el corazón manda

Arte,

Erotismo,

Pornografía

/ Notas para una colección


A los libertinos.

Voluptuosos de todas las edades y sexos, a vosotros solos ofrezco esta obra: nutríos de sus principios, que favorecen vuestras pasiones; esas pasiones, de las que fríos e insulsos moralistas os hacen asustaros, no son sino los medios que la naturaleza emplea para hacer alcanzar al hombre los designios que sobre él tiene; escuchad solo esas pasiones deliciosas; su órgano es el único que debe conduciros a la felicidad.

-La filosofía del tocador. Marqués de Sade-

 

Pienso, desde hace ya bastante tiempo, que el erotismo es una de las características fundamentales que definen al ser humano. Un rasgo diferenciador de la sexualidad del resto de los animales. Una sexualidad sofisticada, teatralizada, llena de liturgia, fetichismo y guiada de una manera intelectual. Con la exposición Tres estancias de un apartamento burgués me propuse investigar acerca de la relación entre Eros y creación, analizando tres aspectos del primero: el sensual, el ideológico y el místico o transcendente, a partir del estudio de tres obras clásicas: La bacanal de los Andrios –Tiziano-, 120 jornadas de Sodoma –Marqués de Sade- y la Poesía de San Juan de la Cruz, llegando a la conclusión de que la especie humana, en vez de denominarse –según la taxonomía- “homo sapiens sapiens”, podría designarse algo así como “homo sapiens venereae”. El erotismo es tan poderoso en el ser humano que alienta estrategias del pensamiento. Creo que el gran salto en nuestra evolución y diferencia fundamental con otras especies, es la consecuencia de la relación entre el erotismo y la muerte, llegando a ser uno de los motores de civilización, fruto de nuestra conciencia como individuos de la realidad y de nuestro paso fugaz por ella.

Desde pequeño me ha gustado la representación erótica, ya fuera como simple impulso hormonal o por curiosidad intelectual. Recuerdo que de niño recortaba fragmentos de las páginas de revistas de destape que había en la peluquería de mi tía Dolores y los guardaba celosamente debajo del colchón de mi cama, aunque evidentemente, fueron hallados en poco tiempo por mi madre. También recorría la enciclopedia familiar Salvat buscando y descubriendo cuadros de desnudos clásicos o vanguardistas como el de Las señoritas de Aviñón de Picasso, por el que sentía gran fascinación debido a esa extraña y potente representación del cuerpo femenino. No sé si llego a la categoría de “erotómano” a la manera del ilustre Luis García Berlanga, de “pornógrafo” como Alfonso XIII, o simplemente a la de “pajillero mental” como la mayoría de los mortales.

No he sido nunca buen coleccionista, demasiado impulsivo y poco sistemático. Nunca reuní (ni siquiera de canicas) un conjunto de objetos que llegaran a tener algún interés –tal vez un gran montón de revistas Penthouse que compraba compulsivamente cada vez que las veía en algún quiosco durante mi época de instituto y que después utilizaba como modelos para dibujar-. Cierto desapego y una carencia de recursos me hizo desestimar la idea de llegar a hacer nunca cualquier colección. Pero desde hace unos años llevo adquiriendo pequeñas obras que me atraen, salidas de aquí y allá, siempre en torno a la iconografía erótica. Obras de artistas en general desconocidos para mí, pero que algunos de sus trabajos resultaban interesantes por diversas razones. Además de este tipo de obras, también me atrae variado material gráfico y objetos de diferentes épocas, aunque la idea principal es ir adquiriendo pequeños dibujos originales que conformen el grueso de la colección. Hace un par de años se organizó una exposición que reunió obras de algunos de los socios de los Amigos de la Orquesta Ciudad de Granada, de la que soy miembro. Esta invitación –por parte de José Vallejo, amigo y comisario de la mayor parte de mis proyectos- a prestar algunas de mis cosas me animó a estructurar lo que era una compra caprichosa e impulsiva para plantearla de una manera más organizada. Espero que lo que en este momento es un proyecto, dentro de unos años se pueda llamar Colección. Al menos ese es el propósito.

