la belleza/ bloc de notas 5

afrodita, el nacimiento de la forma

AFRODITA, EL NACIMIENTO DE LA FORMA

 


Nel tempestoso Egeo in grembo a Teti
Si vede il frusto genitale accolto,
Sotto diverso volger di pianeti
Errar per l’onde in bianca schiuma avolto;
E drento nata in atti vaghi e lieti
Una donzella non con uman volto,
Da zefiri lascivi spinta a proda,
Gir sovra un nicchio, e par che ’l cel ne goda.

Vera la schiuma e vero il mar diresti,
E vero il nicchio e ver soffiar di venti;
La dea negli occhi folgorar vedresti,
E ’l cel riderli a torno e gli elementi;
L’Ore premer l’arena in bianche vesti,
L’aura incresparle e crin distesi e lenti;
Non una, non diversa esser lor faccia,
Come par ch’a sorelle ben confaccia.

Giurar potresti che dell’onde uscissi
La dea premendo colla destra il crino,
Coll’altra il dolce pome ricoprissi;
E, stampata dal piè sacro e divino,
D’erbe e di fior l’arena si vestissi;
Poi, con sembiante lieto e peregrino,
Dalle tre ninfe in grembo fussi accolta,
E di stellato vestimento involta.

Questa con ambe man le tien sospesa
Sopra l’umide trezze una ghirlanda
D’oro e di gemme orientali accesa,
Questa una perla alli orecchi accomanda;
L’altra al bel petto e’ bianchi omeri intesa,
Par che ricchi monili intorno spanda,
De’ quai solien cerchiar lor proprie gole,
Quando nel ciel guidavon le carole.

Indi paion levate inver le spere
Seder sovra una nuvola d’argento:
L’aier tremante ti parria vedere
Nel duro sasso, e tutto il cel contento;
Tutti li dei di sua biltà godere,
E del felice letto aver talento:
Ciascun sembrar nel volto meraviglia,
Con fronte crespa e rilevate ciglia.

Nello estremo, se stesso el divin fabro
Formò felice di sì dolce palma,
Ancor dalla fucina irsuto e scabro,
Quasi obliando per lei ogni salma,
Con desire aggiugnendo labro a labro
Come tutta d’amor gli ardessi l’alma:
E par vie maggior fuoco acceso in ello,
Che quel ch’avea lasciato in Mongibello.

 

Stanze de messer Angelo Poliziano cominciate per la giostra del magnifico Giuliano di Pietro de Medeci, Libro I, 99-104

 

 

Sobre el tempestuoso Egeo, en el seno de Tetis

acogida, se ve la columna fecunda,

bajo el curso variable de los planetas

errar sobre la ola, envuelta en la blanca espuma;

Y nacida en su seno con gestos graciosos y alegres,

una doncella cuyo rostro no es humano,

por los lascivos Céfiros impulsada hasta la orilla,

va sobre una concha; y parece que el cielo se complace

 

Estancia para una justa

Angelo Poliziano, 1478

 

 

 

Entre 1475 y 1495 (fecha de su primera edición), el poeta florentino Angelo Poliziano compuso Le Stanze -poema en dos libros realizado en octavas-, ideado para conmemorar la justa organizada por Giuliano di Pietro de Medici, y encargado por Lorenzo “El Magnífico” para que se glosara la victoria de su hermano en los torneos de La Giostra de 1475. Lo que en un principio tendría que haber sido un poema épico sobre las hazañas de este noble se convirtió en un poema dedicado al amor que Guliano sentía por Simonetta Cattaneo de Vespucci, la bella hija de Ceaspare Cattaneo della Volta, casada con Mario Vespucci, muerta a los 23 años –uno después de la citada justa- y convertida en musa de pintores y nobles por su extrema y delicada belleza, siendo escogida por Guliano como la “Dama de su Corazón” para esa contienda, que fue organizada oficialmente como celebración de un éxito diplomático, aunque parece ser que se eligió el día del cumpleaños de la joven para honrarla. Guliano portó un estandarte con la imagen de Simonetta y el lema “La Sans Pareille” (La sin igual) diseñado para la ocasión por un grandísimo pintor al que nos referiremos a continuación.

Obra poética en la que intervienen diversos personajes mitológicos, siendo uno de los principales Venus, como diosa del amor, dedicando el autor las octavas de la 99 a la 104 del 1er libro a describir su nacimiento y llegada a tierra.

