La mañana de 20 de octubre del 17 recibí una llamada de mi amigo José Vallejo en la que me comunicaba que habían encontrado muerto en su casa de Belicena al artista Julio Juste. Era el día de la inauguración de su última muestra, en Granada, “Conjeturas del corazón”, y al no acudir a la rueda de prensa de presentación, ni dar señales de vida, se procedió a entrar en su domicilio donde se encontró su cuerpo. Al día siguiente, cuando iba de camino a Granada para asistir a su entierro, recibí una llamada informándome de que mi madre podría morir en las horas siguientes. Cambié de destino y de ir al cementerio, pasé a dirigirme al hospital. No pude despedirme de Julio, pero afortunadamente mi madre superó esa última crisis, como varias veces en un largo recorrido de sufrimiento, y murió un año después en su casa.
Conocí a Julio Juste allá por el año 94 cuando le propusimos -JGARCÍA-, que junto al poeta Antonio Carvajal (por mediación de José Miguel Castillo Higueras) presentara uno de nuestros primeros proyectos, el libro de artista “Y una silla, donde yo me siento…”. Recuerdo con orgullo aquellas palabras acerca de la representación, la realidad y la percepción, con Bachelard como cómplice (y la anécdota de aquel señor asomado a la ventana y que todo el mundo presuponía con piernas). Desde ese momento mantuvimos una estrecha relación con visitas casi diarias a su estudio de San Antón, después de las 9 de la noche, cuando él tapaba los cuadros en marcha y se sentaba en la mesa -diseñada por Ciudad y Diseño-, en la que, junto a su cajita de hachís, se encontraban materiales, apuntes, pequeños objetos y diversas cosas fascinantes que me causaban una grandísima curiosidad. Esos tiempos fueron de horas de charlas (en un primer momento largos monólogos) en su estudio, en varios bares habituales, así como de visitas a la Galería Sandunga y de realización de diferentes proyectos. Desde entonces, Julio estuvo presente en cada una de nuestras iniciativas, ya fuera redactando un texto, haciendo una viñeta o simplemente siendo testigo de la producción. Nosotros también pasamos a ser colaboradores cercanos de sus trabajos públicos e investigaciones. Poco a poco fui adentrándome en su hermético mundo de estrategias de pensamiento, llegando, desde la intuición, a comprender su discurso y su modelo de análisis dialéctico de una sorprendente riqueza creativa. Julio era un mago de la analogía y un maestro poniendo en relación fenómenos de naturaleza distinta para llegar a inéditas conclusiones. El que haya conocido a Julio sabe de la exigencia de sus conversaciones que requerían de una atención e interés constante. Al principio me costaba mucho procesar algunos de sus desarrollos discursivos, que me pedían un esfuerzo de análisis posterior para descifrarlos, pero poco a poco, dado que mi formación no es académica, conseguí acceder al marco general de su discurso.
Existía en Julio una contradicción de difícil encaje: su gran admiración por la Bauhaus y por Andy Warhol le hacía aspirar a crear un ambiente “Factory” de irradiación de sus ideas e influencias, pero por otro lado su hermetismo casi alquímico hacía muy difícil el acceso a su maestría ya que, como si de un tesoro se tratara, él protegía sus investigaciones y resultados formales de la intrusión y del apropiamiento general. Yo, siempre lo he dicho y escrito, considero a Julio mi maestro ya que de él aprendí las claves fundamentales para entender la naturaleza del arte y la postura del artista en relación al pensamiento, y creo que mi actitud hacia él siempre fue de una admiración y respeto casi reverencial.
Esos tiempos de colaboración fueron los del super8, de los comienzos de inCINEración (se planeó al mismo tiempo que nuestra Inediciones), de las primeras exposiciones en Sandunga, del montaje de la Casa de los Tiros, de fuentes, fundiciones y barcos, de la cámara oscura y la ventana de Inigo, de Falla y retratos, de geometría, fútbol y toros, de estudios de campo en la ciudad, del color y las medianerías, de San Matías y la Calle Elvira y de la ciudad radiante y mariposa… Cada una de estas actividades las entendí como una clase magistral.
Tras la disolución de JGARCÍA, mi relación con Julio tomó un camino algo diferente. Más afable y tranquila: corridas de grandes maestros, partidos de pretemporada, tardes-noches veraniegas en su (proyecto de) jardín(1), tapas ricas tras paseos buscando bares periféricos, y conversaciones… muchas conversaciones. (1. Se había mudado del centro de Granada a una casa en Las Vegas del Genil, donde un gran nogal presidía el jardín, en el que realizó algunas primeras actuaciones para que poco a poco tuviera vida propia.)
