Pompeya

En el invierno de 2007 fui a Italia para concluir la preparación del proyecto Tres estancias de un apartamento burgués. Eros. El propósito de este viaje consistió en pasar unos días en Roma estudiando algunos aspectos de la escultura Barroca, y otros en Nápoles para visitar los restos de Pompeya y el Museo Nacional de Arqueología, y observar de primera mano sobre todo los importantes ejemplos de pintura conservados en el conjunto arqueológico-monumental.

Fui con unos objetivos claros ya que el proyecto estaba muy avanzado y necesitaba cerrar ciertas cuestiones para terminar de formalizar una ya programada exposición, por lo que era importarte concretar y fijar relevante iconografía clásica y barroca relacionada con Eros, que era la finalidad del proyecto: una puesta en escena de tres aspectos del erotismo, el sensual, el ideológico y el transcendente (en este caso, la primera estancia dedicada a los placeres sensuales -“Salón”, con referencias clásicas-, y la tercera estancia “Dormitorio” enfocada hacia el carácter místico, con el barroco como referencia). Como tenía un definido fin y no demasiado tiempo, dediqué este a estudiar y documentar todos los objetivos señalados con antelación, por lo que no presté atención especial a otras cuestiones que me pudiera ir encontrado.

En Pompeya pasé varios días maravillosos. Fueron soleados, con una magnífica luz de invierno, un precioso manto de hierba sobre el terreno, y la sorpresa de una muy reducida afluencia de turistas que me permitió pasear y documentar la ciudad con tranquilidad y placer. El fruto de esas jornadas fue un bloc de apuntes y varios centenares de fotografías.

Forman parte de mi anárquica y muy autodidáctica formación artística, estudios de fotografía en la Escuela de Artes y Oficios de Granada. Mi relación con este medio ha sido muy particular. Nunca me gustó llevar cámara y prefiero vivir los “sucesos” a fotografiarlos. También he pensado siempre que la fotografía tiene un condicionante tecnológico algo complejo en su relación con el arte: lentes, máquinas, películas y papeles (en la situación predigital, es decir la “era química” en la que definió el lenguaje fotográfico) determinan ciertos resultados y algunos “paradigmas” formales los constriñen, debido a una confusión entre medio y fin. (Afortunadamente esta situación se da en un particular contexto de formación exclusivamente fotográfica, ya que existe y han existido maravillosos ejemplos de artisticidad en ese medio cuando se afronta desde un punto de vista heterodoxo.) Nunca me gustó el alarde técnico ni el impecable resultado. En general, esos virtuosismos resultan especialmente estériles y poco interesantes. Creo que los avances tecnológicos actuales en la imagen captada y generada -la IA como mejor ejemplo- me reafirman en este pensamiento. El estanco “mundo de la fotografía” adolece en general de una gran falta de creatividad.

Cuando aparecieron las primeras cámaras digitales descubrí una tecnología que se adaptaba muy bien a algunos de mis intereses artísticos: fotografía con poca definición, contrastes duros, desenfoque, movimiento, inmediatez… una especie de realidad paralela al brillante mundo del Cibachrome. Esta cualidad descubierta en la soft technology de esas cámaras de resolución limitada se fue perdiendo hasta desaparecer totalmente con la HD y el software de corrección y filtros de los actuales smartphones y de los modernos equipos digitales. Creo que en un mundo hipersaturado de imágenes, en el que la fotografía se ha popularizado y estandarizado pasando a ser casi consustancial a una actividad vital, la creación de imágenes con dispositivos tecnológicos debería transitar por el camino de la “poesía” para poder revelar ciertas cualidades artísticas.

Esta pequeña digresión tecnológica viene al caso debido a que, consultando las fotografías realizadas en ese viaje a Italia con el fin de localizar algún material para mi colección de Arte y Erotismo “El Corazón Manda”, descubrí entre los cientos de fotografías pompeyanas -a las que nunca les hice mucho caso más allá de su valor documental y de consulta- una serie de imágenes que me han sorprendido pasado el tiempo, debido a su carácter misterioso y su aspecto mágico, que encaja perfectamente con la especial irrealidad que desprende ese maravilloso milagro que es Pompeya.

He reunido 35 de estas imágenes para la edición del Nº 6 de JG/Ediciones (5 carpetas numeradas y firmadas), con fotografías impresas en ploter sobre papel fotográfico 210gr, en un tamaño de 20x15 cm (o 15x20) y montadas sobre un papel de 300 gr de 42x30 cm.

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