para JJ a la hora de establecer una nueva relación con la pintura. Comprendiendo que la intención del neopitagórico Jones no era crear un efecto plástico, sino controlar la armonía de la geometría, la intención de crear todo un “cosmos” en un hueco de ventana ornamentado.

Geometría del duende, 1997

Acrílico sobre lona, 160x70 cm 4 piezas

El “Duende” se puede esconder en un gesto, en la ausencia de un qué o un porqué. Nicolás Torices al analizar estas obras comenta sobre ellas que son “imágenes que fascinan por lo que son, no por lo que cuentan”.

Suite Iberia, 1996

Acrílico sobre lona bordada, 80 cm diámetro

Nada mejor para comprender estas relaciones formales de razones geométricas, la relación entre el todo y la parte, que la música.


Todas las obras forman parte del Legado Julio Juste, depositado en el Instituto de América de Santa Fe, excepto *Fandango Club, colección particular, Málaga.


Vista de la exposición. Cuarto Real de Santo Domingo, Granada.