Dialéctico por formación, materialista por adopción y antipositivista por convencimiento, sus conversaciones nunca se establecían sobre algo concreto, sino que se planteaban como una estructura, y sabiéndose dominador, actuaba con la arrogancia del que era consciente de su superioridad intelectual. Donde estaba Julio había un único punto de atención. Es la persona con más talento que he llegado a conocer y a su vez una de las más complicadas con las que relacionarse.
Tengo el convencimiento de que todo el poderoso aparato analítico que era capaz de desplegar, acababa siendo una herramienta para descifrar y manejar lo que realmente era más importante en su actividad, la pintura. Julio Juste era pintor, y un ardoroso militante de la artisticidad. La segunda mitad de los 90, como buen final de siglo, fue un tiempo de fin de era y Julio acostumbrado a entender y dominar los procesos históricos se dispuso a iniciar un nuevo camino, despidiéndose del fin de la “modernidad”(2), años en los que él surfeaba, con trajes de Albarado sobre la cresta de la ola. El nacimiento de las cámaras digitales, las herramientas en red y el acercamiento a la programación web, así como los programas de manipulación musical de sus poderosos iBooks, cambiaron los modelos de gestión y producción de sus obras (por ejemplo, antes, trabajaba el super8 como si de una producción de cine se tratara, aunque los resultados fueran radicalmente experimentales. Esa era la forma de sacarlo del amateurismo). Una crisis del mercado del arte y de la producción editorial y un cambio radical de los procesos de impresión, generaron en su trabajo una serie de conflictos logísticos, así como procesos inflacionarios que le llegaron a hacer “renegar” de la pintura(3), declarando su enésima muerte: pincel digital y dibujo a través de un aparato óptico… y la poesía. Otro cambio importante fue la renovación de “alter ego”, del ochentero, tocapelotas e irónico Alf, al melancólico y romántico Enmascarado, que evidenciaba cierta frustración con los resultados de su titánico trabajo: “Para hacer posible la realización de esta historia de El Duende en doce polaroid y otras tantas frases, la acción se desarrolla en el imaginario del sujeto, localizado en el interior de su famosa choza-cráneo, tan similar en multiusos a mi estudio”. “Entonces recapacitó sobre como su ética recortaba su libertad. Y fue más allá: la libertad por la que luchaba se financiaba a costa de la suya”. “Se alivió evocando sus exitosas portadas”. (Extractos del relato: “El revés del deseo. Imágenes, luces y sombras en el imaginario de El Duende”. Julio Juste, 2001). El jardín de su casa de Belicena no avanzaba como lo tenía planeado. Comienza a realizar la fatigosa tarea de catalogar su obra, incluso reconstruyendo trabajos de su primera época, y sobre todo a trabajar incansablemente en el medio digital(4). (2. Me refiero a ese tiempo de renovación tanto de las artes como del diseño en España en el que él participó tan activamente siendo una de las figuras más importantes en el eje Madrid-Sur). (3. Una de sus hiperbólicas boutades, ya que siempre fue el más fiel defensor de la pintura, que él hizo renacer, reinventándola, en todos esos momentos en los que parecía acabada). (4. En las visitas que hemos ido realizando a su casa para organizar el material de sus exposiciones homenaje, se evidenciaba, en el estado de su estudio y sobre todo del jardín, cierta fatiga con la realidad física.)
A finales de la primera década del siglo XXI se produjo un distanciamiento entre nosotros, justo cuando él empezaba a enfocar el desarrollo de su tesis doctoral, que realmente fue su última gran empresa intelectual. Julio siempre habló de su posible tesis como una continuidad de sus estudios sobre urbanismo (San Matías, Elvira, Marruecos, …) y sobre todo cómo plantear su investigación sobre algo aparentemente insignificante pero fundamental para entender procesos urbanos generales. Me sorprendió mucho el objeto de su trabajo (“El metaverso: la escritura del imaginario”), no por el tema ni el medio, sino porque evidenciaba un profundo cambio personal. Cuando hablo de “personal” me refiero a “integral”, ya que en Julio no se podía disociar su “vida personal” de su “actividad profesional”. Todo era una misma entidad(5) ya que su actividad estaba radicalmente intrincada en su vida, y su vida era un transitar por los vericuetos de su actividad. En realidad, se puede decir que estaba intoxicado por eso que llamamos “arte”. (5. Le encantaba Batman por ser un superhéroe sin superpoderes. Toda su fuerza se sustentaba en un conjunto de aparatos y dispositivos que lo engrandecían. Pero no le llegaba a convencer del todo por llevar una doble vida. La de día y la de noche. Por eso terminó acercándose más a la sinceridad vital del Enmascarado. Por un momento llegué a pensar que se decidió a concluir su Tesis para acceder a la docencia universitaria y equilibrar su economía. Nada más lejos de sus postulados éticos.)