Todo lo relacionado con Eros siempre ha sido controvertido, complejo y polémico. Escribe Georges Bataille en el comienzo de su libro El erotismo que “el espíritu humano está expuesto a los requerimientos más sorprendentes. Constantemente se da miedo a sí mismo. Sus movimientos eróticos le atemorizan. La santa, llena de pavor, aparta la vista del voluptuoso: ignora la unidad que existe entre las pasiones inconfesables de éste y las suyas.” El erotismo se mueve en el destructivo mundo de las pasiones, que el mecanismo civilizador siempre ha intentado aplacarlas por medio de instrumentos como el tabú o la prohibición, generando de este modo un mundo clandestino de intimidades perversas.

La relación del arte y el erotismo ha sido un importante tema de interés para mí, llegando a realizar, además de ciertos proyectos artísticos sobre el asunto, algunos escritos cuya tesis principal ha sido que el erotismo es una de las principales energías creativas para el arte. Este fue el fundamento del estudio que realicé sobre la obra de Tiziano La bacanal de los andrios para el proyecto de instalación Imágenes. Este, por supuesto, no es el único ejemplo de la fuerte relación entre Eros y arte. Si según Bataille “La respuesta al deseo erótico –así como al deseo, quizá más humano (menos físico), de la poesía y del éxtasis (¿pero acaso existe una diferencia verdaderamente aprehensible entre la poesía y el erotismo, o entre el erotismo y el éxtasis?)- no es un medio, es un fin” (Las lágrimas de Eros), es evidente que muchos artistas han trazado gran parte de sus estrategias de creación a partir de estos fundamentos. Podemos verlo con claridad desde la antigüedad con las representaciones de escenas dionisiacas y actividades sexuales entre faunos y ninfas en los dibujos de artistas griegos para vasijas y otros objetos, o en el detallado catálogo de posturas en las pinturas romanas de Pompeya, en la bizarra visión del Paraíso de artistas renacentistas como el Bosco o Cranach, en la pasión carnal de la revisión de mitos clásicos de artistas manieristas y barrocos como Giulio Romano, el citado Tiziano con sus Venus realizadas para el deleite sexual de sus clientes, o las metamorfosis amatorias de Zeus en Miguel Ángel –Leda y el Cisne, por ejemplo-, pasando por la libertina y juguetona representación de la galantería por los artistas franceses de XVIII François Boucher y Jean-Honoré Fragonard, llegando al siglo XIX y el arrebatado romanticismo de los prerrafaelistas o simbolistas franceses como Octave Tassaert y su espectacular Femme Damnée, la representación de la vida de las prostitutas de Toulouse-Lautrec, la visión descarnada del amor de los vieneses Gustav Klimt y Egon Schiele, hasta llegar al genio de Picasso y su nueva visión del hedonismo mediterráneo, sin olvidarnos de los artistas japoneses Katsushika Hokusai o Keisai Eisen y su representación de la extrema sexualidad oriental. En el siglo XX, periodo de expansión de la cultura popular, podemos destacar el trabajo de dos fotógrafos clásicos que llevaron su visión del erotismo a los medios de masas, Helmut Newton y Robert Maplethorpe.   

La pornografía la entendemos hoy en día como todo ese aparato de producción audiovisual dedicado a comercializar imágenes fijas o en movimiento de sexualidad explícita en mayor o menor grado de crudeza. Si nos atenemos a su etimología, la palabra pornografía nos llega de la palabra francesa pornographie y esta a su vez del griego antiguo πορνογραφεία, de πόρνη (porne) que significa “prostituta”, y γράφειν (grapho) que se traduce como “escribir” o “representar”, y que se comenzó a utilizar en la Francia del siglo XIX para denominar a los “tratados sobre prostitución”. En estos se describían actividades sexuales propias de esta profesión ancestral, por tanto, fuera de la actividad amorosa convencional realizada en el ámbito del matrimonio. De ahí nace su desprestigio. Así como, lo que en el imaginario colectivo se entiende como erotismo, ha podido llegar a tener cierta categoría artística al representarse de una manera no muy evidente o incluso a través de la forma simbólica, a la pornografía siempre se le ha intentado excluir del universo artístico por su lenguaje totalmente explícito, poco decoroso, muy genital y excesivamente perturbador. El Marqués de Sade podría ser el ejemplo paradigmático de esta exclusión. Eliminado de diccionarios de literatura francesa y relegado al campo de la “patología”, limitándose su lectura a “especialistas y curiosos”, según nos cuenta Mauro Armiño, traductor de su obra. Otro ejemplo podría ser el de Dalí, que fue expulsado del grupo surrealista por, entre otras cosas, realizar una obra demasiado obscena e indecorosa para el gusto y el quehacer del dogmático revolucionario surrealista.