Uno de los aspectos más definitorios del Quatrocento fue la recuperación de la Antigüedad tanto desde el punto de vista del arte –rehabilitación de las temáticas mitológicas, el uso del desnudo…-, así como del pensamiento platónico y aristotélico y su conflicto (neoplatonismo, averroísmo y tomismo). La Toscana italiana, y más concretamente Florencia, fue el catalizador de esta nueva manera de ver el mundo. Esto fue posible, además de por el tráfico de ideas a través del Mediterraneo debido a la pujanza mercantil de los estados italianos, gracias a familias como los Médeci, banqueros florentinos que dominaron el poder de la ciudad por casi un siglo, realizando una importante labor de mecenazgo en el mundo de la cultura, el arte y las letras.

Cosme de Médeci reunió a un grupo de humanistas y filósofos en torno a las ideas neoplatónicas llegadas desde Bizancio, fundando la Academia Platónica de Florencia que fue un modelo seguido posteriormente en toda Europa. Se congregó alrededor del filósofo Giorgos Gemistos Plethon, un selecto grupo de pensadores, siendo algunos de los más importantes el Cardenal Bessarion, el traductor de Platón Marsilio Ficino, el teólogo políglota Pico della Mirandola, o el arquitecto León Batista Alberti.

Volvemos en este punto al inicio de este texto, al poema de Poliziano y con él a un artista -patrocinado también por el nieto de Cosme, Lorenzo de Médeci “El Magnífico”-, el gran pintor Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi, conocido como Sandro Botticelli. Imbuido del pensamiento platónico sobre la Belleza y el Amor por influencia de la Academia, en los primeros 80 -ya en su madurez-, Botticelli realizó dos de sus obras maestras y paradigmas del primer renacimiento, La Primavera y El Nacimiento de Venus. Realizadas para los Médecis –sin estar muy claro quién fue el comitente concreto-, El nacimiento de Venus tiene una clara relación con el poema Stanze per la giostra ya que describe como este, el mito clásico del nacimiento de la diosa Afrodita: "... surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella". -Hesiodo. Teogonía (El origen de los dioses) s. VII a.C-

Otra interesante relación entre estas dos obras es que utilizan como modelo de la idealizada Belleza platónica a la citada Simonetta Cattaneo, a la que, como hemos comentado anteriormente, estaba dedicado el poema. Como harían posteriormente algunos de los admiradores del pintor y rehabilitadores de su figura en el siglo XIX -los prerrafaelitas Dante Gabriel Rossetti y Edward Burne-Jones-, Botticelli utiliza para gran número de sus obras una única modelo, evitando de esta manera el aspecto figurativo de su pintura para llevarla así a un plano simbólico, aunque parece ser que también existió un enamoramiento idealizado hacia la joven, ya que continúa pintado a Simonetta más allá de su temprana muerte mediante el recurso de la memoria y la utilización de gran cantidad de apuntes realizados cuando aún ella vivía. (No existen testimonios de este amor, pero en su testamentó pidió ser enterrado a los pies de la dama en la Iglesia de Ognissanti –el templo de los Vespucci-.)  

Esta obra es una pieza clave para entender el arte renacentista, aunque en realidad es fundamental para comprender la civilización occidental. El nacimiento de Afrodita es el nacimiento de la Forma y revela toda una serie de estrategias que en occidente se han desarrollado para luchar contra la naturaleza informe. Dada la importancia y trascendencia del trabajo de Botticelli, su obra ha sido objeto de múltiples estudios que la han examinado desde variados puntos de vista, los más artístico-técnicos que nos han mostrado como fue su realización y los recursos utilizados, sus intenciones compositivas y formales, el uso del color, etc.; así como los estudios sobre sus aspectos simbólicos, el análisis sobre los conceptos de belleza tanto espiritual como terrenal. En este escrito quiero hacer un pequeño acercamiento a las interpretaciones que realizan la profesora Camille Paglia (que he de confesar que ha sido fundamental para mi manera de comprender ciertas cuestiones relacionadas con la naturaleza del arte) y la del gran pensador español Eugenio Trías. Comienzo con este último ya que parte de los puntos de vista platónicos para llegar a sus conclusiones sobre las categorías de lo bello y lo siniestro. Aparecen estas reflexiones en el ensayo de 1982 Lo bello y lo siniestro, en el que además de analizar la magnífica obra de Alfred Hitchcock Vértigo, en la segunda parte del libro, titulada “El cuadro que nunca fue pintado”, realiza un estudio de La primavera y El nacimiento de Venus. Trías nos propone explorar “el rendimiento en la práctica artística de la categoría de lo bello en el marco del pensamiento prekantiano a través de obras concretas surgidas en el contexto de la Academia florentina, quizá la más elaborada y construida concepción estética”. Una práctica artística cuya principal misión sería la de “reconversión de los objetos materiales a su principio espiritual”, un anhelo de la Belleza, un recogimiento en la Unidad suprema que lo constituye.