Durante este tiempo de distanciamiento perdí un poco la pista del nuevo momento de JJ aunque de vez en cuando me aparecían ciertas obras fascinantes en las que la tecnología (soft) se mezclaba con papeles de colores, recortes, trazos y signos, básicos en el personal lenguaje de Julio. Y en este tiempo, y de una forma natural apareció el último “alter ego”, Holala Alter, ahora en un nuevo mundo y casi independizado, en el espacio digital de Second Life (red social fuera de moda, pero en la que se esconden algunos de los más radicales militantes del ciberespacio), donde podía vivir la vida de artista plena sin las servidumbres ni las frustraciones de la realidad material. Una vida de representación, de artisticidad plena. Un nuevo idealismo vital. Julio Juste Ocaña(6), sin dejar de ser dialéctico, se va alejando del materialismo para abrazar un idealismo platónico(7), y como siempre, desde una posición radical. (6. Recuerdo la bronca que nos echó -a JGARCÍA- cuando en nuestro primer catálogo “Cuarenta y 4 razones” pusimos su nombre completo, como al resto de participantes. Nos dijo que él era Julio Juste, un nombre de artista. Me he dado cuenta que en su última etapa empezó a aparecer su nombre completo en diferentes contextos). (7. En el que quizá sea su último texto, el que redactó para acompañar y explicar sus obras en la exposición anteriormente citada “Conjeturas del corazón”, JJ realiza un ejercicio maravilloso de síntesis para exponer las líneas maestras de sus postreros hallazgos, en el que nos da muchas de las claves, para mí fundamentales, que nos ayudan a entender esta evolución. Creo que es un texto definitivo: “El yo en el metaverso es una representación que gobierna una república de representaciones. Soy una cámara y vivo en una cámara”. “El ‘yo escindido y enfatizado del Romanticismo’ parece coincidir con el yo aumentado del metaverso”. “El modelo de la caverna paleolítica como réplica de nuestra cámara coincide con la visión general de la caverna platónica”. “La idea de la vigencia del pensamiento platónico se encuentra muy generalizada… Platón y su caverna no han dejado de influir en nuestra visión idealista”. “No nos hemos liberado de la caverna, sino que hemos profundizado en ella y la hemos transformado en un ‘lugar’ más confortable. El metaverso es la caverna pixelada y como en la de Platón se tiene acceso a los códigos supremos.” “Yo soy el ‘homo cam’”.)
Pasó un tiempo tras su muerte y afortunadamente pude trabajar en la exposición “JJ Total” que organizaron y plantearon para el Hospital Real (con la colaboración del Ayuntamiento de Granada y la UGR) José María Rueda, Pablo Sycet, José Vallejo, Juan Antonio Jiménez Villafranca y José Ortega (además de Eduardo Quesada Dorador, siempre presente), así como en el permanente “Espacio Juste” en el Instituto de América de Santa Fe, donde se hace un repaso de su archivo personal. Esto me ha permitido una intimidad con su trabajo, una pudorosa cercanía, que me ha ayudado a completar todo eso que imaginaba, pero como a los presos de la cueva de Platón, solo aparecía como sombras. Ha sido como encontrar la parte escindida del colgante, que al juntarla con la que uno posee, da el sentido final a todo. Realmente, una maravillosa manera de realizar el duelo que en su momento no pude.
Julio fue maestro en vida y también ha sido maestro en la muerte. Me ha ayudado a descifrar otra serie de cuestiones que quizá sean de difícil aprendizaje. He descubierto por la experiencia, que hay una sensibilidad manifestada en ciertas personas incluyendo una clarividencia especial, que ofrece una percepción singular de la existencia, que genera fuertes contradicciones y desajustes sociales. Una sensibilidad que hace ver la vida desde un punto de vista alejado de un marco convencional, el que permite navegar con soltura por la realidad social. Una particular forma de comprender y estar en el mundo. Realmente ese es el veneno del arte, y es verdad que no hay antídoto que lo cure, ya que forma parte de la sangre que bombea esos corazones. Y ahí está la vida, y así llega la muerte.
(Desde el 27 de agosto se podrá visitar en el Instituto de América - Centro Damián Bayón, de la localidad granadida de Santa Fe, el “ESPACIO JUSTE”, muestra permanente que propone una revisión del archivo del artista, junto a la exposición temporal “ARMONÍA DIFUSA. Pintura y obra en gran formato”. Publicaré una siguiente entrada con más detalles.)