La profesora Camille Paglia es una de las más fervientes defensoras de la pornografía como estrategia artística: “Que la cultura popular hace suya lo que la alta cultura desecha queda bastante claro en el caso de la pornografía. La pornografía es pura imaginería pagana: al igual que un poema es una expresión verbal ritualmente limitada, así también la pornografía es una expresión ritualmente limitada del carácter demónico del sexo y la naturaleza. Cada instantánea, cada ángulo de la pornografía, independientemente de lo estúpido, manipulado o pastoso que sea, es un intento de captar toda la imagen de la enormidad de la naturaleza ctónica. ¿Es arte la pornografía? Sí, lo es. Arte es contemplación y conceptualización: es el exhibicionismo ritual de los misterios originales. (…) Las vulgares contorsiones de la pornografía equivalen a la pérfida maraña de la naturaleza medúsea. La pornografía es una tensa representación dramática de la imaginación humana.” (Personae sexual)

La gran creadora Angélica Liddell también nos propone, en su tarea de búsqueda de la Belleza, un ejercicio pornográfico: “El problema de la Belleza debe resolverse entre mis humedades, porque era realmente urgente exprimir la urgencia del sexo, siendo el sexo el principio y el final, lo más sincero, lo más negro, ese cuerno preñado de oro virgen por el cual derramar chorros de libertad, y de ese modo satisfacer la necesidad de violar, la imperiosa necesidad de violar la fealdad, la fealdad entrando y saliendo de mi culo de mi coño, completamente violada…” (Qué haré yo con esta espada -Aproximación a la Ley y al problema de la Belleza-), utilizando en sus obras recursos propios de los modelos de pornografía comercial, además de haber declarado que su dedicación al teatro es “una consecuencia de La Cenicienta y de las fotonovelas porno de los años 70.”

Como vemos, existe un entramado de relaciones entre el arte, el erotismo y la pornografía -vista como una representación total de la pulsión sexual-, que como en el resto de nuestra existencia, ha determinado con energía y creatividad el devenir de nuestra actividad como seres humanos. Según Bataille, “el erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte (…), un desafío, a través de la indiferencia, a la muerte. (…) Nos es dado el poder de abordar la muerte cara a cara y de ver en ella por fin la abertura a la continuidad imposible de entender y de conocer, que es el secreto del erotismo y cuyo secreto solo el erotismo aporta.” (El erotismo)

En última instancia, es muy posible que el erotismo sea el gran teatro de la vida.

 

Este primer volumen de El Corazón Manda (que podríamos ver como “semilla” de la colección) contiene el grueso de obras que he ido produciendo en relación a Eros, también una serie de fotografías propias realizadas en diversos periodos, entre ellas la colección el Viaje de Odiseo, que se presenta como una reivindicación de la masculinidad en este oscuro tiempo de ostracismo y condena de lo viril, vista a través de la mirada hacia el héroe Ulises que encarna de una manera paradigmática estos valores.

El otro gran bloque de la colección son una serie de pequeñas obras de diversa procedencia tanto geográfica como de tradición artística, que van desde el dibujo hasta la pintura, pasando por la ilustración y la fotografía.

Y por último y fundamental, una selección de libros ilustrados, ediciones singulares, revistas, discos, y objetos varios.

 

 

 

Es mi intención que el crecimiento de esta colección esté acompañado de una reflexión continuada acerca de esta relación entre Arte y Erotismo, ya sea a lo largo de la historia o en cómo se plantea en la actualidad. Para ello me gustaría invitar a artistas y pensadores a trazar conmigo una visión panorámica y alejada de prejuicios, y que de este modo, el ejercicio de coleccionismo nos permita, además de un disfrute sensorial, adentrarnos más profundamente en este aspecto transcendental del ser humano.


PRÓXIMAMENTE…