Trías nos define –en palabras de Vasari- a Botticelli como un pintor sofista, un pintor de ideas, empapadas de la ideología neoplatónica que posibilita vislumbrar una novedad, “el fondo tenebroso de cuya ocultación brota la bella apariencia”. Describe de esta manera una primera visión de El nacimiento de Venus: “Ahora es la belleza recién nacida, en su condición originaria, la que resplandece ante nuestros ojos, desnuda y con los largos cabellos desplegados, agitados por el resoplido de dos vientos entrelazados que, en pleno vuelo, esparcen así mismo flores en su vertiginoso movimiento”. Una violenta agitación alejada de la armonía y proporcionada “materia”, defendida por racionalistas y naturalistas estoicos como Alberti o Leonardo. Vientos de pasión que arrastra a la Belleza hacia la fertilidad. Según Trías, todo esto se explica a partir del nacimiento de Afrodita hija de Urano (el Uno primordial platónico) tras el esparcimiento de sus simientes en el mar después de que Cronos le cortara los genitales y los arrojara a las aguas oceánicas, y cuyo semen produjo la espuma marina. Esta secuencia cruel y siniestra (la de la mutilación del padre por el hijo) omitida en la pintura de Botticelli –y a la que se refiere Trías como el “cuadro que nunca fue pintado”- es fundamental para entender el origen diversificador del Universo: “Afrodita Uránia, desnuda y desvelada, pura apariencia desnuda, puro velo que recubre el agujero ontológico simbolizado por el vacío de un cuerpo al cual le han sido arrancados los genitales”.

Esto hace, según el filósofo, que aparezca una nueva categoría que enriquece la estética, “lo siniestro como aquello que debiendo permanecer oculto y secreto, se nos revela y se hace presente ante nuestros ojos”, definiendo a lo bello como “ese comienzo terrible que los humanos aún podemos soportar”.

Desde aquí enlazamos con el otro análisis de la obra de Botticelli que quería comentar, el de Camille Paglia, que desarrolla dentro del magnífico y grandioso estudio de 1990 sobre las “personas del sexo” en el arte occidental: Sexual Personae, arte y decadencia desde Nefertiti a Emily Dickinson, en cuyo capítulo 5, dedicado a “La forma Renacentista, el arte italiano”, partiendo del David de Donatello (gran “persona” del sexo) llegamos a El nacimiento de Venus de Botticelli como grandísima representación del arte apolíneo.

Un par de capítulos antes en “Apolo y Dionisos”, Camille Paglia nos propone una de sus más interesantes ideas, la de que el arte es la forma que lucha por despertarse de la pesadilla de la naturaleza. Esto lo enmarca en el contexto de los dos principios occidentales, el apolíneo y el dionisiaco, definiendo dos conceptos que les van emparejados, el de objetualización, relativo a Apolo, el que marca las líneas que encuadran la civilización mediante “la distancia fría y severa de la identidad y el pensamiento categórico occidental”, y el de identificación, consustancial a Dionisos, a “la emoción empática, indiscriminada despreocupación de toda idea práctica, del cambio y la metamorfosis”.

En El nacimiento de Venus, Botticelli representa a una poderosa personalidad apolínea, una belleza en la que no hay ni misterio ni engaño ya que es una “feminidad oreada”, purificada, una “línea” que se nos presenta como epifanía formal, a partir del magma ctónico de lo informe primigenio. El arte como estrategia de civilización ante la “brutalidad deshumanizada de la biología y la geología, los despojos y las sangrientas matanzas darwinianas, la mugre y la podredumbre que hemos de apartar de nuestra conciencia para poder mantener nuestra integridad apolínea como personas”.

Son dos interpretaciones bastante dispares e incluso contradictorias de una obra fundamental de la creación artística, debido a que sus autores provienen de tradiciones del pensamiento diferentes y que nos llevan a la Belleza por caminos alternativos. Trías nos la presenta como el límite entre lo aceptable y lo insoportable desvelado y Paglia nos plantea una estrategia de lucha por crear un marco de supervivencia. Lo que sí nos proponen ambos es que la Belleza surge a raíz de un proceso de contraposición de opuestos -podríamos decir que dialéctico-: la oposición niezstcheana apolo-dionisiaca y la platónica entre materia y espíritu, haciéndonos ver la transcendencia para el ser humano de la aspiración de crear y encontrar la Belleza.